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Centros Especiales de Trabajo suben el salario mínimo a cambio de rebajar otras retribuciones
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Al país de la canciller alemana Angela Merkel se le considera un modelo en materia de empleo. Entre otras cosas, porque puede sacar pecho de datos económicos como el del pasado mes de abril, en el que el paro volvía a caer situándose en un 4,9%. Pero el brillo de este tipo de datos no deja ver una realidad de la que muy pocos hablan. A saber, la situación laboral de las personas con discapacidad.
En Alemania se cuentan algo más de 300.000 personas con una discapacidad - física o intelectual - que pasan sus días trabajando en talleres por remuneraciones muy inferiores a lo estipulado por la legislación laboral. El sueldo mínimo se encuentra ahora a 9,19 euros la hora. La figura del empleado con un minijob, que luego se traduce en unas 50 horas de trabajo mensual, recibe unos 450 euros. Una persona con discapacidad empleada en uno de los talleres para discapacitados de Alemania suele embolsarse unos 180 euros mensuales, un montante que se ha mantenido congelado en el último lustro.
Este colectivo, que representa un 1% de la mano de obra del mercado laboral, vive, sin embargo, apartado del mundo del trabajo germano. Quienes integran este colectivo suelen recalar dentro de la red de talleres alemanes donde se ofrece a los discapacitados trabajo en condiciones muy específicas, más adaptadas a sus necesidades, pero apartados del mercado laboral. Por eso, el diario Süddeutsche Zeitung se refería recientemente a la situación de estas personas en un titular: “Al margen e infrarremunerados”.
Cerca de 700 talleres públicos o que cuentan con algún tipo de ayuda pública repartidos por toda Alemania se encargan de dar ocupación a unas 310.000 personas discapacitadas, según las cuentas de la Asociación Federal de Talleres para Personas Discapacitadas (BAG, por sus siglas alemanas). Allí se forma, asiste y se da ocupación a personas discapacitadas en múltiples sectores. Se trabaja en áreas como la carpintería, la hostelería o la logística.
Esos talleres tienen por ley la obligación de ser rentables y clave en esa rentabilidad resulta la escasa remuneración de las personas que se ocupan en estos talleres. Esos 180 euros mensuales no se perciben en concepto de salario sino como una suerte de “indemnización”. Al empleado del taller también se le pagan los seguros sociales y, tras 20 años de trabajo, tiene derecho a una pensión.
Sin embargo, el trabajo en el taller, en realidad, no forma parte del mundo laboral oficial alemán. “Un taller para personas discapacitadas no es un negocio convencional. La gente empleada en los talleres no tiene acceso al mercado laboral o solo podría tenerlo con mucha dificultad”, dice a eldiario.es Almuth Meinert, de la Asociación Ayuda a Vivir, una organización de apoyo a personas con discapacidad intelectual.
En la BAG defienden que el sistema de talleres constituyen en potencia “un puente” para las personas discapacitadas hacia el mercado laboral. No está claro, pese a todo, que ese puente lleve a los discapacitados a integrar los buenos números de ocupación de los que suele dar cuenta la Agencia Federal de Empleo. Así, las organizaciones sindicales tienden a considerar este colectivo como “un pequeño segmento” sobre el que es difícil pronunciarse. Tampoco los expertos en mercado laboral de los grandes institutos de estudios económicos parecen prestar excesiva atención a este colectivo.
Al contrario, el Instituto Alemán para los Derechos Humanos considera que el mercado laboral germano acusa una importante falta de capacidad para incluir a las personas con discapacidad. Sobre los más de 300.000 personas que trabajan en los talleres para discapacitados, esta organización defiende que tienen “muy pocas posibilidades” de entrar en el mercado laboral.
“En Alemania, las personas con discapacidad están al margen del mercado de trabajo”, se señala desde el Instituto Alemán para los Derechos Humanos, donde apuntan que en el país de Merkel hace falta trabajar por un mercado laboral “más inclusivo” en lugar de mantener “estructuras especiales” como son los talleres representados en la BAG.
Según dan a entender desde la organización humanitaria con sede en Berlín, los talleres para discapacitados chocan con lo que establece la Convención de Naciones Unidas sobre Los Derechos de las Personas con Discapacidad, donde se reconoce “el derecho de las personas con discapacidad a trabajar en igualdad de condiciones”. “Ello incluye el derecho a tener la oportunidad de ganarse la vida mediante un trabajo libremente elegido o aceptando en un mercado y un entorno laborales abiertos, inclusivos y accesibles a las personas con discapacidad”, se lee en el artículo 27 de dicha convención, ratificada por Alemania en 2009.
En suma, tras los buenos números del mercado laboral alemán se oculta el drama de los discapacitados, un drama donde varios estamentos sociales están especialmente señalados. A saber, empresarios y políticos. “Los empresarios deben estar dispuestos a reconocer a las personas con discapacidad como un activo para su mano de obra y a darles trabajo en su empresa de acuerdo con un concepto laboral de integración”, señala Meinert, la responsable de Asociación Ayuda a Vivir, quien también apunta a la pasividad de la clase política. “Los políticos deberían crear más incentivos”, concluye Meinert.
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