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Qué son y por qué son fundamentales las comunidades energéticas

Una imagen de la serie documental que se enmarca en la campaña “Tomemos la Energía” de Amigos de la Tierra

Azahara García

Las comunidades energéticas son, según los datos de la UE, cada vez más habituales. Los estados que cuentan con un mayor número de estas asociaciones basadas en el autoconsumo energético local son Alemania, Dinamarca y Países Bajos. En España, hay más de 40 comunidades proyectadas, según datos del Instituto para la Diversificación y el Ahorro de Energía (IDAE). Según la proyección de un estudio de la asociación ecologista Amigos de la Tierra, solo con comunidades energéticas basadas en autoproducción se podría llegar a satisfacer para 2030 un 58% de la demanda eléctrica, si se pusieran en marcha ya.

Para concienciar sobre esto, la asociación Amigos de la Tierra ha lanzado una serie documental de tres capítulos que desgrana, con los testimonios de participantes de varias comunidades energéticas, el proceso de estos proyectos, desde el germen y la primera idea hasta que las comunidades son una realidad palpable. La serie documental, que se enmarca en la campaña “Tomemos la Energía” de Amigos de la Tierra, cuenta las experiencias de las comunidades energéticas de Monachil (Granada), Luco de Jiloca (Teruel), Arroyo Alumbra (Huelva), Buchabade (Pontevedra) y Gares Energía y Gares Bide (Navarra).

“La mayoría no teníamos ni idea, teníamos ganas”, explica Carlos Urra, presidente de Gares Energía en el primer capítulo. Las motivaciones iniciales no son las mismas para todos, en algunos casos es el miedo a la despoblación, en otros la expropiación de un monte comunal o el cambio climático, pero lo que sí es común son las ganas de cambiar las reglas establecidas y hacerlo en comunidad. “El objetivo era producir energía, autoconsumirla, empoderarnos y generar alrededor de este proyecto otra riqueza en el pueblo, otros proyectos que pudiesen surgir y luego colaborar también de una manera práctica o más activa a esta idea de renovables sí, pero así no”, resume María Navarro, miembro motor de Luco Energía.

Y es que ¿qué son las comunidades energéticas? Se trata de grupos de personas que se constituyen legalmente para llevar a cabo un proyecto de energías limpias basado en la descentralización de la energía y con las personas como protagonistas de este cambio energético. Las comunidades energéticas se muestran como elementos clave para democratizar la energía y luchar contra la emergencia climática, pero también son un potente germen que favorece la creación de un fuerte sentimiento de pertenencia a una comunidad. “Lo importante no es llegar al punto y conseguir el hito, sino el camino que uno pasa a través de todas esas fases y las cuestiones que va sorteando, las relaciones que se van trabando, los aprendizajes que uno va adquiriendo”, cuenta Rosario Alcantarilla, de la cooperativa Comunidad Arroyo Alumbra.

El papel de la administración y la burocracia

Para avanzar hacia la comunidad energética es necesario llevar a cabo una serie de pasos, muchas veces de forma paralela, como decidir la forma jurídica, el tipo de instalación que más conviene, las licencias y autorizaciones o con qué instituciones y administraciones hay que hablar. “Al final cada proyecto va a tener que ir aprendiendo y adaptándose a las circunstancias propias de su propio proyecto”, afirma Navarro en el capítulo dos de esta serie, el dedicado al papeleo derivado de este tipo de comunidades.

El camino no es fácil, pero puede lograrse con constancia. “Si lo hemos hecho nosotros lo puede hacer cualquiera, eso está clarísimo. Tienes que implicarte, tienes que hacerlo tú. Esto no se puede dejar en manos de las grandes eléctricas o de los políticos”, asegura Urra. Y Navarro lo tiene claro: “Creo que es la manera de que la ciudadanía pueda dar pasos por sí misma de manera autónoma y empoderándose”, sentencia.

Monitorización y ahorro

Para ser autónomo, y una vez está funcionando la instalación, es fundamental la monitorización para que la optimización sea máxima. “Uno de los puntos fuertes de una comunidad energética y en este caso de un autoconsumo colectivo es que lo que se genera aquí se pueda consumir aquí, es decir, que la exportación a la red sea la mínima posible y que el consumo instantáneo sea lo mayor posible. Para eso es necesaria la monitorización, tenemos que tener datos de cuánto se está produciendo y cuánto estamos consumiendo para así poder, en la medida de las posibilidades, adaptar los consumos a cuando hay generación”, explica Álvaro Fernández, miembro de la comunidad energética del Río Monachil. “Una de las transiciones necesarias que debemos hacer es adaptarnos a las posibilidades físicas de nuestro entorno”, sentencia.

Y aquí llega uno de los puntos que podría aparecer como clave pero que, a medida que aumenta el sentimiento de comunidad y pertenencia, se revela como algo más secundario: el ahorro. “Sin modificar esos hábitos de consumo actuales, el ahorro inicial siempre se plantea en torno al 30-40 % sin modificar nada, luego obviamente teniendo en cuenta cuando estás produciendo y teniendo una monitorización puedes optimizar muchísimo, llegando pues al 60-70 % de tu consumo”, ejemplifica Carlos Ariñez, del grupo motor de Luco Energía.

¿Lo mejor para todos ellos? Que estas comunidades tienen un fuerte y positivo efecto contagio y se van extendiendo y creando otros proyectos paralelos de gestión común.

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