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El ciclismo y el poder 'socializador' del deporte

Un grupo de ciclistas

Francesc Xavier Medina

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No hay duda de que el ciclismo vive su mejor momento histórico en nuestro país. Y no parece que la pandemia haya hecho mella en su implantación. Según las últimas encuestas de hábitos deportivos en España, la gente que utiliza la bicicleta cada semana para hacer deporte ha pasado de un 6,7% en 2010 a un 10,3% en 2015 y a un sorprendente 19,7% en la recientemente publicada encuesta correspondiente a 2020. Dicho de otro modo, si en los cinco años que van de 2010 a 2015 el aumento fue de 3,6 puntos, entre 2015 y 2020 la subida ha sido de 9,4 puntos; casi dos veces superior. Y 13 puntos más que hace tan solo una década. Si a ello añadimos a quienes usan la bici para hacer deporte de manera más ocasional, pero frecuente (como por ejemplo una vez a mes), los resultados son tan espectaculares como esperados.

Y es que en los últimos años ha aumentado todo: el uso de la bicicleta como medio de transporte, el uso de la bicicleta como instrumento de ocio deportivo, el número de bicicletas vendidas y/o alquiladas, los practicantes que se definen como varones y las practicantes que se definen como mujeres (las únicas categorías computables en las encuestas), todos los rangos de edad, las licencias tanto de hombres como de mujeres (que casi doblan la media del deporte español en general), el número y la duración de las salidas… 

Lo que sí está claro es que este afianzamiento de la aceptación y popularidad social del ciclismo ha venido para quedarse. Se resituará, quizás, pero no disminuirá en mucho su práctica

Es posible que estos últimos y difíciles meses supongan un cierto sesgo en esta visión de conjunto. Durante la pandemia, la práctica del ciclismo ha supuesto para muchas personas un plus de libertad: una escapada, una salida de la rutina, un contacto necesario con la naturaleza, el disfrute de un entorno no habitual… (“salgo para limpiarme la cabeza”, nos decía un colaborador). Y es posible también que este sesgo se corrija cuando algún tipo de normalidad regrese. Pero lo que sí está claro es que este afianzamiento de la aceptación y popularidad social del ciclismo ha venido para quedarse. Se resituará, quizás, pero no disminuirá en mucho su práctica. 

Transporte y ocio, ciudad y naturaleza

Por un lado, el uso de la bicicleta como medio de transporte se encuentra hoy en día mucho más integrado en nuestras ciudades de lo que lo ha estado nunca. La pandemia ha servido, además, como excusa para mucha gente que ha preferido el uso de un medio de transporte alternativo y no contaminante como la bicicleta, antes que seguir utilizando transportes públicos que, además de llevarse a cabo en entornos principalmente cerrados, presentaban horarios muy concurridos en los que las personas que tenían que viajar no se sentían cómodas o seguras. 

Pero, por otro lado, el ciclismo ha incrementado mucho su presencia en tanto que deporte de escapada de ocio, de salida de la ciudad y de contacto con la naturaleza. Las 'grupetas' o grupos de ciclistas han crecido en el último año y, cuando ha sido posible, han incrementado sus salidas. 

¿Un deporte individual?

Un dato curioso es que, habitualmente, cuando hablamos de ciclismo, pensamos en el binomio que forman la persona y la bicicleta; y lo asimilamos, por tanto, a un deporte principalmente individual. Y, sin embargo, posiblemente no haya nada más lejano a la realidad.  Y es que todos los deportes, incluso aquellos considerados como individuales, tienen una vertiente social. Pero está claro que este hecho se da en el caso del ciclismo con un énfasis mucho mayor. 

Es posible que una persona salga sola, es evidente. Sin embargo, el ciclismo es una práctica deportiva que se da principalmente en fines de semana y días festivos, y que habitualmente se asocia a recorridos más largos, ya que no acaba siendo viable el poder salir durante muchas horas y varias veces a la semana. Por lo tanto, se reserva para momentos especiales de ocio más prolongado y, muy especialmente, compartido. 

Y es que, en la práctica ciclista, al ejercicio en sí, se le suman otras actividades complementarias de ocio relacional. De este modo, no es extraño organizar salidas con tiradas relativamente más largas, en compañía de amistades o de familia (habituales o cambiantes, pero con mucha frecuencia, habituales) para llevar a cabo recorridos que tienen paradas intermedias que se eligen desde las perspectivas más turísticas (contemplar un determinado paisaje, o visitar o descansar en un determinado paraje de interés) hasta las más gastronómicas (salir a desayunar, almorzar o comer en determinados lugares, restaurantes…), entre muchas otras; eso sí: siempre relacionales. 

El poder socializador del deporte

Y es que una de las grandes virtudes del deporte radica en su poder socializador; en su capacidad de crear identidades (locales, regionales, nacionales…) o simplemente grupales, de crear un 'nosotros' compartido que funciona y que se convierte en uno de los pilares de nuestra vida social.  

Es cierto que los deportes de equipo suelen generar mucho más este sentimiento de cohesión que los individuales. Pero en el caso del ciclismo, este fenómeno se da también de manera intensa, y no puede ser obviado. 

Por otro lado, es cierto también, según las citadas encuestas de hábitos deportivos en España, que los hombres encuentran más frecuentemente su círculo de amistades ligado al mundo del deporte que las mujeres. Sin embargo, también es cierto que estas últimas están incrementando progresivamente su práctica deportiva y se están añadiendo cada vez más a estas vivencias compartidas, ya sea en entornos familiares como, cada vez más, en el de amistades que se sitúan y que crecen en entornos deportivos. 

Capital social aportado desde los entornos deportivos

Y es que, parafraseando al sociólogo francés Pierre Bourdieu, el Y es que, parafraseando al sociólogo francés Pierre Bourdieu, el 'entorno que nos procura el deporte nos aporta 'capital social'. Nos da acceso a personas, a conocimientos y a herramientas que nos permiten crecer en nuestros contactos, pero también en nuestras competencias y capacidades. 

El ciclismo (el deporte en general) tiene un fuerte poder socializador, que acaba forjando nuestro entorno, las personas que forman parte de él y, en definitiva, nuestras vivencias

El deporte (o más bien, la actividad físico-deportiva en general) nos aporta contactos sociales que nos sitúan en red, y con ellos nos relacionamos y crecemos como deportistas, pero también como personas; como individuos, pero también, y muy especialmente, como seres que viven y funcionan en sociedad. 

Posiblemente, pensarán algunas personas, el ciclismo no es el fútbol. Quizás no es un deporte de equipo que nos hace depender los unos de los otros y relacionarnos ya desde el primer momento. Pero no cabe ninguna duda de que el mundo de la bicicleta está muy lejos de ser solamente una vivencia individual. Es, cada vez más, un deporte a ser realizado en grupo, a ser compartido y disfrutado conjuntamente. Y, como uno de nuestros informantes nos dijo en una ocasión: “Salimos con la bici, pero casi lo de menos es la bici. La cosa es salir todos, y pasarlo bien”. 

Y es que, mucho más allá de la actividad físico-deportiva en sí misma, el ciclismo (el deporte en general) tiene un fuerte poder socializador, que acaba forjando nuestro entorno, las personas que forman parte de él y, en definitiva, nuestras vivencias.

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