Think Bask, quiere ser una red de pensamiento analítico donde aquellas personas que generan conocimiento en nuestra sociedad, como universidad, investigadores sociales, analistas, fundaciones, ONG’s, sindicatos, partidos políticos, blogs, etc... tengan un cauce de expresión y un lugar de encuentro. En este espacio caben todas las opiniones y el debate es bienvenido.
Ser de los nuestros
Se atribuye a Pío Cabanillas Gallas la genial frase de “A veces la política se complica tanto que yo ya no sé si soy de los nuestros”. Nadie se acuerda ya de Don Pío. En mis tiempos mozos conocí en Madrid una cuadrilla de ácratas gallegos, influidos por Agustín García Calvo, pero que reclamaban como sus principales inspiradores a Nicolás Maquiavelo y a Pío Cabanillas. Era pontevedrés, elegido Procurador en Cortes en 1967 por el voto casi unánime de los Colegios de Registradores de la Propiedad, fundador del originario Partido Popular (no el actual), ministro con la dictadura y con la democracia, y autor de diferentes libros, entre los que destaco el titulado “La venta a plazos”. Un experto en cómo vivir dentro de la política. Todavía su hijo fue el primer portavoz del gobierno de Aznar.
Han tenido recientemente los socialistas catalanes una nueva reclamación, esta vez ante sus propios correligionarios españoles. Pretenden su derecho como colectivo de parlamentarios del PSC en las Cortes españolas a votar distinto de lo que lo puedan hacer los del PSOE ante determinadas temáticas sobre la relación de Cataluña con España o sobre su manera de estar una en la otra. No lo han resuelto, pero sí han acordado “la-creación-de-un-comité-permanente-de-coordinación-política-que-tendrá-como-objetivo-encauzar-y-resolver-las-posibles-discrepancias-en-cuestiones-relacionadas-con-el-autogobierno-de-Catalunya”, que sin duda nos reporta a todos una gran tranquilidad de espíritu.
El pulso ha durado minuto y medio en la prensa, pero regresará con la contumacia característica de estas cosas. El asunto es ya mediáticamente tan irrelevante como este comentario. Pero, no nos confundamos, esconde parte de la esencia de nuestros problemas con nuestra actual democracia. No me refiero al “asunto catalán” –tema que me desborda tanto como me desinteresa-, sino al importante problema de la representación de la voluntad ciudadana. Todos sabemos a qué responde esa reclamación nacionalista del PSC dentro del PSOE -y también la respuesta nacionalista a la misma-, pero sorprende el abandono tan militante que se hace de los motivos que llevan a alguien a ser representante popular. En los parlamentos hay tantos o tan pocos parlamentarios, individuos de carne y hueso, porque cada uno de ellos, individualmente, representa a un sector de la ciudadanía y trabaja en sus diferentes cometidos en beneficio de los intereses de ésta. Si no fuera así, si solo fueran números para completar la cifra que le toca a cada grupo parlamentario, sujetos pasivos, tendría razón Dolores de Cospedal proponiendo la drástica reducción del número de éstos: bastarían los jefes de fila de cada uno, con la respectiva desigual capacidad de representación cada vez que tocara votar.
Aun más, el número plural de representantes de una opción partidaria permite expresar a su vez los diferentes perfiles o inclinaciones que conviven dentro de un mismo cuerpo político. Éste es un tema que conocen muy bien los socialistas catalanes, al punto de que el objeto final de su reclamación no es otro que mostrar la pluralidad socialista hacia afuera y la unanimidad férrea hacia dentro, aun a sabiendas de lo extremadamente falsa que ésta resulta en su caso. Purita doctrina nacionalista.
Por eso el tráfago de noticias que alimenta la actualidad mediática no puede dejar como si nada la insólita impugnación de lo más sano de la tradición liberal que reclaman los actuales (y provisionales) jefes del socialismo catalán. Ésa que enseña que la unidad original, la célula base de toda sociedad libre, es el individuo y no la corporación, sea ésta del orden que sea, empezando por la corporación territorial. Precisamente esto es lo principal que separa a un nacionalista del que no lo es: unos ven individuos que en uso de su libertad se agrupan y separan de quien quieren, y otros ven realidades nacionales esenciales, previas, ajenas a voluntades, que incorporan necesariamente a esos mismos individuos.
Sería de todo punto de vista lógico que los socialistas catalanes reclamasen su derecho a votar diferente del PSOE en un tema tan complejo como es hoy el catalán si hicieran lo mismo reclamando que cada parlamentario socialista catalán votara con libertad y distinto respecto del PSC en las Cortes españolas y en el Parlament de Catalunya. Y que pudiera hacer lo mismo cada parlamentario del grupo que fuere en el parlamento que fuere y ante el tema que fuere. Y que luego diera cuentas a sus electores y a su grupo parlamentario… por ese orden.
Esa reclamación auténtica de la libertad de los representantes engancharía con las ansias de renovación democrática de los partidos que piden los ciudadanos representados. Lo otro, los jugueteos de facción partidaria y las adscripciones nacionalistas de la izquierda, son mercancía averiada, material viejo y pulsiones tan ajenas al pensamiento y tradiciones de esa misma izquierda que te invitan a dudar de si, efectivamente, ellos y yo mismo seremos, unos y otros, de los mismos nuestros.
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