Bicidiversidad en el Urdaibai y la belleza de lo cotidiano
Es cosa sabida, ¿verdad?, que las bicis eléctricas van ganando en popularidad y su uso ya no se limita a zonas urbanas o a desplazamientos para ir al trabajo, sino que se extiende de manera clara al ámbito del ocio o deportivo para hacer rutas y salidas a la montaña… Y es que las 'e-bikes' son tendencia en el mercado. Cada día son más los aficionados que se atreven con este tipo de bicicleta, al ser una modalidad que permite acercar el ciclismo a personas que hasta hace bien poco, por unos motivos u otros, era complicado que pudieran disfrutar de este deporte. Y parece que los estudios confirman que los usuarios de bicicletas eléctricas hacen incluso más ejercicio que los que tienen una sin motorizar. Curioso, ¿no? Pero es que, al contar con un sistema de asistencia, los propietarios de este tipo de bicicletas suelen ir más lejos y salen con más frecuencia, lo que compensa el menor esfuerzo a la hora de pedalear.
Ya, ya sabemos que decir esto supone para algunos entrar en enconado debate: nada más lejos de nuestra intención. Si hablamos de ello es porque la ruta que hoy os vamos a proponer por la costa vizcaína la hemos realizado en una 'e-bike', sin más pretensiones que gozar de un agradable paseo más centrado en disfrutar de lo que estábamos descubriendo que en luchar de manera denodada contra las dificultades de un recorrido que, si bien no es demasiado exigente, sí nos obligará a enfrentarnos a alguna ascensión de cierta dificultad para los menos preparados. Pero allá cada cual: que cada uno elija la bici que prefiera para la ruta, porque en cualquier caso lo importante no es el medio sino el fin. Y recorrer en bicicleta los asombrosos parajes de Urdaibai es un placer al que nadie que se acerque a Euskadi debería renunciar. ¡Viva la bicidiversidad!
En este rincón apartado del océano y al abrigo del Golfo de Bizkaia nos veremos inmersos en la enorme pluralidad de los ambientes típicos de la Cornisa Cantábrica, desde los acantilados y playas de la costa a los bosques y ríos del interior, transitando por las marismas y vegas fluviales. Ciertamente el ser humano y la naturaleza han interactuado a lo largo de los tiempos en la Reserva de la Biosfera de Urdaibai para dejarnos un legado histórico y cultural espectacular, ofreciendo al visitante un amplio abanico de posibilidades para el ocio, el conocimiento y el disfrute de un entorno idílico. Desde la línea de costa a los valles interiores, pasando por las playas y los bosques atlánticos, el territorio presenta un variado menú de recorridos y rincones donde comprobar que esta comarca que se extiende a ambos lados de la ría de Gernika continúa siendo un símbolo de la mejor Euskadi verde a apenas 30 km de Bilbao.
Por otro lado la cercanía al mar marca la personalidad de sus habitantes, quienes presumen con satisfacción de habitar en algunos de los rincones más bonitos de Bizkaia. ¿Queréis conocerlos? Venga, acompañadnos en esta ruta de apenas 40 kilómetros aunque, eso sí, con algo más de mil metros de desnivel: mucho para algunos, pero en e-bike todo es más sencillo. Pero ya sabéis: la bicidiversidad siempre es una buena noticia.
El ser humano y la naturaleza han interactuado a lo largo de los tiempos para dejarnos un legado histórico y cultural espectacular, ofreciendo al visitante un amplio abanico de posibilidades para el ocio, el conocimiento y el disfrute de un entorno idílico
Del interior
Partiremos para ello desde la cueva de Santimamiñe, como si quisiéramos asomar la cabeza a la superficie para admirar las maravillas que nos rodean. Es el yacimiento arqueológico más importante de Bizkaia, reconocido como Patrimonio de la Humanidad, que conserva restos de asentamientos humanos de hace más de 14.000 años, medio centenar de pinturas rupestres y numerosas formaciones de estalactitas y estalagmitas de gran belleza. No es visitable más que de manera virtual, pero en los tiempos que corren eso no supondrá ningún problema.
Y antes de iniciar el recorrido en superficie nos acercaremos a conocer el afamado Bosque de Oma, nombre del valle contiguo, donde nos dejaremos atrapar por el mundo mágico que creó el artista Agustín Ibarrola con sus pinturas sobre troncos de árboles que dibujan formas humanas, animales y geométricas. Hay que buscar la posición correcta para ver las imágenes conjuntas: un juego divertido en un espacio lleno de magia y misticismo donde los árboles parecen cobrar vida. Actualmente el Bosque de Oma está cerrado, afectado por la peste del pino. Aunque parece que se trasladará a otro lugar. ¿Dónde? No se sabe todavía, pero no muy lejos de su actual ubicación.
Ereño tiene el honor de ser mundialmente conocido por su mármol rojo que podemos encontrar aún en los catálogos de la industria marmolera de todo el mundo
Y tras el divertimento abandonaremos el municipio de Kortezubi, en el que se localizan ambos escenarios, para dirigirnos a Gautegiz-Arteaga, donde nos asombraremos de ver un castillo en medio de la planicie. Nos referimos a un romántico palacio de espectacular belleza inspirado en la arquitectura gótica francesa y emplazado en el lugar donde existió una torre en la Edad Media, aunque su estructura actual es obra de arquitectos franceses quienes lo reconstruyeron en 1856 por encargo del emperador Napoleón III y su esposa española Eugenia de Montijo, en agradecimiento al nombramiento por las Juntas Generales de Bizkaia de su hijo Eugenio Bonaparte como vizcaíno de origen. Hoy está habilitado para uso hostelero, en el que podremos disfrutar de una inolvidable velada gastronómica en un entorno que ha sabido mantener con elegancia sus características originales.
Pero eso será en otro momento por cuanto la interesante visita exterior termina pronto para abordar a continuación el ascenso de cierta dureza al Alto de Muruetagane: ¡ojo con el ritmo de pedaleo, que aún estamos empezando! Y si continuamos siempre cuesta arriba llegaremos a la 'capital del mármol'. Porque Ereño tiene el honor de ser mundialmente conocido por su mármol rojo que podemos encontrar aún en los catálogos de la industria marmolera de todo el mundo aun cuando las canteras, ya explotadas por los romanos, no lo son regularmente en la actualidad. En este pueblo destaca su iglesia de San Miguel y a escasa distancia la ermita de Ereñozar con idéntica advocación y unas magníficas vistas del abra de la ría de Gernika. ¡Qué pena que solo podamos llegar a pie hasta tan privilegiada atalaya!
Y volviendo sobre nuestros pasos y atravesando por entre las pocas casas del barrio de Merru nos dirigiremos, siempre entre praderas y bosques, a Natxitua, desplegado sobre una colina, con sólidos caseríos dispersos y un conjunto de casas reunidas en las inmediaciones de una pequeña plaza y de la Iglesia de Santa María de la Consolación, con espléndido pórtico. Este pequeño núcleo urbano nos sorprende con unas bonitas vistas al mar que nos obligan a una parada en el camino para obtener unas bonitas panorámicas de la zona. Este antiguo barrio de agricultores pertenece al siguiente municipio al que ahora vamos a llegar en fuerte descenso, en el que deberemos poner toda la precaución posible.
A la costa
Cuando nos adentremos en Ea llevaremos recorridos solo 15 kilómetros, pero ya tenemos mil cosas que contar. Es este un lugar amable y pintoresco que cobra un especial encanto gracias a su playa, recogida y familiar. Y su puerto, las txalupas, y el carácter de sus habitantes evocan su origen pesquero. La ría que lo cruza y los cuatro puentes de piedra que unen ambas márgenes añaden un atractivo singular que hacen del casco urbano de Ea un lugar único. Y es que el recorrido que realizan sus aguas hasta llegar al mar es esencial para entender la naturaleza de este pueblo formado por varias calles paralelas a las que únicamente separa la ría, que aparece nítida en su escudo bajo la imagen de Belletxe. Es esta una pequeña edificación de madera que, elevada por pilares, guarda el material de los pescadores del municipio, la actividad principal y casi única de los earrak, que gozan diariamente de un núcleo urbano que ha enamorado a medio mundo. No es para menos, al tratarse de un pueblo diferente, sencillo y auténtico, sin duda especial.
Para salir de Ea no nos queda otra que hacerlo subiendo la exigente cuesta de regreso a Natxitua en dirección ahora a Ibarrangelu, una localidad estrechamente relacionada con la agricultura y que posee un importante patrimonio histórico, combinando perfectamente su maravilloso entorno natural con edificios y lugares históricos. Adentrándonos en el núcleo urbano observaremos en la entrada del municipio el frontón de las escuelas de Ibaeta, de gran interés tanto por su construcción como por el ornamento del frontis, en cuyo centro destaca el escudo. También merece una mención especial la iglesia de San Andrés, que cuenta en su interior con un retablo barroco dorado y un artesanado plateresco, en madera policromada, una de las pocas muestras existentes en toda la península ibérica.
Ea es un lugar amable y pintoresco que cobra un especial encanto gracias a su playa, recogida y familiar. Y su puerto, las txalupas, y el carácter de sus habitantes evocan su origen pesquero
A Ibarrangelu pertenece también la ermita de San Pedro de Atxarre, uno de los espacios más emblemáticos de Urdaibai, que nos invita a adentrarnos en el encinar cantábrico mientras paseamos por espacios mágicos, singulares e idílicos como Akorda o Dantzaleku. Así lo atestiguan las miles de personas que recorren anualmente la ruta circular que nos lleva a descubrir esta que pasa por ser una de las atalayas más importantes de Euskadi, desde donde se puede disfrutar de magníficas vistas de la Reserva de la Biosfera de Urdaibai. Mirando hacia el oeste, podremos ver el saliente del cabo Matxitxako y los pueblos de Bermeo y Mundaka; de frente Sukarrieta y Busturia; y si seguimos con la mirada la desembocadura del río Oka, llegaremos a Gernika allá a lo lejos. Nos hallaremos ante un cuadro con todos los colores de Urdaibai: vegetación, mar, arena, tierra, y la marea irá cambiando el dibujo de la ría en el rato que allí pasemos. Y si giramos la mirada hacia nuestra derecha, asomará la isla de Izaro, Ogoño y la frontera este, en Ibarrangelu. En definitiva, un recorrido de Urdaibai en 360 grados.
Y dejamos para casi el final la visita al pueblo pesquero más emblemático de Bizkaia, construido sobre una ladera que mira al mar, al abrigo del cabo Ogoño, con edificios escalonados y calles estrechas e inclinadas que te llevan hasta el puerto. Ese “puñado de casas de pescadores al borde del mar” se nos quedará para siempre en la memoria, porque cuando conoces Elantxobe no puedes evitar preguntarte: “¿Habrá gente que suba todos los días hasta ahí?”. Antes de descubrir la belleza que esconde este pueblo nos gustaría mostraros el significado de su nombre, cuyo origen reside en un barrio de la vecina localidad de Ibarrangelu llamado Elantxo, un pequeño núcleo de 'baserris' (caseríos, en euskera) situado en la zona más alta. Poco a poco, la población fue expandiéndose hacia las zonas más bajas, hacia el mar. Lo que hizo que se crease un pueblo con identidad propia conocido como Elantxo-be (debajo de Elantxo).
Su singularidad arquitectónica hace que el pueblo esté dividido en dos zonas: la parte alta y la parte baja. En la primera, sobre la única superficie plana del pueblo, se encuentra la iglesia de San Nicolás de Bari, rodeada de casas de pescadores. Callejeando podremos disfrutar de varios miradores hacia el puerto y hacia mar abierto. Es imprescindible asomarse a alguno de ellos para gozar del encanto especial de este pueblo en su integridad. También en esta zona se encuentra la famosa plataforma giratoria de Elantxobe, que si quieres ver en funcionamiento tendrás que enterarte del horario de autobuses. Destacan aquí las construcciones neoclásicas de la Calle Mayor, que une las dos zonas del pueblo. Conocida entre los vecinos como la calzada, mantiene su antiguo empedrado y la bordean viejos muros de piedra arenisca sobre los que crecen numerosas plantas. Todas las casas se alzan con la mirada hacia el puerto, y entre ellas destacan el palacio del Ayuntamiento y la Casa Torre Nagusia. Ya en la parte baja encontraremos el puerto y la mayor zona de ocio y bares, un lugar ideal para disfrutar de la majestuosidad del mar Cantábrico y de su sonido.
Y cierre entretenido
Por cierto, estamos en Euskadi y es mediodía, ¿qué podemos hacer? Exactamente: beber algo fresquito y comernos unos ricos 'pintxos'. Os aconsejamos que paréis en el Itxas Etxea, que tiene una terraza en pleno puerto. Tienen unos 'pintxos' riquísimos y si además los acompañáis con un txakoli de la zona, tendréis el pack completo, que bien os vendrá para afrontar la subida más dura de la jornada para salir del agujero en el que nos hallamos hasta Ibarrangelu que nos aguarda en lo alto.
Seguro que tras la proeza os entrarán unas ganas locas de daros un baño en la playa de Laga, uno de los arenales más bonitos de la costa vizcaína que conforman una playa salvaje abierta al Cantábrico a los pies del Cabo Ogoño. Con sus 574 metros de arena fina y dorada es un destino muy concurrido por los surfistas de la zona, aunque menos que la famosa 'ola de Mundaka' al otro lado de la ría.
En cambio, otros optarán por bañarse en la playa de Laida, la más grande de la ría de Mundaka, que ofrece la posibilidad de realizar multitud de actividades deportivas: windsurf, piragüismo, vela, etcétera. Todo ello con olas de calidad, largas y blandas, si bien conviene tener cuidado con sus corrientes. Otra de las características que distingue a esta playa vizcaína es la poca profundidad de sus aguas, ideal para el baño infantil. Además, en la mitad del arenal se forma una hermosa duna, desde donde divisaremos una excelente vista de la desembocadura de la ría, con la cinematográfica isla de Izaro al fondo. Escenario de película, nunca mejor dicho.
Aún nos queda otro arenal, ya que de nuevo en el municipio de Gautegiz-Arteaga, encontraremos la pequeña playa de Kanala. La actual es artificial, pues en 1994 los astilleros de Murueta tuvieron que dragar la ría de Gernika para poder botar un barco y la arena extraída se depositó entonces en la margen derecha de la ría, formándose así un arenal permanente incluso en pleamar.
No os faltarán planes y rincones que visitar si decidís pasar un fin de semana o un puente en esta joya vizcaína que ofrece parajes naturales, preciosos pueblos llenos de historia, playas, excursiones, cultura y gastronomía
Finalmente, para despedirnos de una jornada inolvidable lo haremos en el Urdaibai Bird Center, un gran centro de investigación de aves y un observatorio privilegiado de la marisma, parada obligatoria para los amantes de la ornitología y para todos aquellos que disfrutan con el espectáculo de la naturaleza. Y tras decir adiós a la ría y su enorme biodiversidad, afrontaremos el ascenso definitivo y algo durillo hasta Santimamiñe, de donde hemos partido hace unas horas. ¿A que ha merecido la pena el paseo?
Pues bien, amigos, si estáis pensando en hacer una escapada o pasar un fin de semana con encanto y en compañía de la bicicleta y la familia o amigos vuestro destino es sin duda Urdaibai, una reserva de la biosfera que esconde muchos tesoros y atractivos para el turismo. Porque, sean cuales sean vuestros gustos, no os faltarán planes y rincones que visitar si decidís pasar un fin de semana o un puente en esta joya vizcaína que ofrece parajes naturales, preciosos pueblos llenos de historia, playas, excursiones, cultura y gastronomía. En definitiva, la belleza de lo cotidiano. Y si además nos levantan aquí un nuevo Guggenheim, ¿qué más se puede pedir?
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