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OPINIÓN | Aldama, bomba de racimo, por Antón Losada

La era Azkuna terminó. ¿Ahora qué?

Parece que el encadenamiento de días libres de la pasada semana les ha quitado la razón a quienes aducían la inexistencia de “público objetivo” dispuesto a salir de compras en festivo. Los pocos establecimientos que abrieron estuvieron a rebosar de esos compradores inexistentes.

También los municipios cántabros manifestaron con toda claridad que abrirían durante el puente con la intención declarada de captar al público vizcaíno. Pasado el puente y como gente bien nacida que son, han agradecido la invasión de los bilbaínos que llenaron los centros comerciales de Castro Urdiales, Laredo y Santander. De nada.

Esto de los horarios comerciales está dando mucho juego y es importante pero solo es una parte de la compleja encrucijada en que Bilbao está ya metido y seguirá estándolo en los próximos años. En marzo habrá elecciones municipales y el ruido de la campaña, más aún ahora que la política es una actividad tan estruendosa, lo tapará todo. Asistiremos a debates de vuelo corto, alguna polémica y a manifestaciones de adhesión hacia cualquier cosa que se entienda que da votos. Así que habrá que esperar a que el trámite electoral termine para que, cesado el bullicio, tal vez alguien se ocupe de las cosas del comer.

No son los horarios comerciales lo más importante. Es algo más. La cuestión a la que nos enfrentamos de la mano de quienes elijamos en marzo, es qué tipo de ciudad queremos y cómo imaginamos el Bilbao por el que deberemos esforzarnos. Escoger entre la ciudad dinámica o la ciudad tranquila es lo que Bilbao, sus autoridades y su sociedad, tendremos que enfrentar. El modelo del titanio bonito, que sustituyó al gris industrial ha sido un éxito pero ya ha cumplido su plazo, y todo va mucho más rápido ahora.

Es legítimo querer un Bilbao tranquilo y apacible, perfectamente adaptado a la que se prevé que va a ser su envejecida población. No es mala solución y yo mismo seré “público objetivo” de esa alternativa. Sin embargo ese tipo de ciudades, tan cómodas, sosegadas, limpias y -dicen que- aburridas necesitan obtener los muchos ingresos que requieren para poder mantenerse, de otras urbes más “ocupacionales”. Y de esas no tenemos.

Por supuesto que otros abogan por aprovechar el tirón turístico y el tamaño accesible de Bilbao para convertirla en un centro comercial y de negocios. Cosas que ya se sabe que atraen dinero y oportunidades pero que convierte las calles en espacios ruidosos, con aglomeraciones, idiomas y religiones distintas, largos horarios, papeleras a rebosar, pobres que se hacen visibles y turistas con sandalias y calcetines. Uff.

Pero no es solo el comercio. Hay más dudas sobre cómo queremos que sea Bilbao. Está el problema de la cohesión social. Saber si queremos una ciudad más rica aunque sea más desigual o lo contrario ¿Cómo vamos a facilitar la movilidad social? si es que queremos hacerlo. ¿Vamos a concentrar lo marginal en uno o varios lugares de forma que el resto de la ciudad “comercial y de negocios” quede al margen de esos feos problemas? Hay muchas ciudades que lo hacen.

También nos queda la duda de si seremos capaces de atraer el talento, que ya no necesita está físicamente en una macro-urbe, que puede elegir un lugar más cómodo, por ejemplo Bilbao, pero que necesita también un “ambiente propicio” desde luego más parecido a California que a Vetusta. Y hablando de ese ambiente, el último y exitoso evento tecnológico que hemos acogido: Fun & Serious también nos pone delante de otra duda, no pequeña: ¿Cuánto Inglés se va a escuchar en

nuestras calles? y ¿cuánto se esperará que hablemos nosotros mismos? Otra bonita pregunta que tendremos que responder.

Cómo también deberemos responder a cómo va a ser la relación de Bilbao con los muchos e importantes municipios que la rodean, que forman parte inseparable del mismo entorno metropolitano en el que muchos nos reconocemos, pero que ya no están dispuestos, con razón, a ser las ciudades secundarias que fueron en los años sesenta y setenta.

Son muchas e importantes preguntas que sobrevolarán entre las paredes del Salón Árabe municipal el día que se constituya la próxima corporación y a las que sus miembros, con la ayuda de toda la ciudadanía de la villa, tendrán que encontrar respuesta. La era Azkuna ya terminó, la Alhóndiga Bilbao tomará su nombre en recuerdo. Bien y ¿ahora qué?. Esa será (o debería ser) la pregunta a partir de marzo.

Parece que el encadenamiento de días libres de la pasada semana les ha quitado la razón a quienes aducían la inexistencia de “público objetivo” dispuesto a salir de compras en festivo. Los pocos establecimientos que abrieron estuvieron a rebosar de esos compradores inexistentes.

También los municipios cántabros manifestaron con toda claridad que abrirían durante el puente con la intención declarada de captar al público vizcaíno. Pasado el puente y como gente bien nacida que son, han agradecido la invasión de los bilbaínos que llenaron los centros comerciales de Castro Urdiales, Laredo y Santander. De nada.