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¿Platos con nuevos ingredientes y menos emisiones? La era de la biotecnología alimentaria promete una comida más saludable y sostenible

Onego Bio

Tomás Muñoz M.

Pascual Innoventures acaba de presentar la tercera edición de Mylkcubator, el programa especializado en el desarrollo de proyectos de innovación para el sector alimentario que, hasta el momento, ya ha invertido dos millones de euros. Entre las novedades de esta entrega destaca que el enfoque se ha abierto más allá de los lácteos, abarcando componentes de café, cacao y otros ingredientes, además de desarrollar sustitutos de sodio y edulcorantes. Prueba de esta apertura de miras es el hecho de que una de las startups beneficiadas haya sido Onego Bio, firma que desarrolla una alternativa a la clara de huevo mediante fermentación de precisión.

Pero además de ampliarse el campo de acción, la otra gran noticia que ha dejado esta edición es la participación de dos empresas emergentes españolas, Innomy y Cultzyme, ambas asentadas en Euskadi y seleccionadas por trabajar con proteínas alternativas y bioprocesos avanzados. Tanto es el interés por estas nuevas líneas de investigación que Gabriel Torres Pascual, CEO de Pascual Innoventures, indicó que “en futuras ediciones, se podrían explorar áreas como la nutrición personalizada o las tecnologías para la hostelería y la sostenibilidad, ya que nuestro objetivo es incluir estas soluciones en el mercado, siempre que estén alineadas con nuestra cadena de valor”.

Desde su lanzamiento en 2021, “las firmas participantes en Mylkcubator han alcanzado un valor agregado de 280 millones de euros, con una recaudación de 96 millones de inversión. Para lograrlo, el programa proporciona proyectos concretos, credibilidad y visibilidad, lo que atrae a inversores”, amplió el CEO. ¿De qué manera? “No solo con inversión, sino también con conocimiento de mercado, marketing, comunicación, I+D, apoyo legal y regulatorio. De hecho, contribuimos a mejorar su visibilidad frente a los inversores y les ayudamos a preparar su pitch”, agregó. “En estos tres años, las startups han madurado significativamente. Ahora son más avanzadas y están mejor preparadas para atraer inversores, lo que ha profesionalizado el sector”, remarcó el responsable.

En opinión Gabriel Torres Pascual, “Mylkcubator se ha consolidado como un programa de referencia a nivel global en un nicho especializado —fermentación de precisión, cultivos celulares, agricultura molecular— y los inversores de todo el mundo lo reconocen”. Entre las claves para conseguirlo, apuntó que “la sostenibilidad es clave, siempre alineada con los acuerdos de París, por lo que desde Pascual trabajamos en proyectos de reducción de emisiones en toda su cadena de suministro, incluida la ganadería”.

¿De qué avances concretos se trata?

Para comprender en qué punto se encuentra la innovación en la industria alimentaria, lo mejor es conocer el trabajo desarrollado por las propias startups. Así, Juan Pablo de Giacomi y Francisco Kuhar CEO y CSO, respectivamente, de la empresa española Innomy, concretaron que su objetivo es utilizar procesos biotecnológicos sostenibles basados en micelio de hongos y revalorizar subproductos de diversas industrias como materias primas: “Las proteínas de hongos ofrecen una calidad similar a las proteínas animales, pero sin los efectos negativos asociados, como son las grasas, el colesterol o el ácido úrico. Además, tienen un impacto ambiental significativamente menor y son más saludables”, señalaron.

Para seleccionar los subproductos “nos basamos en tres criterios: el coste ambiental, el coste económico y el origen local para evitar los problemas asociados al transporte”, matizaron Giacomi y Kuhar. Después es el hongo el que decide si el subproducto en cuestión es adecuado para producir proteína de calidad. “Nuestro principal desafío es que la industria acepte la incorporación de nuevas tecnologías sin derivar en altos costes, pero gracias a Mylkcubator podemos darnos a conocer, además de ofrecer una oportunidad para los early adopters”, aseguraron.

Por su parte, Juan Garzón y Rubén Palomero son fundadores, además de CEO y CTO, respectivamente, de Cultzyme. En su caso, “la propuesta se basa en ofrecer una plataforma integral de bioprocesamiento que combina biorreactores inteligentes con una plataforma virtual. Esta tecnología centraliza los datos y utiliza inteligencia artificial para reducir los diseños experimentales, acelerando las fases de I+D y logrando una transferencia exitosa a escala industrial”, remarcaron. De cara a facilitar la comprensión para los profanos en la materia, se trata de un hardware multipropósito que, entre otras ventajas, “reduce el consumo de agua, energía y electricidad, optimiza procesos y es capaz de trabajar con diferentes organismos como células, bacterias o levaduras”, insistieron los expertos.

Tanto Garzón como Palomero son optimistas en su sector y creen que “la biomanufactura y la biología sintética alcanzarán cifras millonarias en los próximos años”. “En nuestro caso —continuaron—, la empresa tiene un equipo conformado solo por seis personas y ha levantado 1,2 millones de euros sin dilución. Por eso ahora buscamos financiación para dar el salto a la precomercialización y expandirnos internacionalmente con el objetivo de transformar el sector”. Hasta el momento, participar en Mylkcubator les está ayudando a conectar con los inversores, aumentar la atracción de la compañía y acelerar la comercialización de la tecnología: “Estamos en plena ronda de inversión”, concluyeron los responsables de Cultzyme

Mylkcubator se consolida así como un referente en innovación alimentaria, apoyando a startups que desarrollan tecnologías sostenibles y revolucionarias e impulsando la creación de alternativas más saludables y ecológicas que marcan el camino hacia un futuro más saludable, sostenible y respetuoso con el medio ambiente.

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