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Sobre este blog

Soy Dani Álvarez, presento y dirijo cada mañana Boulevard en Radio Euskadi entre las 6 y las 10 de la mañana. A los 12 años escuché por primera vez a Iron Maiden y me dije “esto es lo mío”. Desde los 22 busco y cuento noticias, y a todas horas escucho Metal. He entrevistado a más lehendakaris (5) que veces he visto a Metallica o he ido a Wacken (4). Decir más sería reiterativo.

El lehendakari del Metal

Bus internacional

Dani Álvarez

Todavía hay gente que pregunta por el Metal attack, en Iturribide (Bilbao) aunque ya no existe –le ha sustituido ElMetal de Ramón-. Fue uno de los primeros bares puramente heavies que hubo en Euskadi. Sin duda, el más conocido y el más dinámico. Ese garito, comandado por Fernando, era la puerta de entrada al Heavy Metal y, sin género de dudas, hacia conciertos y festivales en otras ciudades europeas a las que peregrinar para ver a grandes bandas. “Me suelo encontrar a gente que viene a darme las gracias. Eso lo llevaré siempre conmigo, la gratitud de tantas personas es lo más importante”, Fernando se refiere a decenas y decenas de chavales que empezaron a viajar a otros paises gracias a él. “Ahora viajar es fácil, cualquiera se lo puede permitir, pero en 1986 ir a Londres era un lujo solamente al alcance de pocos”.

La primera vez que organizó un autobús desde Bilbao para ir al extranjero fue en 1986, con destino a Donington Park, en Inglaterra. El cartel era espectacular: Bad news, Def Leppard, Motorhead, Ozzy Osbourne, Scorpions y Warlock. “Hace 32 años no existía Ryanair, así que teníamos que ir y volver en autobús. Como era una matada, programaba algún punto de paso intermedio, y luego estábamos cuatro días en Londres. En realidad, eran unas vacaciones. Los festivales de entonces sólo duraban un día, y nos volvíamos del tirón cuando acababan los conciertos”. ¿El precio? “Unas 18.000 pesetas”. Es decir, entre 100 y 120 euros por el viaje y el festival. Antes había organizado otros viajes para ir a San Sebastián, cuando el Velódromo Anoeta le disputaba a Bilbao el ser la tercera plaza en discordia tras Madrid y Barcelona.

Primero, el Monters of Rock en Donington, luego llegaron los viajes al Dynamo Open Air de Eindhoven (Países Bajos), a Wacken (Alemania) y a otros destinos, pero siempre con Fernando como dinamizador y organizador. “Gracias a esas aventuras he conocido a algunos de mis mejores amigos, que lo siguen siendo hoy”, confiesa. Su familia, visionaria, decidió apuntarle a clases de inglés en un tiempo en el que el idioma extranjero que aún se impartía en algunos colegios era el francés. “Eso me permitió viajar y poder defenderme por el mundo”. Y en un tiempo en el que no había Internet, teléfonos móviles ni transferencias bancarias, contactar con decenas de personas era toda una aventura, que exigía estrategia.

“Cuando veía algún festival apetecible, hacía unos pocos carteles con mi número de teléfono de casa, quedaba con los interesados en el fotomatón de Zabalburu, y luego íbamos a la hamburguesería Savana. Allí me pagaban, en metálico, claro. Cuando abrí el Metal Attack en 1991, entonces ya tenía mi propia sede”. Su lista de actuaciones vistas es difícilmente superable: 6.863 hasta hoy, todos anotados con rigurosidad exquisita en un documento. El primero data de diciembre de 1987 (Orquesta Mondragón, Pabellón de La Casilla), y desde entonces todo lo que un heavy pueda soñar: AC/DC (12 veces), Motorhead (13 veces), Judas priest (17 veces), Iron Maiden (24 veces), Metallica (33), Slayer (30)… Y joyas que forman parte de la leyenda del género. La lista contiene conciertos de las épocas doradas de los grandes grupos, pero también hay excepciones al Metal. Como buen amante de la música, puede presumir de haber visto a Elton John, Neil Young, Joan Jett, Texas o Spandau ballet, siempre en sus años más brillantes.

“Los festivales de los 80 consistían en el mismo concepto que los actuales, pero sin turistas. Sólo íbamos personas interesadas en los grupos, no era un acto de diversión como sucede ahora, que se han puesto de moda. Tampoco había excesivas comodidades: ni carpas ni zonas VIP: sólo escenarios y puestos para comida y bebida”. Ni había whatsapp ni tampoco el euro, así que el dinero era un enredo: “Cuando íbamos a Alemania o al Reino Unido, solíamos parar unas horas en Amsterdam, de modo que salíamos de Bilbao con francos, florines, libras esterlinas y marcos alemanes. Les dábamos una buena comisión a los bancos”.

Durante muchos años, se convirtió en comprador compulsivo de discos, hasta que paró en seco en 2006. Acumula más de 10.000 lo que, en la última mudanza le obligó a dedicar sólo una furgoneta para la música, “te aseguro que será la última mudanza de ese estilo que haga”. Tanto compraba, que se le amontonaron 800 discos sin oír. “No tenía tiempo para escucharlos, aunque llevara el ritmo de uno al día, fíjate lo que me hacía falta para ponerme al día”. Con tanas horas invertidas en el Heavy Metal es casi imposible encontrar una espinita clavada, un artista al que no haya visto. Tras escarbar en la memoria, Fernando encuentra uno: “nunca pude ver al que era mi guitarrista preferido, Randy Rhoads. Sí he visto muchas veces a Ozzy pero me hubiera gustado verlo con él”.

En el caso de muchos aficionados al Metal, la entrega por la música tiene altibajos. Hay fases en la vida en las que, por familia, trabajo u otras dedicaciones, la música pasa a segundo plano, por eso Fernando es un caso singular. “Hubo dos años en los que bajé mucho el pistón, fue cuando estuve cuidando a mi madre, enferma de Alzheimer, pero la música me mantiene vivo. Es algo que siempre me produce satisfacción. De hecho, este último año he ido a más festivales que nunca, 21”.

Con tantos viajes, siempre siendo organizador y responsable de todo, es remarcable el hecho de que nunca tuvieran que lamentar un accidente o una desgracia. Aunque sí, claro, muchas anécdotas. “La más común era la de quien se pasaba con el alcohol y se perdía el festival. Imagínate, ir a Inglaterra a ver seis grupos y volverte sin nada. Yo mismo me perdí la campana de AC/DC en el 81, vas a ver a AC/DC y ni ves la campana!”. Aunque sí hubo una que le gusta contar, entre risa y cabreo: “Una vez en Amsterdam un tipo desapareció. Iba tan borracho que se balanceaba. Pensamos que se había caído a los canales y habría muerto. Hablamos con la policía, pero no apareció. Tuvimos que retomar el camino, porque 160 personas no podían depender de él. Años después, me enteré de que se había quedando dos meses viviendo a la sopa boba en Amsterdam. Lo acogieron unas monjas y lo estuvieron manteniendo en un convento”.

Mientras ultima sus próximas citas, admite: “Reconozco que llevo la vida que todo heavy querría llevar. ¡Incluso los no heavys! Dedicar todo mi tiempo a la música”. Eso sí, ya con límites. Ahora, nada de campings, de ver conciertos más tarde de la una de la madrugada ni arriesgar la salud en condiciones meteorológicas adversas. Y, por supuesto, siempre está dispuesto a compartir una charla con cualquiera sobre música, y eso incluye a todos aquellos que formaron parte de sus misiones por el mundo en busca de Metal. “No hay nada que le guste más a un heavy que hablar con otro heavy sobre lo que más le gusta, que es el heavy”.

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Soy Dani Álvarez, presento y dirijo cada mañana Boulevard en Radio Euskadi entre las 6 y las 10 de la mañana. A los 12 años escuché por primera vez a Iron Maiden y me dije “esto es lo mío”. Desde los 22 busco y cuento noticias, y a todas horas escucho Metal. He entrevistado a más lehendakaris (5) que veces he visto a Metallica o he ido a Wacken (4). Decir más sería reiterativo.

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