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“Las élites están cada vez más convencidas de la crisis del capitalismo”

Envío con dron en China

Gloria De las Heras

La convicción de que el neoliberalismo no funciona, al arrastrar a millones de personas a la pobreza y a la precariedad, y de que la izquierda no está siendo capaz de ofrecer respuestas válidas a semejante escenario, ha llevado a los pensadores británicos Alex Williams y Nick Srnicek a explorar opciones filosóficas para un mundo “libre de trabajo” gracias a la evolución de la tecnología.

Creadores del “Manifiesto aceleracionista”, en el que ya imaginaron un futuro postcapitalista, Williams, profesor de sociología en la Universidad de Londres, y Srnicek, filósofo y profesor en la Universidad de Westminster, han publicado este año el libro Inventar el futuro: poscapitalismo y un mundo sin trabajo (Editorial Malpaso). En él afirman que “el fin del trabajo no sería el fin de la historia” y abogan por “construir una plataforma para una sociedad postrabajo”. 

La evolución tecnológica es vista a veces como enemiga por sustituir la mano de obra, pero su modelo propone una alianza con la era tecnológica para reestructurar el mercado laboral. ¿Qué es lo que proponéis exactamente?

Nick Srnicek: Uno de los problemas principales del modelo capitalista es lo que se conoce como población excluida, que son las personas que quedan fuera del mercado laboral y se ven obligadas a realizar trabajos menos atractivos para poder obtener un salario que les permita vivir. Lo que pretendemos es eliminar la concepción de trabajo como un medio necesario para la supervivencia y delegar en la tecnología para sustituir la fuerza de trabajo. El trabajo se concibe como parte de la identidad de una persona y aún cuando no le hace sentirse realizado, lo ve como una necesidad fundamental para la subsistencia. Creemos que deshacernos de esa cultura es uno de los mayores retos.

¿Qué medidas específicas se podrían tomar para alcanzar ese objetivo tan rupturista?

Alex Williams: Es fundamental construir una nueva economía. Para eso, creemos en establecer un salario básico universal con el que la gente pueda satisfacer sus necesidades sin tener que delegar en actividad laboral para cubrirlas. Por otra parte, hay que acabar con la idea de que la tecnología es la enemiga que genera más desempleo por la utilización de robots que sustituyen la mano de obra. Es una idea impuesta por la prensa y las instituciones académicas principalmente y cambiar este discurso es el primer paso hacia un proceso reformista.

Delegar en la tecnología supondría una reducción del desempleo, una mejora en la salud mental de las personas por la depresión y ansiedad ligadas al trabajo y un beneficio para el medio ambiente, por reducir el CO2 generado por el transporte o los procesos de producción tradicionales.

Dadas las diferencias en las economías nacionales entre países y de los niveles de vida de cada territorio, ¿cómo es posible establecer un salario universal? 

AW: Hay una respuesta simple y una complicada. La simple es que, inicialmente, habría que establecer ese salario universal. Pero, evidentemente, trasladando la pregunta a una visión global y más realista, cada país cuenta con unos salarios mínimos y con un coste de los bienes y productos distinto; por ejemplo el salario y el coste de vida en India es inferior al del Reino Unido, e incluso hay poblaciones que ni siquiera cuentan con un salario mínimo. Reconocemos que este es un problema complejo y difícil de solventar en la práctica.

De acuerdo con la Organización Internacional del Trabajo, entre el 47% y el 80% de los trabajos son potencialmente realizables por robots. ¿Qué pasaría con el resto? 

NS: Creemos que siempre habrá trabajo que deberían hacer las personas por tener un carácter más humano, como podría ser la atención médica o el cuidado de personas, y no sería necesario sustituir completamente estos puestos. Creemos que se debe atacar al trabajo manual o administrativo que en la mayoría de los casos no es motivador para los trabajadores y es fácilmente realizable por robots. La pregunta que queremos plasmar es si es posible reformar el concepto de trabajo actual.

Una medida que se podría aplicar actualmente es la reducción de las jornadas; hay personas que trabajan horas excesivas para alcanzar un nivel económico digno en trabajos que no desean hacer, lo cual genera en muchos casos deterioro en la salud mental de las personas. Esta situación es totalmente solventable eliminando trabajos y procesos que no tenemos por qué realizar nosotros.

Mencionan movimientos como Occupy o el 15M, que defienden que el 99% de la población se enfrenta al 1% que controla más del 50% de la riqueza mundial. Aunque su modelo promete beneficiar a muchos trabajadores, ¿cómo o por qué iban a renunciar las élites a su posición actual?

AW: Hay dos opciones: un proyecto para sustituir a la élite política o el aumento de personas dentro de las élites que creen que el modelo actual no es sostenible. Ahí juegan un papel importante los medios y las uniones de trabajadores en la creación de un discurso afín a esta ideología. De todos modos, creemos que las élites están cada vez más convencidas de la crisis del capitalismo.

Se supone que su modelo apuesta por una una estructura social que no hemos experimentado hasta el momento, pero parece compartir muchas similitudes con la concepción del modelo comunista. ¿Es cierto?

AW: Bueno, sí, guarda algunos puntos en común quizás en los aspectos más abstractos de la ideología como la liberación colectiva, pero en la práctica presenta medidas que se alejan del concepto tradicional socialista. Hay parecidos con el pensamiento de autores socialistas históricos, pero nuestra idea es abandonar el aspecto utópico y trasladar el modelo a una realidad que tenga en cuenta las condiciones del panorama global.

¿Hay alguna medida que los ciudadanos puedan tomar si quieren favorecer la conversión a este modelo o es una cuestión que depende exclusivamente de las altas esferas?

NS: Involucrarse más en grupos políticos para organizar un movimiento hegemónico y dar fuerza a las ideas. Todavía creemos erróneamente que debemos luchar contra el desempleo y preguntarnos a dónde va la economía nacional. El debate entre estos círculos de ciudadanos hará que poco a poco se cree un cambio en la conciencia social. 

El libro critica a la izquierda y a su tradicional manera de actuar: una actividad basada en la resistencia ideológica en lugar de modelos alternativos ha llevado al fracaso contra el neoliberalismo. ¿Podrían explicar un poco más este planteamiento?

AW: Gran parte de las críticas vienen por la respuesta que se generó en las protestas a la crisis de 2008. Movimientos de protesta como Occupy en Estados Unidos o el 15M en España, movimientos que apelaban a lo que no querían, pero no promovían medidas para conseguir lo que sí querían. Lo importante es poder combinar esas ideas rompedoras dentro de partidos más tradicionales para ejercer la presión suficiente para un potencial cambio.

El libro hace referencia a cómo el neoliberalismo se ha impuesto a través de la educación y los medios de comunicación, creando un pensamiento hegemónico difícil de romper. ¿Qué acciones se proponen para generar un cambio en el discurso?

AW: Es importante precisar que el neoliberalismo se ha ido introduciendo en nuestra sociedad de una manera muy sutil hasta afianzarse como está a día de hoy. Sin embargo, creemos que esta mentalidad está en proceso de desintegración. Tomando a la sociedad británica como ejemplo, se puede ya apreciar un cambio, en las políticas parlamentarias o en cómo tratan la información los medios de comunicación; las élites están buscando una nueva fórmula. El problema es, que como hablamos de una hegemonía global, este proceso de desaparición se irá produciendo de forma gradual y a distinto ritmo entre territorios.

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