El pasado nazi de Bahlsen: las galletas más populares de Alemania
Bahlsen fabrica las galletas más conocidas del mercado en Alemania. Sus galletas de la marca Leibniz son algo emblemático, casi un bien gastronómico nacional. Se trata de unas galletas centenarias vinculadas a la producción industrial en cadena, un avance alemán que fue incluso anterior a las técnicas que en Estados Unidos implementaría Henry Ford en la industria del automóvil. Así, en 1936, Bahlsen ya lograba producir 100.000 galletas Leibniz diarias.
En la historia de esta compañía, con sede en Hannover (centro alemán) y que cuenta con cerca de 3.000 empleados, sin embargo, hay momentos considerablemente menos brillantes. Lo son, por ejemplo, los años en los que los hermanos Bahlsen, Hans, Klaus y Werner, los responsables de la compañía durante las décadas de los 30 y los 40, fueron miembros del partido nazi y apoyaron económicamente a las Schutzstaffel , la mayor organización paramilitar que estuvo al servicio de Adolf Hitler y a la que se conoce, sobre todo, por sus siglas: SS.
Así lo contaba recientemente el semanario germano Der Spiegel, sacando a relucir un pasado de los Bahlsen del que muy poco se sabe. Aunque sus galletas Leibniz sean de sobra conocidas por el público alemán, mucho menos se conoce del pasado nazi de la compañía. Werner M. Bahlsen, presidente del consejo de administración y actual patriarca de la empresa, señalaba recientemente que ha de esclarecerse el pasado que vincula a sus familiares con el nacionalsocialismo. “Todo debe ponerse sorbe la mesa”, afirmaba recientemente Werner M. Bahlsen al dominical Bild am Sonntag. Bahlsen creó su filial en España en 1972 y vende sus galletas con su propio nombre así como con las marcas Pick up! y Leibniz.
Él hablaba no sólo tras la publicación del reportaje del Der Spiegel titulado 'Los Bahlsens y las SS', también intervenía públicamente tras la evidente desmemoria de su hija, Verena Bahlsen, que con 26 años es la futura heredera de la compañía. Ella se convirtió en el centro de atención de su empresa familiar tras haber hecho unas desafortunadas declaraciones en el diario Bild a cuenta de las últimas revelaciones históricas sobre su familia y sus vínculos con el nacionalsocialismo.
Sobre los trabajos forzados de los que su empresa se habría beneficiado en tiempos del III Reich, Verena llegó a decir lo siguiente: “Eso fue antes de mi etapa [en la empresa] (...) pagamos a los trabajadores forzados igual que a los alemanes y los tratamos bien”. Ella hacía referencia a las 200 víctimas, en su mayoría mujeres polacas y ucranianas, que estuvieron al servicio de Bahlsen en régimen de trabajos forzados durante la Segunda Guerra Mundial, concretamente entre 1943 y 1945.
Sin duda, no debían pensar lo mismo las cerca de 60 personas que en el año 2000 pusieron una denuncia en Alemania contra Bahlsen en la que se pedían indemnizaciones por esos trabajos forzados. El juez que se ocupó de aquella denuncia consideró prescritos los hechos, ocurridos en centros de producción de provisiones militares en Ucrania y Polonia.
Capitalismo sin conciencia histórica
Bahlsen, que ha impulsado junto a otros grandes consorcios germanos la Fundación Memoria, Responsabilidad y Futuro para lidiar, entre otras cosas, con las indemnizaciones de empresas a las víctimas de esos trabajos forzados, no se ha librado estos días de las críticas en el debate público. A Verena Bahlsen, en concreto, el diario berlinés Der Tagesspiegel la llegaba a calificar en un titular de “capitalista sin conciencia histórica”.
Esos calificativos a la joven Bahlsen se produjeron incluso antes de que se pudieran considerar las todavía más recientes indagaciones del semanario Die Zeit sobre cómo pagaba Bahlsen a sus empleados en régimen de trabajos forzados en los territorios que otrora ocupara el III Reich en el este europeo. Según ha publicado ese medio, los salarios de esas “empleadas” de Bahlsen oscilaba entre 23 y 29 marcos.
“Según las investigaciones históricas, los trabajadores alemanes recibían un salario medio de 44 marcos”, apuntan los expertos consultados por Die Zeit. No se puede decir, a diferencia de lo afirmado por Verena Bahlsen, que la empresa de su familia tratara a todos sus trabajadores igual de bien en tiempos del III Reich.
Tal vez por eso Verena Bahlsen ha terminado pidiendo disculpas y dejando que su padre tome las riendas de la comunicación empresarial. “Nada más lejos de mi intención que banalizar el nacionalsocialismo y sus consecuencias”, ha afirmado la pequeña de los Bahlsens en un comunicado.
“Las afirmaciones de Verena fueron un error y por ello ha pedido disculpas. Con sus 26 años no ha visto toda la dimensión” del problema, según ha expuesto Werner M. Bahlsen al Bild. “Me culpo por que no hayamos trabajado en nuestra historia antes, para poder aligerar así el lastre a la próxima generación”, ha dejado dicho el presidente del consejo de administración.
Para tratar de salir de la crisis de comunicación e imagen que ha experimentado la empresa, Bahlsen se ha hecho con los servicios del historiador Manfred Grieger, profesor de la Universidad de Gotinga. Él y un grupo de expertos llevarán a cabo una investigación independiente sobre la historia de la empresa, incluido el que le vincula al nacionalsocialismo y las prácticas laborales abusivas de los nazis en suelo conquistado por el III Reich. El pasado nazi de las galletas más populares de Alemania aún está por esclarecer.