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Opinión - La fiesta acaba de empezar. Por Esther Palomera

Se construyó a base de madera en 1922, hace ahora cien años, en Fecamp, en la Normandía francesa. Tiene cerca de 45 metros de eslora, utiliza alrededor de 650 metros de tela en total y podía acoger una tripulación de entre 75 y 120 personas. Se trata del Marité, que fue bacaladero y también buque mercante de cabotaje, y que es ahora uno de los navíos que ha conquistado desde este jueves el puerto de Pasaia. Va a permanecer allí hasta el domingo, dispuesto a ser observado por cualquier ojo curioso, con motivo de la celebración de la segunda edición del Pasaia Itsas Festibala.

Las largas velas y los pabellones, que señalan que hay barcos de muchos y variopintos rincones de Europa, han creado en la localidad guipuzcoana una estampa especial. “Necesitamos el festival para situar Pasaia en el mapa internacional de los eventos culturales marítimos, aprovechando todo su potencial para impulsar nuevas actividades generadoras de riqueza y empleo”, señalaba en la jornada inaugural Izaskun Gómez, alcaldesa de la localidad y presidenta de la entidad organizadora del festival, que se ha retomado tras cuatro años de parón.

Entre los barcos históricos que pueblan estos días las aguas de Pasaia están también el Oosterschelde neerlandés (goleta de 1917) y el Ring Andersen danés (carguero de 1948), además del Shtandart ruso y Le Recouvrance francés, réplicas modernas de navíos de los siglos XVIII y XIX, respectivamente. Además de barcos, el festival está salpimentado de conciertos de música, 'dantza', talleres de pesca y manualidades y actividades de concienciación sobre la necesidad de cuidar los mares y no llenarlos de residuos