CX-5, inspiración japonesa al servicio de la emoción
Cuando se trata de extraer sensaciones de un automóvil, pocas marcas hacen tanto esfuerzo como Mazda. La segunda generación del todocamino CX-5 consolida la aportación de la filosofía KODO al diseño interior y exterior, sobre una base argumental elaborada y trascendente.
Mazda produce coches que transmiten algo más a sus conductores. Fuertemente arraigada a su origen, lo que ellos llaman ‘el espíritu de Hiroshima’, el apoyo en una inspiración 100% japonesa le ha valido una posición distinguida en el mercado. La última generación del CX-5, culmina la aplicación de la inspiración KODO en el diseño global del coche.
KODO, el alma del movimiento
Para llegar a la forma exterior que se reconoce en la última generación de productos Mazda, el equipo de diseño ha buscado inspiración en la naturaleza para transmitir la sensación de movimiento estando parado, esa tensión acumulada antes de una explosión de energía, como un depredador antes de abalanzarse sobre su presa. Así, los pasos de rueda y la tensión entre los pilares del perfil del CX-5 nacen de la observación de un tigre en plena caza. Y esos volúmenes son después marcados y trabajados para que, bajo la incidencia de la luz, nazcan nuevas formas que van cambiando según el punto de vista desde el que se mire.
El frontal del nuevo Mazda CX-5 gana en presencia respecto a la generación anterior con una calandra más voluminosa, recorrida de punta a punta por un afilado elemento cromado que enmarca también a las ópticas.
Las líneas que nacen en la calandra y continúan sobre el capó recorren todo el perímetro del coche definidas con precisión, pero sin aristas vivas. La superficie acristalada parece mayor por el uso del color negro en los pilares B y C, junto al uso de unos espejos retrovisores más finos. En el lateral, la sucesión de superficies cóncavas y convexas crean nuevas formas que no se perciben con la sola mirada a los paneles.
El conjunto traslada esas mismas notas al interior. La ergonomía y la posición natural de todos los mandos es una de las obsesiones de Mazda y en el CX-5 la arquitectura del interior organiza todos los controles e instrumentos alrededor de un volante deportivo de pequeño diámetro.
Realce visual
Para transmitir con claridad esas líneas y volúmenes más artísticas que industriales, Mazda incorpora en el nuevo CX-5 la más reciente evolución de sus pinturas inspiradas en la técnica tradicional japonesa del ‘takuminuri’: un acabado preciso y artesanal.
Expresado en dos tonos, rojo y gris, las pinturas Soul Red Crystal y Machine Grey están compuestas por una capa reflectante con partículas de aluminio, otra translúcida y una transparente en la superficie que consiguen un 20% más de brillo y un 50% más de profundidad en las zonas oscuras. Y sin que más capas signifiquen más grosor del revestimiento o complicaciones en el proceso de secado: esta pintura, puede ser reparada en un taller autorizado, sin merma en su aspecto.
El mismo aspecto exterior de un concept car plantado en un salón del automóvil, pero que se puede adquirir por un particular. Un avance tecnológico inédito en la industria, puesto que Mazda considera firmemente al color como un elemento de la forma de sus vehículos.