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Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

2025, hagamos valer la excepción vasca

Mikel Otero, Pello Otxandiano y Nerea Kortajarena, en el Parlamento Vasco
29 de diciembre de 2024 21:45 h

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Lo de realizar promesas de año nuevo es algo que, según se mire, puede tener su valor político. Es cierto que las promesas ayudan a proponer retos, a empezar a cumplirlos o, simplemente, constatar que no eran más que palabras. Pero tienen valor por el hecho de que se plantean, porque requieren de reflexión, o porque sirven para resituarte en el aquí y ahora, o también en el mañana, para saber a dónde dirigirte. A todas nos gusta vivir nuestras ilusiones, esos pensamientos que rompen con la rutina y, a veces, permiten huir de la misma. Y, menos mal, porque nos ayudan a avanzar. 

El 2024 ha sido, para mí, un año inolvidable. Pienso en la persona que era hace una década y quién me habría dicho que pasaría las últimas horas del año escribiendo estas palabras para alguien. Digo alguien, porque uno de los mayores contrastes vitales de este año ha sido ver cómo desconocidos se te acercan en la calle para animarte o felicitarte. O como una mujer encantadora te saluda y comparte sus problemas como si nos conociéramos de toda la vida. Una reflexiona sobre esto y se sorprende. Porque sí, estos últimos doce meses me he sorprendido mucho, he escapado a imaginar, he prometido, pero, sobre todo, me he comprometido. 

El compromiso, para una mujer que acaba de cumplir 50 años, es la suma de vivencias. Tengo dos hijos, y cualquier madre o padre que lea esto sabrá que no hay mayor compromiso que el ser madre. Pero también es un compromiso feminista y político, porque no hay militancia más fundamental que la vida misma. Desde esta realidad, di un paso al frente en 2016 para ser parlamentaria, y una realidad mucho más compleja es la que me llevó a encabezar la candidatura de Gipuzkoa en las últimas elecciones autonómicas. Desde ese lugar ejerzo hoy la portavocía de EH Bildu en el Parlamento. 

La complejidad de la realidad, aquí y ahora, nos exige entender que no podemos seguir haciendo lo mismo y esperar resultados diferentes. Es tiempo de actuar en consecuencia. Solamente desde la aceptación de esta realidad podremos aprovechar el próximo año para ser verdaderamente útiles. Esa complejidad nos interpela a todas, tanto a la oposición como a los partidos en el gobierno. La simple retórica ya no basta; toca ser valientes. 

El 2025 será un año decisivo, porque, entre otras cosas, deberemos elegir entre un maquillaje fiscal que no moleste a las elites o una reforma profunda que garantice los ingresos necesarios para dotarnos de los mejores servicios públicos, repartir la riqueza que generamos y afrontar la transición energética con ambición. El reparto justo de la riqueza no es solo una condición de dignidad para el país; también es esencial para la calidad de nuestra industria y la viabilidad de nuestras empresas. Porque la generación de capital, sin arraigo ni condiciones laborales dignas, está condenada a ser pobre por definición. Por eso, el gobierno no puede eludir su responsabilidad y debe rectificar, estableciendo, mediante un acuerdo interprofesional, un Salario Mínimo Propio adecuado a nuestra realidad socioeconómica. 

El próximo año también deberá ser el de asumir responsabilidades reales respecto a la situación de Osakidetza, ofreciendo soluciones palpables y un giro de 180 grados en su concepción como servicio público. De lo contrario, todo habrá sido un simple fuego de artificio para blanquear la imagen de algún partido. Asimismo, en los próximos meses debemos ser lo suficientemente cuidadosos como para no alimentar discursos racistas o antiinmigración. Pretender construir liderazgo desde esa óptica es, como mínimo, inoperante. Igual de ineficaz es seguir utilizando el euskera como arma arrojadiza o excusa del españolismo, como se vio con la Ley de Educación. 

Tales discursos rozan el negacionismo y se asemejan peligrosamente a las posiciones reaccionarias que dicen combatir: aquellas que niegan derechos y privatizan lo público; aquellas que ponen la alfombra roja a fondos buitre. Y no podemos permitirlo. Porque se puede no permitirlo. El próximo año debe ser aquel en el que el Gobierno vasco asuma su responsabilidad, intervenga el mercado de alquileres y garantice el derecho subjetivo a la vivienda para todas las personas. Contamos con las herramientas jurídicas y políticas para hacerlo. Si no se hace, será porque, como se ha evidenciado en la negociación presupuestaria, falta voluntad política. 

Yo me pregunto: ¿para qué ser un país excepcional si no se está dispuesto a actuar en consecuencia con las oportunidades que ofrece? El 2025 será el año en el que la excepción vasca opere en favor de la clase trabajadora o perdamos la oportunidad de remar en la dirección correcta hacia la construcción de un país del que sentirnos orgullosas. Debemos demostrar, una vez más, que este país es diferente a los que nos rodean. Se nos debe reconocer como nación, y debemos abordar de una vez por todas el debate sobre el nuevo estatus político. Porque el nuevo estatus político será la condición de posibilidad para que la excepción vasca repercuta de forma positiva en las vidas de la ciudadanía vasca. 

Este país tiene las condiciones necesarias para evitar caer en dinámicas conformistas. Este país puede ser lo que quiera ser, porque cuenta con una de las herramientas más valiosas que cualquier sociedad puede tener: una organización política que no se deja presionar por los poderosos ni condiciona sus objetivos y acciones políticas al corto plazo o a la mera táctica electoral. EH Bildu es una excepción que posibilita que este país sea, también, una excepción: la excepción vasca. 

La excepción vasca es contar con una alternativa política dispuesta a corresponsabilizarse con el país, con su gobernanza, con su liderazgo, con sus retos y con la construcción del presente. La excepción vasca es, a toda costa, no caer en dinámicas políticas destructivas que alimenten la idea de que “todos son iguales” y extender el lodazal de la política española a la vasca. Es no caer en la simplificación ni en la negación, ni en el recorrido más corto, ni en lo efímero e irreflexivo. La excepción vasca es la construcción de un espacio de diálogo permanente. La excepción vasca es saber aprovechar el tiempo y hacer valer el país y su gente. Y que el 2025 sea, al fin, el año que recuerde cómo fuimos capaces de construir juntas, con valentía y determinación, un futuro digno de nuestras ilusiones y de nuestro compromiso.   

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