María Ptqk: “El aparato administrativo que han heredado los ayuntamientos frena la participación”
Maria Ptqk retoma en este fin de año su Gabinete Sycorax, después de participar en la experiencia de LaPublika, laboratorio de investigación artística sobre esfera pública, dentro de la programación de Donostia Capital Europea de la Cultura. Esta inquieta comisaria de exposiciones e investigadora sobre cultura digital, tecnología, prácticas artísticas, género, siempre desde la mirada del pensamiento crítico, reflexiona sobre la precariedad de la cultura, analiza las experiencias de los nuevos municipalismos y censura la nula reflexión acerca de la invasión de la tecnología en nuestras vidas.
El pasado 30 de noviembre participabas en las jornadas que organizaba la revista Galde sobre “Cultura y (post)crisis”, en la que charlabas con Jaron Rowan, acerca de la cultura en la nueva política. Ya ha pasado un tiempo suficiente desde la constitución de los “nuevos ayuntamientos” de Zaragoza, Barcelona, Valencia, Madrid, Santiago…, ¿se aprecian cambios en la gestión cultural paralelos a la entrada de ese presunto nuevo aire a los consistorios? Jaron Rowan
Esa misma pregunta me planteé el pasado verano para un artículo para Galde, en el que quería reflexionar sobre las políticas culturales en los nuevos municipalismos. Y lo que hice directamente fue recoger todos los materiales que habían generado y hablar con las personas con las que pude hablar. Y de ahí las conclusiones que saqué fueron: antes de nada, que llevan muy poco tiempo para poner las cosas en marcha; un elemento común a todos (porque son muy diferentes Madrid a Barcelona, Zaragoza a Ferrol, etc.) es que se han encontrado con la dificultad del aparato administrativo que está diseñado para realizar unas políticas culturales determinadas. Y si quieres trabajar de otra manera, no en cuanto a contenidos, sino en cuanto a cambio de paradigma por decirlo de alguna manera…
Por ejemplo, más participación
Eso es, pues te encuentras con que no tienes los elementos administrativos para hacerlo. Y eso bloquea cualquier acción, cuando una de las características de estos nuevos municipios es la apuesta por la participación en las políticas públicas. Y eso, en las culturales, tenemos que ver como se traduce. Otra característica general en este ámbito concreto es el trabajo de proximidad frente a la anterior tendencia de inversión en equipamientos de gran visibilidad que tienen aparentemente mucho rédito político. En el caso de Barcelona, se puede ver en todo lo que está haciendo Ada Colau de replantearse la ciudad con foco atractor de turismo y de ese tipo de turismo que va allí. Y esto puede incidir en el modelo cultural y en el papel que juegan las infraestructuras culturales a partir de ahora: por ejemplo, el MACBA nació con el modelo de regeneración urbana, quizás ahora sea momento de que se reformule.
Lo cierto es que es en el ámbito cultural donde este nuevo municipalismo está recibiendo el ataque más desproporcionado, cuando la Cultura es algo menor en cuanto a presupuestos. ¿A qué se debe?
Muchas veces no sé si es una animadversión muy pensada o si se debe simplemente a que es un espacio de visibilidad. Jaron Rowan, en su libro Cultura libre de Estado, reseña como ni el 15-M ni las plataformas municipales, ni los propios profesionales de la Cultura que tenemos un interés por la transformación política, llevábamos estas inquietudes al ámbito cultural. Y justo en el momento de llegar al poder, lo primero en lo que se han fijado los que ahora están en la oposición es en la Cultura. En Madrid, la dimisión de Guillermo Zapata; en Barcelona, el PSC cuando pacta con Ada Colau, lo primero que hace es pedirse Cultura. Nos ha pillado un poco a traspiés, nos hemos dejado engañar pensando que la cultura no es importante, que había perdido peso con la crisis, que sólo se queda en construir infraestructuras o en acciones para el turismo, pero la verdad es que se está demostrando que es muy importante para ellos, como un mecanismo simbólico.
Y luego está el problema de la derecha española con la cultura.
Eso es un hecho, desde hace por lo menos 80 años. En eso, España es diferente, una vez más. En Francia, por ejemplo, la derecha no está radicalmente en contra de la cultura ni de sus profesionales, lo considera como un sector productivo, como una industria, igual que la izquierda. Pueden tener diferentes maneras de tratar esa industria. No digo que la cultura sea industria, pero también lo es, como por ejemplo, el cine. En España, hay toda una parte de la esfera política que está en contra de un sector productivo. Entonces, ahí se mezclan ambas cuestiones: el aspecto simbólico y el rechazo a la cultura. Por eso, se puede observar cómo esos nuevos ayuntamientos están pagando ahora la novatada. Pero se debe ser prudente: la política no sólo es el control de las instituciones sino todos los poderes fácticos alrededor que en España son los que son y controlados por las mismas fuerzas políticas de siempre.
En cualquier caso, parece que al final el desarrollo de expresiones o actividades culturales pasa por el respaldo de las administraciones públicas.
Sí se puede, y claro que hay expresiones alternativas, pero son marginales, en el sentido de que ¿quién puede llevar a cabo esa creación sin respaldo económico, sea público o privado? Solo personas que cuenten con una situación personal que les permita liberar tiempo y recursos propios para dedicarse a ello. Y eso no lo puede hacer todo el mundo, claro. Pero sí hay expresiones: desde la cultura del Gaztetxe (o Centros Sociales), con un recorrido limitado en cuanto al público y en cuanto a la edad en que se realiza, porque llega un momento en que ya no tienes tiempo. Las mujeres, sobre todo, porque tienen más tareas de cuidados. Es decir, es un modelo de la cultura juvenil: vives en casa de tus padres, no tienes que atender a nadie y puedes dedicar tu tiempo y poco dinero a organizar conciertos de rock.
Así que se hace imprescindible la financiación pública o privada si se quiere una cultura profesional.
En España, se supone que tenemos un modelo público, en el País Vasco, más presente, que imita al modelo francés, pero de pobres: cultura subvencionada, pero no lo suficiente, justo para que puedas creer que te puedes profesionalizar. Y eso, además, se lleva recortando en los últimos años. Y luego está la financiación privada, pero aquí nos encontramos con que hay trampa. Por hablar en concreto del País Vasco. ¿Quién puede ser el financiador? Por ejemplo, BBK. Y ¿qué financia esta entidad? El Guggenheim o el BBK Live. Es decir, las instituciones pregonan que se ha de buscar la financiación privada, pero las entidades privadas financian la cultura que ya está subvencionada. Por ejemplo, el BBK live recibe 1,5 millones de euros del Ayuntamiento de Bilbao. Y luego, tú vas con tu Festival de Vídeo al Ayuntamiento con un presupuesto de 10.000 euros para invitar a los artistas, pagar un taller, etc., y te dicen que te vayas a la BBK, que gasta el dinero para desgravar en grandes eventos como el BBK Live.
Entonces, ¿cuál es la situación real en estos momentos?
La precarización total. La situación es muy mala, porque claro, no hemos construido alternativas, porque alternativa no es ir a pedirle dinero a Iberdrola, porque no hay diferencia con una administración pública. Yo llevo viviendo del sector de la cultura desde el 2000, con muchas dificultades, pasando de un proyecto a otro, como de una liana a otra. No puedo tener un tipo de vida de gran consumo o irme de vacaciones un puente, tener un coche, tener familia. Es una opción. Es decir, que trabajar en el campo independiente es complicadísimo. Y, aunque no puedo hablar por otras gentes, la situación es esa. Pero yo creo que nosotros tenemos mucha culpa.
¿Por qué?
Creo que las personas del sector nos debemos una autocrítica porque no hemos sido capaces o no queremos organizarnos. Hay algo en las artes escénicas, quizás el cine esa organización está más articulada, peor en las artes visuales, que es donde tengo más experiencia, nada de nada. Y cuando sacas el tema, en el ámbito vasco, siempre hay una reacción de desconfianza. Estamos educados en la noción del artista individual, del genio, del competir entre nosotros.
Centrándonos en tus intereses creativos, en los últimos trabajos se puede apreciar un interés crítico para desmontar el relato dominante de la tecnología como progreso y salvación de la Humanidad. ¿Ese relato no está cambiando?
Para nada, el relato que se impone es el que afirma que cuanta más tecnología, mejor y de que vamos a un mundo cada vez más tecnológico y que eso va a salvar nuestras vidas. Y cualquier crítica que hagas al desarrollo tecnológico se rechaza de plano. Sin embargo, lo que se está demostrando es que más tecnología no es más bienestar, más salud, más justicia, más calidad de vida.
Ese relato es el de la Revolución Industrial y las cosas han cambiado mucho en los últimos 150 años.
Ya, pero es el dominante. En los colegios están introduciendo tablets en los cursos inferiores y se presenta como un logro, como un plus del colegio, cuando en Finlandia y en las escuelas de Silicon Valley las están eliminando porque retrasa el aprendizaje y fomenta el déficit de atención. Nos empeñamos en el relato que quizás resulta más atractivo cuando se está demostrando que ese relato es falso.
O las biotecnologías, sobre la que también has trabajado.
La ingeniería genética puede servir para mejorar la salud de las personas, pero también puede ser, como con los transgénicos, donde se está demostrando que no es que empeore la salud de la gente, pero sí está provocando que sólo haya monocultivos, con un mayor riesgo de hambrunas.
¿Cómo reacciona la creación artística ante este furor tecnológico?
En general, con expresiones celebratorias, aunque no todas lo sean. Desde el principio, cuando empezamos con el festival Netlach, en la senda de movimientos como Tactical Media o el New Media Art, los creadores eran muy críticos con las tecnología. Pero al haberse popularizado las tecnologías, se ha ido pasando de aquella mirada crítica cuando las redes sociales se han impuesto y la cultura digital crítica es minoritaria, aunque en mis propuestas como comisaria, siempre cuento con estos creadores críticos.
Y en ese trabajo sobre la biotecnología, surge tu aportación Breve historia del pimiento para uso de la vida extraterrestre.Breve historia del pimiento para uso de la vida extraterrestre
Sí, me pongo con él después de la propuesta Soft Power, que era un programa de actividades culturales sobre biotecnología, una rama de la ciencia que, con los avances de la ingeniería genética y de las industrias farmacéutica y alimentaria, ha entrado definitivamente en la vida cotidiana. Me había quedado con las ganas de trabajar sobre más próximo, más concreto que me permitiera desarrollar todo lo que había preparado para aquel proyecto a través de la historia de un alimento. Y elegí el pimiento porque es un alimento repartido por todo el mundo y que se considera como si fuera de toda la vida de cada lugar: de Padrón, de Gernika, piquillo de la Ribera, etc. Y el pimiento es de México, claro. Y por eso me parecía interesante para hablar de cómo se construye culturalmente la idea de producto natural o el concepto de lo autóctono, de cómo viajan las semillas en paralelo de cómo viajan las personas. Básicamente es la historia de verdad, es la historia del alimento “pimiento”, cómo llega aquí gracias a la colonización española, se aclimata y se extiende por todo el Mediterráneo. Y los portugueses lo llevan a Asia y África. Buscaba también el paralelismo con el mundo de la cultura, cómo un concepto artístico se puede aclimatar y sincretizarse con las culturas locales. Y al final, al pimiento de Gernika le ponen el “Eusko label”, que significa que sólo ciertos productores pueden producirlo en lo que es un ejercicio de privatización de un acervo natural y cultural que es del planeta entero. Generaciones y generaciones de campesinos han conseguido aclimatar el pimiento y luego viene el Gobierno vasco y dice que el pimiento de Gernika sólo lo pueden producir determinadas empresas con el pretexto de preservar la autenticidad.
Y en estos momentos, ¿qué estás preparando?
Pues podríamos decir que estoy saltando de liana a liana, porque justo acabo de terminar con La Publika, un proyecto de Consonni dentro del marco de la capitalidad europea de la cultura de Donostia. Y ahora estoy retomando un proyecto que tenía ya en marcha sobre las relaciones entre ciencia y cultura, que es el Gabinete Sycorax. Museo Invertido de Ciencias Naturales, que indaga en cómo sería un museo de Ciencias Naturales, que estuviera atravesado por la ciencia feminista, los estudios poscoloniales, etc. que pusiera en crítica el concepto de ciencia que hemos heredado de la Ilustración, conformado en diferentes itinerarios.