La noticia más leída en eldiario.es de los últimos días es esta: Cómo darse de baja para que no te llegue propaganda electoral al buzón. Y no creo que el enorme interés por esta información se explique solo por el sano deseo de evitar gasto en papel y no contaminar. Hay un mar de fondo, uno que no solo se detecta en las anécdotas sino que también aparece en las encuestas: el desencanto con la política. Con los políticos. Con las instituciones. Y con los directos y principales responsables de que el 10 de noviembre tengamos que volver a votar.
Hay varios culpables, y el reparto de responsabilidades va por barrios; y no en todos lo ven igual. Pero para la izquierda, incluso para una parte del votante socialista, el principal responsable de esta repetición electoral se llama Pedro Sánchez. Por cuatro motivos.
Porque quien más poder tiene siempre tiene mayor responsabilidad.
Porque pudo haber evitado estas nuevas elecciones, simplemente ofreciendo a Unidas Podemos en septiembre la misma oferta que presentó en julio –la que Iglesias en ese momento no quiso aceptar–.
Porque su estrategia negociadora ha pasado, tanto en la primera como en la segunda ocasión, por dilatar los plazos y ver si la investidura caía sola o barata, por el miedo a las urnas de los demás.
Y porque es evidente, desde hace tiempo atrás, que el PSOE se preparaba para una repetición electoral donde espera unas cartas mejores que las que tiene hoy.
La estrategia de Pedro Sánchez es tan evidente como fácil de explicar. En La Moncloa tienen un plan. Esperan que los bandazos de Ciudadanos les abran las puertas del centro, ese mítico lugar donde se construyen las grandes mayorías en una sociedad cada vez menos ideologizada y que imaginan con forma de campana de Gauss. Creen que acercarse demasiado a Unidas Podemos les mancha en ese avance hacia la centralidad; que esta coalición está en horas bajas, que Pablo Iglesias está perdiendo votos a cada cita electoral y que, en esta segunda vuelta, le irá aún peor. Admiten que habrá más abstención –¡cómo negarlo!–, pero dicen que se repartirá de forma simétrica: entre la izquierda y la derecha por igual. Y confían en que, por muy mal que vayan las cosas, por mucho que el PP repunte a costa de Ciudadanos y Vox, el PSOE seguirá siendo el partido más votado y las tres derechas en ningún caso sumarán. Y que, con suerte, incluso podrían formar Gobierno sin depender de los independentistas.
¿Qué es lo peor que puede pasar?, se preguntan en el Gobierno. Por grande que sea el descalabro, analizan en La Moncloa, de esta repetición electoral no puede salir otro presidente distinto a Pedro Sánchez. Ya veremos con qué combinación. Y esperan que, tras noviembre, alguien a su izquierda o a su derecha se ablandará.
Las elecciones las carga el diablo y es más que osado repetir las elecciones cuando las has ganado ya. Pero no es nada descartable que la jugada, para Pedro Sánchez, pueda funcionar.
También se puede estrellar.
Pablo Iglesias también tenía un plan cuando rechazó una oferta en julio pensando que más tarde llegaría otra mejor. Hoy en Unidas Podemos también dicen contar con un plan, ya que falló el anterior. Creen que en campaña, como siempre, crecerán, y que Iglesias en los debates ganará a Sánchez porque “es mejor orador”. Calculan que podrían sobrepasar a Ciudadanos, y recuperar así la tercera posición. Advierten que, para noviembre, Iglesias no aceptará el veto que Sánchez impuso en julio. Aseguran que el último giro de Rivera les refuerza, porque permite colocar al PSOE en esa contradicción que le gritaban a Sánchez sus propias bases: “Con Rivera, no”. Admiten que tal vez pierdan escaños, que retrocederán, pero que el mapa resultante será muy similar. Y que, si Ciudadanos se hunde y ya no suma mayoría con el PSOE, sus votos serán aún más necesarios para gobernar.
Ambos partidos también miran de reojo a Íñigo Errejón, y a la opción cada vez más probable de que se presente a estos comicios, aunque no sea con listas en toda España. Las consecuencias de esta incógnita aún no resuelta son difíciles de calcular. Si Errejón presenta candidatura por toda España, probablemente sirva para restar a la izquierda, por pura ley electoral, tan incontestable como la ley de la gravedad. Pero si Errejón elige bien los lugares donde se presenta, puede que logre lo contrario: sumar más de lo que reste la división al bloque ideológico de la izquierda, donde la frustración es hoy mayor. Sobre esos cálculos se escribirá la última palabra y la decisión del salto o no de Errejón a la política nacional.
La Moncloa tiene un plan. Y también lo tienen los demás. Pero como decía Mike Tyson, “todo el mundo tiene un plan hasta que recibe el primer puñetazo en la cara”. Y el cementerio está lleno de grandes estrategas que confundieron la osadía con la temeridad.