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Rusia modela un circuito de venta de crudo en la sombra para sortear el embargo occidental

El presidente ruso, Vladimir Putin, pronuncia su discurso anual ante el Parlamento.

Ignacio J. Domingo

11 de febrero de 2023 22:26 h

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Irán lanzó un ilustrativo señuelo al Kremlin en los prolegómenos de la entrada en vigor del límite al precio del petróleo ruso decretado por el G-7 el pasado 5 de diciembre que ya hacía presagiar la táctica rusa para eludir el cerco occidental a sus exportaciones energéticas. La propuesta de la nación persa era una especie de pacto de entendimiento con el que quería fortalecer los lazos geoestratégicos bilaterales.

No fue una maniobra diplomática innovadora, más bien al contrario. Teherán nunca ha tenido reparos en ofrecer al presidente ruso, Vladimir Putin, su “habilidad y experiencia para eludir las sanciones”. Pero se envió en el momento adecuado, cuando Occidente ultimaba su imposición de topar en los 60 dólares el coste del barril de crudo ruso.

La reacción rusa en los dos meses desde el control de precios de su petróleo parece seguir las pautas iraníes al uso, pese a que la medida del G-7 ha mermado las arcas federales del Kremlin. Moscú dejó ya constancia el pasado verano, cuando se tejía la iniciativa del G-7, que no se iba a quedar de brazos cruzados. Por medio de su viceprimer ministro, Alexander Novak, al justificar la negativa del Kremlin a restablecer el flujo del Nord Stream I hasta que EEUU, Europa y el resto de sus aliados dejarán sin efecto las represalias financieras y comerciales: “No habrá reembolsos a firmas energéticas rusas desde las aseguradoras cuando vendan crudo o gas por encima del valor determinado [por el G-7] porque, sencillamente, no van a proporcionar combustibles ni a países ni a compañías que participen de esta prohibición”. Antes de arrojar una bomba de relojería en la línea de flotación del liberalismo: “No cooperaremos con agentes que no siguen los principios del libre mercado”.

Alteraciones en los mercados energéticos

La predisposición de India y, sobre todo, de China desde el final de su política Covid-cero, para adquirir crudo ruso a precios “convenidos y asequibles” y el hábil instrumental iraní en negocios de colocación de barriles fuera de los circuitos oficiales, han terminado de hilvanar la estrategia concebida por Moscú para eludir sanciones y vender sus recursos energéticos a escala industrial.

Al cumplirse el primer año del conflicto bélico de Ucrania, las firmas occidentales, dominadoras del mercado, parecen haberse evaporado de los canales de comercialización, rutas mercantes y formalización de primas de seguros vinculados al petróleo ruso. Mientras, como resaltan desde The Economist en una reciente pieza de investigación, han emergido unos “misteriosos agentes” que contribuyen a la venta de este crudo. “No sólo tienen base en Ginebra, sino en Hong-Kong o en Dubái”. Todos ellos, centros financieros de primer orden, pero también hubs empresariales con críticas por prácticas competitivas dañinas, según la terminología que emplea la OCDE a la hora de identificar paraísos fiscales o enclaves con secreto bancario.

En este contexto en el que el sistema energético global se ha vuelto más disperso, más dividido, y más peligroso es en el que arraigan con facilidad las maniobras oscuras del mercado, advierte el semanario británico. En especial, porque al tope del petróleo se une el del gas y el del gasóleo y otros productos refinados de procedencia rusa. El Kremlin ha encontrado buques mercantes que están dispuestos a utilizar rutas alternativas -con virajes de rumbo urgentes en sus destinos tras subastar in extremis en alta mar la colocación de sus cargas de crudo ruso al mejor postor- para eludir sanciones y seguir suministrando sus productos energéticos, que superan el 10% del flujo global.

Los mercantes bajo falsas banderas y el empleo constante de centros de refino a escala industrial en territorios geoestratégicos para acceder a las grandes pasarelas marítimas internacionales se han convertido en instrumentos esenciales para que Moscú vuelva a recuperar, en tan solo dos meses desde la decisión del G-7, sus niveles de venta de junio pasado. Gracias, en buena medida, a la creciente demanda de India y China, llamados a ser los motores del dinamismo mundial este año, según el FMI, pero también a un “volumen de cargo hacia puertos desconocidos” que han saltado a niveles sin parangón y que dejan traslucir que el crudo ruso y sus canales logísticos en la sombra están detrás de esta variante del mercado.

En diciembre, los buques griegos, las aseguradoras británicas o los bancos holandeses o nipones todavía gobernaban, como ha sido tradición, este sector. A pesar de que su gestión del petróleo ruso casi se colapsa, al pasar del 60% al 13% de sus operaciones. En enero, pasaron a significar el 36%. Los primeros efectos de la táctica del Kremlin empezaron entonces a tomar cuerpo.

Un botón de muestra de la táctica rusa aparece en el Estrecho de Gibraltar donde fondeaban sin obstrucción española ni británica buques con banderas de conveniencia que realizan trasvases de crudo. Y, por supuesto, con el beneplácito marroquí. Hasta manejar mediante estas prácticas alrededor del 20% de las exportaciones rusas de petróleo, según datos de la firma de análisis de mercado Vortexa facilitados a Bloomberg. El Gobierno español tuvo que actuar mediante la advertencia de sanciones a empresas españolas que asisten a estos buques para frenar las operaciones a pocos kilómetros de la costa española, según publicó El Confidencial.

Pero este mercado negro del crudo no se limita a las aguas próximas al Peñón. Omán o Emiratos Árabes Unidos (EAU) importaron en los diez meses transcurridos entre la invasión rusa y el final de 2022 más barriles rusos que en el trienio anterior para, con posterioridad, revender el petróleo a Europa. Mientras Malasia vende más del doble del oro negro que produce a China, la mayoría de probable procedencia iraní, pero se sospecha que otra parte emana de las plataformas siberianas rusas. Además de provocar un daño colateral de cierta magnitud en unas firmas reaseguradoras que van a tener que decidir en las próximas semanas si salen definitivamente del estilo comercial ruso o, en caso contrario, aumentan sus provisiones por el incremento de costes y de riesgos por coberturas a compañías que formalizan seguros mercantes.

A Rusia, este tránsito temporal también le ha deparado tensiones. En enero, sumó un agujero a su déficit presupuestario de 1,7 billones de rublos -alrededor de 25.000 millones de dólares-, un desplome mensual desconocido desde 1998 en plena crisis financiera que encumbró a Putin como primer ministro, con una merma impositiva por tributos asociados a la energía de 426.000 millones de rublos, como reconoce su Ministerio de Hacienda. El primer mes de 2023 registró un precio promedio del barril de los Urales -de referencia en el mercado ruso- de 49,48 dólares, su nivel más bajo desde diciembre de 2020 y lejos de los 77,82 que marcó el Brent.

La opacidad y la especulación, monedas de cambio

Este circuito -avanzan fuentes del sector- se ampara, por un lado, en la legalidad de la venta de crudo a empresas rusas a precios superiores al marcado por el G-7 hacia otras latitudes. Aunque, por otro, también en consorcios empresariales e inversores que no reconocen este tope y que no usan vías logísticas habituales en los trayectos energéticos occidentales. Opera y se beneficia de una opacidad que se genera por nuevos agentes e intermediarios, el aumento de la flota de mercantes con tanques para transporte de crudo y combustibles como el gasoil y de unos flujos de capital de oscura procedencia.

Las firmas occidentales están de retirada en este mercado. Entretanto, surgen otras de Turquía o Sri Lanka, además de banderas panameñas por doquier, entre otras, con centros ejecutivos en Ginebra, el centro de las mercancías de materias primas preferido de las empresas del G-7. Así como en Dubái, donde han irrumpido una treintena de compañías rusas de comercio desde el comienzo de la invasión en Ucrania. “Sin que haya precedentes históricos de su radicación en el emirato”, incide The Economist.

Este panorama está creando no pocas tensiones geopolíticas. “Las ansias de los socios europeos por almacenar gas ha drenado los recursos de países en desarrollo para conseguir energía en los mercados exteriores”, enfatiza Vijaya Ramachandran, director en Breakthrough Institute, centro de investigación ambiental californiano. Y no sólo por el gas natural, también por el petróleo o sus productos refinados, así como fertilizantes, cemento, acero o vidrio. Todos ellos materiales con los que se puede generar electricidad. “Si bien el gas es su fuente principal en Europa, donde aporta el 34% del mix eléctrico”, recuerda Jacob Kincer, analista en Energy for Growth Hub, consultora de eficiencia energética.

Moscú está aprovechando la coyuntura para salir del aislamiento diplomático y ganar adeptos a su causa de petróleo a raudales y barato a socios estratégicos. No parece casual que su ministro de Exteriores, Sergei Lavrov, haya visitado África dos veces en diez días, especialmente a países productores y a socios de la OPEP como Irak, y haya redoblado las conversaciones oficiales con China, Egipto o Pakistán. Como alertan desde hace semanas en think tanks como el CSIS (Center for Strategic and International Studies) las sanciones del G-7 van a encontrar serios obstáculos si no consigue que una lista nutrida de países sucumba a sus influencias y se aleje de los intereses geopolíticos de Moscú.  

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