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OPINIÓN | Aldama, bomba de racimo, por Antón Losada

Protestantes

En Bilbao protestan los protestantes pero también lo hacen los musulmanes e incluso los fieles de otra religiones distintas a la católica. El motivo es una normativa municipal sobre “centros de culto”, dicen que la más restrictiva de las capitales españolas, que establece la prohibición de que estos se ubiquen en los bajos de edificios de viviendas. En la ciudad hay bastantes iglesias católicas y no católicas en tal situación y hasta ahora no había habido problemas. De hecho nadie ha sido capaz de explicar sin balbuceos las supuestas razones objetivas por las que no deban admitirse más templos como, por ejemplo, los del Corpus Christi, en Indautxu, Nuestra Señora de los Reyes, junto a la Gran Vía, o la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días (mormones) de la calle Henao, todos ellos situados de toda la vida en bajos de viviendas.

La falta de justificaciones urbanísticas creíbles y la sospechosa coincidencia de esta nueva prohibición con la solicitud para la apertura de alguna mezquita hacen pensar que se trata de una normativa a medida para impedir de hecho que las religiones no católicas se hagan visibles. El pastor evangélico Unai Arretxe (de los Arretxe de Nueva Inglaterra, supongo) expresaba la postura municipal con cruel transparencia hace unas semanas: “Os tolero pero que no se os vea”. Tal parece ser, efectivamente, la actitud de nuestros munícipes.

Lo peor es que el Tribunal Supremo ha echado atrás esa normativa local por un defecto de procedimiento. Dicen los jueces que para este cambio es obligado escuchar a los interesados y que no se ha hecho así. Con todo el respeto debido yo creo que el tribunal se equivoca. Desde luego que se ha escuchado a los vecinos, pero -eso si- solo a los vecinos católicos (creyentes o sociológicos, eso da igual) que son muchos más que los “interesados” no católicos y que suponen, claro, más votos. A esos vecinos sí se les ha escuchado. Tanto como a los vecinos de Deusto que se oponen a un discoteca legal que nuestro Ayuntamiento va a prohibir diligentemente.

No hay, por tanto, ignorancia del deseo mayoritario sino desprecio por el derecho de la minoría. En este caso de la minoría religiosa. En 1859 decía John Stuart Mill, hablando de religión que “allí donde el sentimiento de la mayoría es todavía genuino e intenso, allí podremos ver a la tal mayoría esperando aún ser obedecida”. Pues eso.

Detrás de apelaciones a una supuesta garantía de convivencia y otros disimulos conceptuales no hay más que eso: el deseo íntimo de la mayoría de que la suya sea la única visión socialmente aceptable. El problema es que los responsables municipales debieran saber que los derechos y libertades fundamentales no son negociables, ni requieren del permiso de la mayoría para ser ejercidos. Y no solo eso, debieran saber que su obligación como responsables de un poder democrático es defender activamente esos derechos en lugar de buscar subterfugios para ver cómo los suprimen sin que se note mucho. Comprendo que, con las elecciones municipales encima, defender el derecho de quien tiene una sola papeleta de voto frente a quienes tienen cientos es casi una heroicidad, pero es lo que hay, o al menos lo que debería haber en políticos decentes, de esos que despotrican día sí y día también contra el nuevo populismo.

Con objeto de solventar a toda prisa ese “defecto de forma” jurídico (que no la carencia democrática) el Ayuntamiento convocó hace unas semanas a las religiones no católicas a una reunión que le permitiera alegar que “los interesados” ya habían sido escuchados y seguir adelante con el procedimiento, pero tanto evangélicos como musulmanes han protestado, demostrado que pocos sí pero tontos no, y no han querido acudir a que consideran simple paripé.

Lo más curioso de esta normativa que busca expulsar a los nuevos templos a la periferia es que, al pretextar la excusa de la “convivencia” no es de aplicación a los edificios “exentos”, es decir a los templos que constituyan en sí un edificio completo y separado. El resultado es que, en lugar de una discreta mezquita en los bajos de un edificio, nos podemos encontrar un día con una completa, tal vez con su cúpula, su minarete y su muecín. De momento los Mormones ya han solicitado salir de su anónimo bajo y construir un templo bien visible en un céntrico solar de Deusto, donde seguramente no tendrán ningún problema ¿verdad que no? ¿Qué se apuestan?

En Bilbao protestan los protestantes pero también lo hacen los musulmanes e incluso los fieles de otra religiones distintas a la católica. El motivo es una normativa municipal sobre “centros de culto”, dicen que la más restrictiva de las capitales españolas, que establece la prohibición de que estos se ubiquen en los bajos de edificios de viviendas. En la ciudad hay bastantes iglesias católicas y no católicas en tal situación y hasta ahora no había habido problemas. De hecho nadie ha sido capaz de explicar sin balbuceos las supuestas razones objetivas por las que no deban admitirse más templos como, por ejemplo, los del Corpus Christi, en Indautxu, Nuestra Señora de los Reyes, junto a la Gran Vía, o la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días (mormones) de la calle Henao, todos ellos situados de toda la vida en bajos de viviendas.

La falta de justificaciones urbanísticas creíbles y la sospechosa coincidencia de esta nueva prohibición con la solicitud para la apertura de alguna mezquita hacen pensar que se trata de una normativa a medida para impedir de hecho que las religiones no católicas se hagan visibles. El pastor evangélico Unai Arretxe (de los Arretxe de Nueva Inglaterra, supongo) expresaba la postura municipal con cruel transparencia hace unas semanas: “Os tolero pero que no se os vea”. Tal parece ser, efectivamente, la actitud de nuestros munícipes.