Obligado a compartir piso con tu ex: cuando la crisis de vivienda condiciona las relaciones de pareja
“Carlos tiene dos carreras. Vende alarmas para chalés. Ana un máster, varios idiomas, y hace camas en un hotel. No se quieren ya, no se soportan. No se tocan ni con un pie. Pero cada mes se necesitan para pagar el alquiler”. Así comienza la letra de Espejos de caos, de la banda Biznaga. La situación que retrata el grupo madrileño en este tema podría parecer una exageración pero, sumergidos en plena crisis de vivienda, la historia suena familiar. Más de la mitad de las personas que comparten piso en España (56%) lo hacen porque no pueden permitirse vivir solos, según indica un informe realizado por el portal Fotocasa.
Un problema de acceso al alquiler y a la vivienda que atraviesa a muchas parejas que se ven forzadas a tomar decisiones que acaban condicionando su relación: mudarse juntos antes de lo previsto para amortiguar gastos o porque es imposible hacerlo en solitario, compartir casa con más personas o seguir conviviendo bajo el mismo techo tras una ruptura. Otras aristas de una situación de crisis que está agitando la movilización en las calles en diferentes ciudades de España. La primera de estas manifestaciones por el derecho a la vivienda tendrá lugar el sábado 13 de octubre en Madrid.
Olmo González, de 43 años, lo dejó hace un año con su pareja, con la que tiene dos hijos menores de edad. “Nos fuimos a vivir juntos muy pronto, hace más de 15 años, porque salió un piso barato de alquiler. Han sido años muy buenos”, cuenta a elDiario.es. Pero el alto precio de la vivienda le imposibilita mudarse ahora mismo. Agradece la buena relación entre ambos, pero es obvio que no se trata de una situación cómoda. “Necesitamos nuestro espacio y separar la convivencia aunque sigamos siendo amigos”. Es cuestión de salud mental. Lo atascada que está la situación le hace pasar estrés y hasta noches en vela. “No quiero ni imaginar cómo es la típica separación de parejas de mediana edad con hijos e hipoteca, y más si no hay entendimiento”, destaca. Está planteándose pagar la entrada para una hipoteca, pero reconoce que tendrá que buscarse trabajos extra y reducir los gastos de forma drástica. “Vivir solo significa pagar el doble en todo, literalmente”.
Necesitamos nuestro espacio y separar la convivencia aunque sigamos siendo amigos
Tras los problemas económicos, la sanidad y la calidad del empleo, la vivienda es el problema que más afecta en la vida de los españoles, según el barómetro CIS de septiembre. El derecho a la vivienda está recogido en el artículo 47 de la Constitución. ¿Tener que vivir con compañeros de piso hasta los 40 —cuando no querrías— es tener una vivienda digna? ¿Lo satisface verse obligado a mudarte con tu pareja porque no te queda otra? Para Antonio Echaves, sociólogo especializado en vivienda y emancipación, profesor titular de la Universidad de Sevilla, no lo es. “El aumento de los hogares multipersonales es una opción de hogar impuesta por el mercado de la vivienda. Para muchos es la única forma de tener un techo”, explica. Define la situación como la de “un derecho humano que se ha vuelto un lujo”.
“Compartir espacio con un ex puede ser duro. Hacerlo por obligación puede llegar a ser una tortura psicológica. La situación de no poder vivir solo en una gran ciudad hace que muchas más personas de las que pensemos tengan este problema”, dice el sociólogo. De hecho, según revela a elDiario.es, en sus últimas investigaciones ha hallado una correlación entre la dificultad de acceso a la vivienda y la forma de vida. “Donde vemos ciudades menos tensionadas por el precio vemos menos pisos compartidos y menos pisos de parejas. En cambio, en las más tensionadas disminuyen los hogares unipersonales”, aclara.
Vivir solo permite a una persona sentirse realizada, independiente y autónoma. “Es una tortura legalizada, nos exprimen en el trabajo y también en el lugar donde vivimos, y no hay muchas salidas”, opina al respecto Olmo González.
Donde vemos ciudades menos tensionadas por el precio vemos menos pisos compartidos y menos pisos de parejas. En cambio, en las más tensionadas disminuyen los hogares unipersonales
La juventud se lleva la peor parte
Independizarse en España es un problema. Los residentes en España se emancipan, de media, pasados los 30 años, según los últimos datos del Observatorio de Emancipación del Consejo de la Juventud de España (CJE). Es la cifra más alta de los últimos 20 años. El contexto no es una dualidad entre los que pueden ser independientes y los que no; la mayoría es incapaz de mantenerse exclusivamente por sí mismos. Solo el 15,9% de los menores de 25 años vive sin ayuda de sus padres, según el CJE. Y a esto hay que sumar la dificultad de acceso al trabajo. El pasado mes de agosto nuestro país volvió a liderar las listas de desempleo juvenil en toda Europa. Un 24,7% de los menores de 25 años no tienen trabajo.
No ayuda que los precios del alquiler se hayan disparado de media un 30% en los últimos siete años. De hecho, en 2023 la población gastó el 43% de su sueldo en pagar el alquiler, según datos recabados por Fotocasa. Y si la gente vive en habitaciones es porque una de cada cuatro cuesta más de 400 euros y en Catalunya, Madrid, Illes Balears, Euskadi y Navarra alquilar una habitación de media cuesta más de 450 euros, según otro estudio de la citada plataforma de alquileres. Los 944 euros al mes de media que paga un joven por alquilar una vivienda es el precio más alto desde que existen registros, según el mismo CJE. ¿Conclusión? Independizarse es más difícil que nunca.
Los jóvenes son quienes más frustrados ven sus aspiraciones de vivir solos. Julia Sánchez-Arévalo se ve obligada a apurar el momento de vivir con su pareja. Esta periodista de 25 años vive en Madrid y dice que por “el bajo sueldo, los alquileres desorbitados y el precio de la vivienda, independizarse es imposible”. La literatura científica respalda su testimonio. En el estudio Emancipación residencial y acceso de los jóvenes al alquiler en España: un problema agravado y su diversidad territorial (Universidad de Sevilla, 2021), coinciden en los problemas clave para el retraso de la edad de emancipación en España: la precariedad laboral y el mercado de la vivienda.
“Tengo pareja estable y hay una parte de ilusión en irnos, pero no podemos obviar que la situación de la vivienda es lo que nos obliga en última instancia a vivir juntos. Yo, de primeras, hubiese vivido sola. El sistema actual acelera un proceso que yo tomaría mucho más adelante en mi relación”, reflexiona Julia. “A veces hasta te planteas perder ocio por tener el dinero para pagar el piso”.
Tengo pareja estable y hay una parte de ilusión en irnos, pero no podemos obviar que la situación de la vivienda es lo que nos obliga en última instancia a vivir juntos. Yo, de primeras, hubiese vivido sola
También Mara Martín (pseudónimo) tuvo que priorizar compartir piso con su pareja en Madrid sin quererlo en ese momento para poder independizarse. “No tenía amigos que compartiesen piso en ese momento ni podía irme sola. Hubo crisis de pareja. Hoy seguimos juntos, pero al final tuve que ceder yo porque no tenía otra posibilidad”, relata. “No poder tomar la decisión que hubieras querido por motivos económicos tiene trascendencia en la pareja”.
Ahora mismo Mara confiesa a elDiario.es que se sienten privilegiados por pagar 500 euros al mes de alquiler, pero ya les han dicho que los echan y que tienen que buscar alternativa. “Ahora tenemos otra crisis, porque no puedo irme de Madrid por temas personales, pero tampoco puedo pagar el alquiler medio”, revela. “Mi pareja sí puede irse fuera. Igual nos vemos incapaces de tener un proyecto juntos por el precio del alquiler”.
Madrid y Catalunya acumulan la mitad de las habitaciones más caras de todo el país. Pero el problema del alquiler va más allá de las dos grandes ciudades. Eso le ha pasado a Pedro Pérez (pseudónimo) al mudarse a Málaga con su novia a sus 19 años. Ambos decidieron mudarse juntos para evitar una relación a distancia y, por parte de Pérez, buscar trabajo en la ciudad.
El precio medio de una vivienda de alquiler en Málaga es de casi 1.600 euros al mes. Esto les obligó a buscar un piso compartido con más gente. Encontraron una habitación por 200 euros al mes del que dividían los gastos. A ella se lo pagaban sus padres, Pedro se lo pagaba a sí mismo. La situación les duró poco. A los seis meses lo dejaron, pero tuvieron que aguantar otros tres viviendo en la misma habitación porque no había alternativa. “Es muy complicado limitar el espacio. Nos llevábamos bien, pero la convivencia en un lugar tan reducido hace que no puedas más”, cuenta. Pedro tenía ya un cuadro depresivo. La situación le hizo empeorar: “Compartir la habitación me hizo no procesar la ruptura hasta que salí de esa casa”, cuenta.
No puedo irme de Madrid por temas personales, pero tampoco puedo pagar el alquiler medio. Mi pareja sí puede irse fuera. Igual nos vemos incapaces de tener un proyecto juntos por el precio del alquiler
“Es un derecho, no un lujo”
El mercado de la vivienda se ha visto encarecido en los últimos años. Hoy las casas son un activo financiero más y el Estado gasta apenas un 0,2% de su PIB en vivienda. En opinión de Olmo González, “con el gobierno actual estamos viendo cómo no tienen intención de tocar el negocio del rentismo. Y no es una línea roja para romper la coalición de gobierno, hay problema para rato”.
En Catalunya han ido bajando los precios un 5% los últimos meses en las zonas tensionadas como Barcelona al aplicar este control de rentas de la Ley de Vivienda. “Faltan políticas de seguimiento y de regulación de mercado”, establece Echaves. Él celebra la bajada de los precios en la ciudad condal, pero pide también construir vivienda protegida. “Debe establecerse un régimen de tenencia adecuado para los jóvenes y que no pierdan la protección tras 10 o 15 años para pasar al mercado privado”, explica.
La vivienda es un derecho humano que se ha vuelto un lujo
Los diferentes participantes de este artículo lo tienen claro: se manifestarán en defensa del derecho a la vivienda. “El tema sale todo el rato con mis amigas, pero lo escucho en los bares y en las calles. No vale de nada hacer técnicas de ahorros. Es algo estructural y la lucha debe ser colectiva”, argumenta sobre su asistencia Julia Sánchez-Arévalo. Hasta 39 colectivos la han convocado el 13 de octubre en Madrid, desde Atocha, y en Barcelona desde la Plaça de Correus, ambas a las 12 de la mañana. También habrá sendas movilizaciones convocadas en València el 19 de octubre, en las Islas Canarias el 20 octubre y el Málaga el 9 de noviembre. Que por luchar no sea.
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