Esófago de Barrett o cuando el interior del esófago se irrita de forma crónica
Nuestro cuerpo es un sistema complejo y preciso de órganos que funcionan a la perfección. El esófago es uno de ellos. Este órgano tubular conecta la boca con el estómago y está formado por varias capas, la más interna de las cuales se llama mucosa. La mucosa esofágica está formada por células planas (epitelio plano) ya que es la capa en contacto íntimo con los alimentos sin digerir en su camino al estómago.
La unión entre el esófago y el estómago, también llamada cardias o unión gastroesofágica, está provista de mecanismos anti-reflujo que impiden que el ácido vaya desde el estómago hacia el esófago. En ocasiones, estos mecanismos están dañados y se produce una exposición ácida patológica del tercio inferior del esófago. Como consecuencia de una exposición ácida patológica y prolongada, pueden aparecer diversas complicaciones del reflujo gastroesofágico, como el esófago de Barrett.
Qué es el esófago de Barrett
En palabras de la Doctora Marina Gil Santana, especialista del Servicio del Aparato Digestivo del Hospital Universitario Infanta Elena, “el esófago de Barrett consiste en cambios en la pared esofágica, cuyas células adquieren un aspecto propio del epitelio intestinal, un fenómeno conocido como metaplasia intestinal”. Es este revestimiento anormal lo que se denomina esófago de Barrett, una enfermedad que en España afecta a unas 2.500.000 personas, aunque solo están diagnosticadas unas 400.000, según datos de la Asociación de Enfermos de Esófago de Barrett (asenbar).
En esta enfermedad, por tanto, la mucosa normal del esófago, formada por el epitelio plano, es reemplazada por mucosa sana de otro órgano, el intestino delgado, en un fenómeno conocido como metaplasia intestinal. Este cambio puede aparecer como consecuencia de una exposición ácida prolongada y excesiva de la mucosa esofágica, en el contexto de la enfermedad por reflujo gastroesofágico (ERGE)
Otros factores de riesgo pueden jugar un papel importante en su desarrollo, como el sexo masculino, tener más de 50 años, etnia caucásica (es más raro en la población asiática y negra), así como el consumo de tabaco y la obesidad central.
El diagnóstico de esófago de Barrett implica que los cambios mucosos descritos “tienen que ocurrir en una extensión superior a un centímetro”, afirma Gil Santana, que detalla, además, que se produce en la porción inferior del esófago, justo por encima de su unión con el estómago.
Aunque no es un cáncer de esófago, sí puede predisponer su aparición ya que “estas células pueden seguir mutando y adquirir rasgos displásicos, es decir, premalignos, por lo que su aparición puede llegar a ser grave y requiere de un estudio y seguimiento adecuado a cada caso”, continúa la experta, que matiza sin embargo que el riesgo absoluto global es bajo –menos de un 0,5% de pacientes por año.
Cómo puede alguien saber que tiene esófago de Barrett
La mayoría de las personas con esófago de Barrett acostumbran a tener reflujo ácido. Como afirma Gil, “no presenta unos síntomas específicos más allá de los asociados con el reflujo gastoesofágico”, algo que suele ocurrir junto con otros síntomas como pirosis –ardor que sube desde el estómago hasta el cuello y que se percibe en el centro del pecho, por detrás del esternón; regurgitación –retorno sin esfuerzo al esófago, e incluso la garganta, de una parte del contenido gástrico ácido, así como dolor en el pecho, síntomas respiratorios, tos continua o dificultad para tragar. Puede ocurrir que algunas personas apenas presenten síntomas, a pesar de tener reflujo.
La mayoría de las veces la sospecha de que alguien pueda tener esófago de Barrett se basa en estos síntomas y los factores de riesgo mencionados. Ante la sospecha, el especialista llegará al diagnóstico a través de la toma de biopsias esofágicas mediante una endoscopia digestiva alta, una gastroscopia, que permitirán confirmar la existencia de metaplasia intestinal al examinar el tejido al microscopio.
Esta prueba permite visualizar el interior del esófago y del estómago: la unión gastroesofágica en una persona con esófago de Barrett es rosada e irregular (se suele describir como lengüetas o islotes asalmonados) , mientras que en condiciones normales, este tejido presenta un color pálido y brillante.
Qué impacto puede tener el esófago de Barrett en la vida de alguien
Una vez que llega el diagnóstico es importante tener en cuenta que puede afectar a una persona de muchas maneras. “La principal medida a tomar es el cese inmediato del hábito tabáquico, si hay, el control del peso y del reflujo gastroesófagico”, advierte Gil. Esto es así ya que la obesidad aumenta la presión dentro del abdomen, favoreciendo la aparición de reflujo gastroesofágico.
En ocasiones, también es necesario limitar la ingesta de alimentos como las grasas, el chocolate, el té y el café, los alimentos picantes o los cítricos, pero las recomendaciones dietéticas deben “individualizarse en cada paciente”, reconoce Gil.
Los especialistas también recomiendan realizar varias comidas pequeñas y frecuentes en lugar de pocas y copiosas para evitar que se produzca reflujo. Dormir del lado izquierdo minimiza el ascenso de ácido al esófago durante la noche.
De la sospecha a los controles periódicos en el esófago de Barrett
La gran mayoría de los pacientes con esófago de Barrett serán tratados con un inhibidor de la bomba de protones (de la familia del omeprazol), que actúan bloqueando la producción de ácido en el estómago, por tanto, ayudan a controlar los síntomas de reflujo y a disminuir el desarrollo de progresión a displasia y cáncer.
A partir del diagnóstico, no podemos olvidarnos de hacer un seguimiento para evitar que llegue a desarrollarse un tumor. El control del esófago de Barrett es una parte vital del tratamiento que dura toda la vida. La realización de forma periódica de endoscopias, con un intervalo que marca el especialista en función de la longitud del esófago de Barrett y de la presencia o no de displasia y de su grado, deberá contemplarse siempre porque, en palabras de Gil, “no hay un tratamiento farmacológico, a día de hoy, que cure esta entidad”.
Estos controles frecuentes permiten el control de posibles “lesiones visibles sospechosas de malignidad”, afirma Gil, y en este caso extirparlas de forma poco invasivas. En caso de que no haya lesión visible pero sí displasia en las biopsias, el especialista puede aplicar radiofrecuencia para tratar zonas más extensas y evitar la progresión a cáncer de esófago.