Ositos de gominola: este es el riesgo de tomar demasiados
Los ositos de gominola son una de las chucherías preferidas no solo por los niños, sino también por muchos adultos. Y están de celebración, dado que en este año cumplen un siglo de vida: fue en 1922 cuando la empresa Haribo —acrónimo de Hans Riegel, su fundador, y Bonn, la ciudad en que residía— los lanzó al mercado.
Sin embargo, más allá de las connotaciones felices que despierta en muchas personas, esta golosina tiene algunos aspectos negativos. No nos referimos aquí a sus usos como medio para el tráfico y consumo de sustancias alucinógenas, ni al desarrollo de gominolas con vitaminas ni con alcohol.
Tampoco estamos hablando de las acusaciones por trabajo esclavo y maltrato animal que “ensucian” a los ositos de Haribo. Ni mucho menos del motivo al que deben su forma: los “osos bailarines” que se exhibían como entretenimiento de feria hasta décadas atrás, en tiempos en que el concepto de maltrato animal ni siquiera existía.
Aun si no se tiene en cuenta nada de eso, hay una razón para considerar que el consumo de los ositos de gominola -al menos a partir de cierta cantidad- es perjudicial para la salud. Una razón frecuente en muchos productos ultraprocesados. Hablamos de su principal componente: el azúcar.
La mitad de los ositos es azúcar
Estas chuches tienen mucho azúcar. Demasiado. Como explica Haribo en su web, de cada 100 gramos de ositos, 77 son hidratos de carbono y 46 de ellos son azúcar: casi la mitad. Además, esa misma cantidad representa más de 340 kilocalorías.
¿Por qué eso es mucho? La Organización Mundial de la Salud (OMS) señala que el azúcar no debe aportar -ni en adultos ni en niños- más del 10% del total de calorías ingeridas. Y la cantidad de calorías diarias recomendadas en la infancia varía, en función de la edad, entre 1.000 y 1.800.
Por lo tanto, los niños cubrirían ese máximo de calorías aportadas por el azúcar con la ingesta de entre 29 y 53 gramos de ositos de gominola. Dado que cada unidad pesa unos 2,3 gramos, llegar a esos máximos implica comer entre 13 y 23 ositos cada día.
La Asociación Estadounidense del Corazón (AHA, por sus siglas en inglés), por cierto, sugiere que niños y adolescentes no excedan el límite de 1.000 calorías diarias. De lo contrario, según ese organismo, aumenta de forma notoria el riesgo de que padezcan enfermedades cardiovasculares.
Para respetar el límite del 10% aconsejado por la OMS, entonces el máximo para los menores sería de 13 ositos por día. En el caso de las personas adultas, en tanto, las calorías adecuadas se estiman en 2.200 para las mujeres y 3.000 para los hombres, cifras que se alcanzarían con 29 y 39 ositos, respectivamente.
Pero atención: la ingesta de esas cantidades de chuches sería apropiada si no se ingiriera en todo el día más azúcar que ese. Y está claro que eso no sucede. No solo a causa del que se añade al café u otras infusiones, sino sobre todo a través del llamado azúcar fantasma.
Se trata del azúcar empleado como ingrediente oculto -a veces en cantidades desproporcionadas- en incontables productos: desde los refrescos y la bollería industrial hasta otros supuestamente “saludables”, como barritas dietéticas y yogures light. Según la Fundación Española del Corazón, este consumo indirecto representa hasta el 75% de nuestra ingesta total de glucosa.
Los riesgos del exceso de azúcar en la dieta son conocidos. Los más evidentes son un mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares, sobrepeso y obesidad, hipertensión, diabetes y problemas bucodentales. Pero también puede acarrear otros, como problemas de memoria y en la piel, cuadros de ansiedad y depresión y hasta cáncer.
Y con los ositos libres de azúcar, ¿qué pasa?
Si lo malo es el exceso de glucosa, se podría pensar que entonces con los ositos de gominola libres de azúcar no habría mayores problemas. Estos productos sustituyen el azúcar por edulcorantes, en general alcoholes de azúcar o alditoles, que incluyen ingredientes como isomaltosa, lactilol, maltitol y xilitol.
Más aún: existen estudios según los cuales algunas de esas sustancias, como el xilitol, ayudan a regular la acidez y la alcalinidad en la cavidad bucal, lo que daría como resultado que estos ositos de gominola -así como chicles y otras golosinas- serían beneficiosos para combatir las caries.
Pero, lamentablemente, tampoco estas combinaciones son tan buenas como podría parecer. Y es que nuestro organismo no está preparado para absorber esos alditoles del mismo modo en que procesa el azúcar. Por eso, no se recomienda su consumo más que en pequeñas cantidades.
¿Qué sucede si se ingieren esas sustancias en altas cantidades? Según un documento de la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos, es probable que aparezcan efectos secundarios intestinales, tales como gases, calambres y cólicos estomacales, distensión abdominal, diarrea y otras consecuencias igual de indeseables.
Un gusto cada tanto, no un consumo cotidiano
Ni siquiera las proteínas incluidas en las gominolas, en ocasiones utilizadas como reclamo publicitario, hacen que su consumo resulte más “saludable”. Tales proteínas provienen de la gelatina, otro de sus ingredientes.
Pero hay apenas 6,9 gramos de proteína por cada 100 de ositos, según la fórmula de Haribo. Además, la biodisponibilidad de esas proteínas es muy baja, lo que las hace muy poco asimilables. El resultado es que sus posibles efectos nutricionales son prácticamente nulos.
Es por todo esto que desde hace tiempo se busca el desarrollo de gominolas con productos naturales para que puedan ser más saludables. Y no solo Haribo y otros fabricantes, sino también investigadores científicos.
Una de las razones de ese interés radica en el hecho de que la fórmula utilizada para fabricar estas chuches es esencialmente la misma que la empleada en la elaboración de cápsulas medicinales. Por eso, expertos de la Universidad de Tecnología de Múnich, en Alemania, realizaron en 2015 un experimento que consistió en bombardear ositos de gominola con antimateria para analizar su reacción.
En cualquier caso, los posibles efectos perjudiciales de este producto no implican que se deban erradicar de la dieta. Solo se trata de que los ositos representen un gusto que uno puede darse cada tanto y no un producto de consumo cotidiano. En particular para los niños, entre los cuales el sobrepeso y la obesidad son una tendencia cada vez más alarmante.
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