Sujetad a Cañete, que no respondeque no responde. Que si es él mismo, se teme. Que si entra a matar con toda su superioridad intelectual contra una mujer acorralada e indefensa como Elena Valenciano, lo mismo hay quien le llama machista en este país de llorones y malpensados. Y no. Machista no. Solo cortés y galante; que gusta de utilizar a las mujeres como si fuesen regadíos, con mucho cuidado porque si no te pierden. Que se deja ganar en los debates para que no digan que abusa. Que si le dan a elegir entre Botella y Esperanza para ver quién sería la mejor alcaldesa de Madrid, él responde que se queda con la más guapa. ¿Ven como no es machista? Él, don Miguel Arias Cañete, no es uno de esos brutos maleducados. Él es un caballero campechano.
Los machistas son como los racistas, los homófobos o en general los estúpidos: normalmente inconscientes de su condición. Yo no soy racista, pero... Yo tengo un amigo gay, otro negro y un gitano. Y yo, Miguel Arias Cañete, ¡cómo voy a ser machista yo, si le dejé el Ministerio de Agricultura a una mujer! ¡Si hasta aprendí de Loyola de Palacio y no me duelen prendas en reconocerlo! ¡Si admito como lo más normal del mundo que una mujer pueda llegar al Gobierno! ¡Qué más quieren!
El macho Cañete ha hecho bueno al asesor que le aconsejó leer y releer durante el debate con Elena Valenciano -probablemente fue Pedro Arriola y la historia le respaldaba: Rajoy hizo lo mismo en su debate electoral con Rubalcaba y le sobró para ganar la mayoría más absoluta en 30 años-. Incluso el Cañete balbuciente y trastabillado del debate, el que calificó el rescate financiero a España como un «crédito en condiciones maravillosas», parecía un estadista comparado con la versión al natural que dio ante Susanna Griso a la mañana siguiente.
La soberbia machista de Cañete no es anecdótica. No es la primera vez que le pasa al candidato, que debe de estar muy acostumbrado en su entorno a que le rían estas gracias. Si se atreve a decir algo así en público, ¿qué no dirá cuando no hay cámaras?
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Sujetad a Cañete, que no respondeque no responde. Que si es él mismo, se teme. Que si entra a matar con toda su superioridad intelectual contra una mujer acorralada e indefensa como Elena Valenciano, lo mismo hay quien le llama machista en este país de llorones y malpensados. Y no. Machista no. Solo cortés y galante; que gusta de utilizar a las mujeres como si fuesen regadíos, con mucho cuidado porque si no te pierden. Que se deja ganar en los debates para que no digan que abusa. Que si le dan a elegir entre Botella y Esperanza para ver quién sería la mejor alcaldesa de Madrid, él responde que se queda con la más guapa. ¿Ven como no es machista? Él, don Miguel Arias Cañete, no es uno de esos brutos maleducados. Él es un caballero campechano.
Los machistas son como los racistas, los homófobos o en general los estúpidos: normalmente inconscientes de su condición. Yo no soy racista, pero... Yo tengo un amigo gay, otro negro y un gitano. Y yo, Miguel Arias Cañete, ¡cómo voy a ser machista yo, si le dejé el Ministerio de Agricultura a una mujer! ¡Si hasta aprendí de Loyola de Palacio y no me duelen prendas en reconocerlo! ¡Si admito como lo más normal del mundo que una mujer pueda llegar al Gobierno! ¡Qué más quieren!