Con el verano, la piel se enfrenta a factores como el calor, el sol, el cloro de las piscinas, la sal del mar, la deshidratación, etc. Es el momento de protegerla y cuidarla al máximo para mantenerla saludable y lejos de estas agresiones.
De todas, el sol juega un doble papel. Por un lado puede ser un excelente aliado porque nos aporta vitamina D para el reforzamiento óseo, pero también es el principal “agresor” de nuestra piel porque los daños celulares de las quemaduras solares que aparecen en edades tempranas pueden tener graves consecuencias en el futuro.
Como recuerda la Academia Española de Dermatología y Venerología (AEDV), las células cutáneas se oxidan y se daña su material nuclear, lesión que persiste y que la piel se encarga de recordar a lo largo del tiempo.
Por qué debemos protegernos del sol
Durante los meses de verano, y especialmente en las horas centrales del día, es muy importante protegerse de los rayos solares ultraviolados (UV) porque una exposición excesiva a la radiación ultravioleta UVB y UVA induce daño en la piel y da lugar a un proceso fisiopatológico que juega un papel determinante en el desarrollo de cáncer de piel y en el envejecimiento prematuro.
Evitar las quemaduras solares es fundamental porque el riesgo de melanoma en la edad adulta se duplica si durante la infancia o adolescencia (en los primeros 20 años de vida) se han sufrido quemaduras. Desde la campaña europea Euromelanoma, los expertos recuerdan que el daño que provoca el sol en la piel es permanente; aunque las quemaduras desaparezcan, los cambios sufridos en la piel permanecen, aunque no sean visibles.
Según una investigación publicada en Journal of the European Academy of Dermatology and Venerology, el 88% de las personas encuestadas son conscientes de los riesgos de desarrollar cáncer de piel cuando se exponen sin protección. Sin embargo, cuatro de cada diez personas no se protegen del sol de manera adecuada (excepto si están de vacaciones).
Debemos tener presentes aspectos como que, aunque el día esté nublado, también nos exponemos a los rayos UV y que el agua no protege del sol, aunque la exposición es menor. Además, en la mayoría de los casos solemos pasar de nada a todo, sin filtros, de permanecer lejos de los rayos del sol a los interminables baños de sol y playa. Preparar la piel para el verano debe ser un trabajo progresivo.
Fotoprotector, un arma eficaz contra el sol
Todos los tipos de piel deben protegerse con un protector solar de amplio espectro, que ayude a bloquear los rayos ultravioleta tipo A (UVA) y los del tipo B (UVB), que provocan cáncer de piel y contribuyen al envejecimiento. Aunque ningún protector solar es capaz de bloquear al 100% los rayos UV, según la Sociedad Americana del Cáncer (ACS), es importante saber elegir el mejor.
Como recuerda la Doctora Aitana Robledo, dermatóloga de la Fundación Jiménez Díaz, es recomendable usar un fotoprotector 50+ para la cara y el cuerpo, el más alto posible. “El SPF o factor de protección solar es el tiempo de protección que tenemos ante la exposición a los rayos”, explica.
Lo más recomendable es que el SPF sea de amplio espectro. Esto significa que nos proteja de todos los tipos de radiaciones solares: los rayos UVB, que son los que afectan de manera directa a la epidermis, la capa más superficial de la piel y la que hace que se active la melanina, responsable de que la piel se broncee; los rayos UVA, los responsables de que aparezca el envejecimiento cutáneo y manchas (los fotoprotectores llevan la palabra UVA rodeada de un círculo; protección infrarroja, responsable de la deshidratación; protección frente a la luz visible, culpable del estrés oxidativo de la piel).
El fotoprotector debe aplicarse al menos 15 minutos antes de la exposición solar, sin olvidar zonas que a menudo suelen pasarse por alto como las orejas, los labios, el escote o la parte superior de los pies. Y lo haremos cada dos horas, o más a menudo si sudamos mucho o nos mojamos. La AEDV aconseja aplicar una cantidad de 2 ml/cm2 o 2 mg/cm2, lo que equivaldría a dos dedos (índice y corazón) cubiertos de crema.
Fotoprotección sin fotoprotector, otras formas de cuidar la piel
La protección física también es fundamental. Además del uso de gafas, que deben bloquear al menos el 99% de la luz ultravioleta (UV), otros complementos como sombreros de ala ancha o ropa adecuada son claves.
La ropa oscura de tejidos densos (nylon o poliéster) nos protege más que la ropa clara de algodón o lino. Una eficaz manera de saber si la ropa cumple con su función es “ponerla entre el sol y nosotros; si deja pasar mucha luz, no es buena para protegernos”, admite la dermatóloga.
Además de la ropa, la nutrición también juega un papel decisivo en el cuidado de nuestra piel frente a las inclemencias del verano. La vitamina C es una gran ayuda para la fotoprotección y nos permite luchar contra el estrés oxidativo. También los nutricosméticos, antioxidantes en forma de comprimidos, nos ayudan a preparar la piel para el verano.
Otras formas eficaces de protegernos es evitar el sol entre las horas centrales del día, es decir, entre las 11 de la mañana y las 4 de la tarde e intentar exponer nuestra piel a la menor cantidad posible a la luz solar directa. Buscar la sombra o usar una sombrilla si vamos a la playa nos ayudarán a minimizar los riesgos porque reduce en un 50% la exposición a los rayos UV.