Uso de placenta humana para cosméticos: ¿es legal?

La placenta es un órgano con propiedades y particularidades muy especiales: se desarrolla durante el embarazo para proporcionar oxígeno y nutrientes al feto. Por tanto, es un órgano vital para el desarrollo del feto porque tiene distintas funciones: nutritivas, endocrinas y protectoras del ataque de compuestos tóxicos. La placenta es una materia prima rica que contiene niveles especialmente altos de proteínas y enzimas

Ingredientes en los cosméticos

Baba de caracol, veneno de serpiente, cera de las abejas o lana de ovejas son algunos de los sorprendentes ingredientes que podemos encontrar en algunos cosméticos, que van desde productos de higiene cotidianos como jabón o champú y cremas, hasta artículos de belleza de lujo, como perfumes.

Las empresas suelen buscar una “imagen natural” para sus productos para poder hablar de componentes naturales. En las etiquetas, solemos encontrar conceptos como ácido linético, que son normalmente ácidos grasos de origen animal, o el término ácido esteárico, que suele referirse a un graso ácido obtenido casi exclusivamente del intestino del cerdo, aunque puede también hacer referencia en algunos casos al aceite de palma.

Los cosméticos están regulados en la Unión Europea para garantizar la seguridad del consumidor y para asegurar un mercado interno de estos productos. Desde el año 1998, todos los fabricantes de cosméticos están regidos por una nomenclatura internacional de ingredientes cosméticos (INCI), cuya adaptación a la normativa española incluye ingredientes como:

extracto derivado de aorta de animales

extracto obtenido de cerebro de mamíferos (protector de la piel)

calostro (fluido que secretan las glándulas mamarias tras el nacimiento de un animal (hidratante de la piel)

extracto de médula de hueso de mamíferos

extracto de médula espinal

grasa animal (emoliente)

proteína hidrolizada procedente de placenta animal: una sustancia que se obtiene por hidrólisis ácida, alcalina o enzimática de placenta animal, que está formada sobre todo por aminoácidos, péptidos y proteínas y que suele usarse para la elaboración de acondicionador de la piel y acondicionador capilar. El documento advierte que esta sustancia puede contener impurezas como carbohidratos y lípidos.

No a cosméticos con placenta humana

La placenta también destaca como una fuente de aminoácidos y alantoína, una sustancia nutritiva que ayuda a la cicatrización cutánea y promueve la regeneración de la piel dañada. En Estados Unidos, la Administración de Fármacos y Alimentos (FDA) tiene algunos casos documentados del uso de extractos placentarios humanos como ingredientes en cosméticos por su contenido en hormonas estrogénicas y otras sustancias biológicamente activas.

Sin embargo, este tipo de sustancias no se reconocen como ingredientes cosméticos, y menos aún los derivados de seres humanos. Es más, la FDA afirma que cualquier producto hecho de placenta animal puede ser potencialmente peligroso y, por ello, tiene restricciones en el país.

La legislación europea no menciona en ningún caso la el uso de placenta humana. Es más, prohíbe la venta dentro de la Unión Europede cualquier cosmético que contenga elementos biológicos humanos. El Reglamento europeo sobre productos cosméticos prohíbe el uso de “células, tejidos o productos de origen humano” como sustancias en la fabricación de estos preparados, así como en la producción de suplementos dietéticos. Tampoco está permitida en la Unión Europea la venta de productos de placenta procedentes de terceros países.

Comerse la placenta (o placentofagia)

La popularidad ha hecho aumentar el número de mujeres que practican la placentofagia. Entre las celebridades se ha puesto de moda esta práctica bajo la creencia de que la placenta previene la depresión posparto, alivia el dolor, aumenta la energía e incluso ayuda en el proceso de la lactancia. Sin embargo, estudios como el realizado por expertos de la Universidad de Northwestern y publicado en Archives of Women’s Mental Health, no revelan ningún dato que respalde las afirmaciones sobre los beneficios de comer placenta, ya sea cruda, cocida o encapsulada, una de las preparaciones más utilizadas, sobre todo en EE.UU.

Pero se desconocen los efectos reales que produce su digestión. Lo reconoce también la Revista Americana de Obstetricia y Ginecología en una revisión sobre placentofagia humana del pasado mes de abril. Según la revista, “la evidencia de los efectos positivos de la placentofagia humana es anecdótica y se limita a encuestas autoinformadas”. Sus autores señalan que “no se retienen nutrientes placentarios en cantidades suficientes tras la encapsulación de la placenta para ser potencialmente útil para la madre”.

Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) también recomiendan evitar la ingesta de cápsulas de placenta por la inadecuada erradicación de patógenos infecciosos durante el proceso de encapsulación. Los expertos incluso denuncian que muchas de las personas que toman esta decisión no lo hacen basándose en la ciencia, sino en hechos como que otros animales mamíferos lo hacen, que es una práctica ancestral o que lo recomiendan algunos famosos.

En la Unión Europea la legislación sobre cómo hacerse con la placenta tras el parto es dispar según sea el país. En Francia está prohibido sacar la placenta del hospital; tras el parto, se destruye porque está considerada un material de riesgo biológico o se usa para la investigación tras una autorización previa. En España no hay una normativa específica sobre el destino que se le dará a la placenta humana, aunque la norma es descartarla como residuo hospitalario.

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