Siete claves para concentrarse y estudiar y trabajar mejor
Vivimos en una época de mucha dispersión mental. Si hasta hace un tiempo era relativamente sencillo aislarse y evitar los estímulos que causaran distracción, ahora los teléfonos móviles y otros dispositivos electrónicos llaman nuestra atención casi todo el tiempo y hacen que concentrarse resulte cada vez más difícil.
Esos problemas son muy pronunciados en los casos de adicción al móvil, de “miedo a perderse algo” durante los periodos de desconexión (conocido como FOMO por sus siglas en inglés) o de angustia por los mensajes no respondidos. Pero aun cuando no hay tales niveles de dependencia, la cercanía de los aparatos puede ser perjudicial.
Por eso, muchas personas deben tomar medidas antaño innecesarias para poder estudiar o trabajar con eficiencia. Basadas en consejos brindados por universidades, por psicólogos y en estudios científicos, a continuación se enumeran siete claves para lograr concentrarse y que así el rendimiento en el trabajo y el estudio sea mejor.
1. Hallar el sitio apropiado
Una primera clave pasa por dar con el sitio más adecuado para poder concentrarse. ¿Qué características debe reunir ese lugar? Hasta cierto punto esto es muy personal, pues está claro que lo que es idóneo para unas personas no lo es para otras. Pero sí se pueden establecer algunos conceptos generales.
En lo posible, debe ser un espacio conocido, donde se puedan pasar largos ratos sin que eso resulte demasiado cansador o incómodo. Debe contar con buena luz: para leer es mejor la luz natural, pero también es fundamental una buena iluminación si se ha de estudiar o trabajar cuando el sol declina o de noche.
También hay que procurar que la temperatura sea la óptima, que el asiento sea confortable, incluso que la ropa sea cómoda. El objetivo es que nada en el ambiente llame la atención, para que uno pueda dedicarse al 100% a la tarea en cuestión.
2. Eliminar (o reducir) las distracciones
Por supuesto, si se debe intentar que el espacio de estudio o trabajo no distraiga, más importante aún resulta el hecho de eliminar -o al menos reducir- los estímulos relacionados con el teléfono móvil, el ordenador, la televisión u otros artefactos.
El móvil es, sin dudas, el más “peligroso” de esos objetos. Por eso, cuando se convierte en un elemento de distracción permanente, conviene tomar alguna medida concreta: dejarlo en otra habitación, apagarlo, ponerlo en modo avión, recurrir a alguna aplicación que bloquee a las demás o al menos desactivar las notificaciones o silenciarlo.
3. ¿Ayuda la música a concentrarse?
Mucha gente está convencida de que con música de fondo se concentra más y mejor. Se han realizado numerosos estudios para tratar de hallar algún sustento científico detrás de esa creencia. Pero los resultados de las investigaciones no son concluyentes, y en ocasiones se muestran incluso contradictorios.
Un estudio de 2014 se centró en la evaluación de la música en contextos educativos, y llegó a resultados muy diferentes en función de las características de cada caso y cada persona. Y es que son muchas las variables que entran en juego: los gustos musicales, los hábitos de estudio, el tipo de tarea, el contexto donde se realice, etc.
Hay experimentos que han señalado que la música hizo que los participantes tuvieran ideas más originales y terminaran más rápido su trabajo. Hallazgos más recientes, en tanto, apuntan en la dirección contraria: afirman que la música de fondo es una distracción que disminuye la creatividad y el rendimiento cognitivo.
En cualquier caso, ante la falta de consistencia -al menos por ahora- de las investigaciones, lo más recomendable parece ser que cada uno decida, en función de sus propios hábitos y su experiencia personal, si prefiere la música de fondo o el silencio.
4. ¿Y el ruido blanco?
También se han realizado muchos trabajos científicos para determinar si el ruido blanco (el sonido que reúne todas las frecuencias que el oído humano puede captar, como la estática de la televisión o el ruido de una lavadora o un ventilador) puede ser de utilidad para lograr una mayor concentración.
Al igual que con la música, no hay -de momento- certezas que avalen o refuten esa presunción. En cualquier caso, el ruido blanco sirve para enmascarar otros sonidos que pueden generar mayor distracción, como los de una obra en construcción o la música de los vecinos.
No obstante, hay trabajos que han evidenciado los perjuicios que el ruido blanco tiene sobre la concentración y la capacidad cognitiva si está a un volumen muy elevado. En concreto, a partir de 85 decibelios, el equivalente al paso de un tren, la maquinaria de fábrica o una manifestación ruidosa.
En todo caso, las experiencias han mostrado que es más beneficioso el llamado “ruido rosa”, un sonido constante pero con variaciones, como el de la lluvia en una selva tropical o el del oleaje en la playa. Un estudio de 2015 llegó a la conclusión de que puede mejorar el funcionamiento cognitivo y optimizar la capacidad de concentración.
Pero, al igual que con la música, lo más indicado es que cada persona elija si le el silencio o el ruido constante, en función de qué le da mejores resultados.
5. Establecer rutinas (y respetarlas)
La rutina tiene mala prensa, pero suele ser una gran aliada para la organización y proporciona tranquilidad, un elemento clave para no perder la concentración. En lo posible, cada persona debe elegir el momento del día en que se sienta más productiva, en función de si es más madrugadora o más nocturna (“alondra” o “búho”).
Respetar las rutinas lleva también a evitar ese otro gran problema llamado procrastinación: dejar para el último momento las tareas que se pueden ir efectuando de forma paulatina -y mejor- si se dedican la constancia y el tiempo necesarios.
6. Ser realistas
Los milagros no existen: tanto en el estudio como en el trabajo, es imposible realizar de forma correcta en dos días tareas que exigen un mes. Ponerse metas alcanzables permite estar tranquilo y mantener la concentración, y además evita frustraciones.
7. Alimentarse y descansar bien
Por último, para que el tiempo dedicado al trabajo y el estudio sea lo más eficiente posible, son fundamentales unos hábitos saludables, sobre todo en lo relacionado con la alimentación y el descanso.
Una dieta equilibrada tiene grandes beneficios cognitivos. Además tiene que ser ligera, para que no genere excesiva somnolencia; pero tampoco conviene abusar del café o las bebidas energéticas, pues su efecto excitante puede causar unos elevados índices de tensión y estrés, que son perjudiciales para la buena concentración.
El descanso, por su parte, también adquiere una importancia vital. Esto incluye tanto el sueño -fundamental para la memoria y el aprendizaje- como los pequeños recreos que conviene tomarse cada ciertos intervalos (de entre cuarenta minutos y una hora), con el fin de despejarse y “cargar pilas” para continuar con la labor.
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