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Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Un documental devuelve la pintura al primer plano y recorre la vida y obra de Félix Beristain Amallobieta, el último costumbrista vasco

El cartel del documental, titulado 'Félix Beristain Amallobieta: el último costumbrista vasco'

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El arte está de capa caída. Se ha devaluado. Ha perdido la preponderancia que tenía. No hablamos de las grandes inversiones millonarias o del negocio que gira en torno a las archiconocidas casas de subastas, sino de la pintura y la escultura auténtica, ésa que forma parte del corazón de quien la observa y posee el alma del que la crea.

La inmediatez, el consumo inmediato, la economía mal entendida y el no dar mérito a lo que sí lo tiene está sustituyendo a la pericia, la artesanía, la experiencia y la sabiduría por banalidad. El comprar cuanto más mejor sin saber el qué ni por qué se lleva la palma en contraprestación con el ahorro minucioso, visionario, para dar rienda suelta a una ilusión en forma de lienzo. La realidad ya supera los sueños. El romanticismo es un movimiento chabacano. ¡Manda huevos!, que dijo aquél.

Siempre nos quedarán los museos, como el Bellas Artes de Álava, una joya del costumbrismo, un lugar de referencia al que volver. A veces, los museos, por próximos y cercanos, pasan desapercibidos. Y luego nos vamos hasta el quinto pino para ver lo que no vemos al lado de casa.   

Aunque las galerías estén desapareciendo, los maestros siguen existiendo. Están en muchas partes pero a veces no se les ve ni se les mira. Y, mucho menos, lo suficiente. Es necesario formarse de forma minuciosa para conseguir unas gafas de mirar. 

Félix Beristain Amallobieta (Ondarroa, 16 de julio de 1937, pero residente en la cuadrilla alavesa de Gorbeialdea) es uno de esos maestros, “adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor”. Su obra es una herencia del saber auténtico, un legado del pasado muy presente, un sabio del óleo en estilo costumbrista, el movimiento artístico que se propuso reflejar las gentes de una época y dotar de estampa noble los oficios y las costumbres. Hasta llegar a su esencia.

En sus 73 años acariciando lienzos, Beristain ha tenido diferentes etapas pero bebió primero de los grandes pintores que pasaron por Ondarru para plasmar la esplendorosa y ajetreada villa marinera.

La influencia de Valentín de Zubiaurre

Uno de tantos se fijó en él con los ojos que saben mirar. Valentín de Zubiaurre, consolidado junto a su hermano Ramón como dos genios clásicos de la pintura vasca, apoyó a un joven Beristain abriéndole caminos que el de Ondárroa tuvo que horadar. Él fue el que le ayudó a dar el paso para ir a Madrid y formarse en la Real Academia de bellas artes de San Fernando. El viaje duró lo que dura una beca que se acaba en el camino.

Pero lo que no se termina nunca es la capacidad de superación y el apasionamiento de un artista. Tras las primeras exposiciones en su Ondárroa natal, Bilbao, Eibar y Vitoria-Gasteiz, en la Galería de la Familia Ezquerra, vino la etapa francesa de Beristain impulsada por el acuarelista de los Pirineos, Jean Hourrégue, y el marchante Guy Bolloni. Triunfó en Pau y conoció a maestros en el exilio como Nicomedes Gómez.

Beristain ha tenido distintos momentos pero pocos silencios. Tras sus inicios, siempre complejos, en el que un ladrillo triturado, la tizna o el nimio debían convertirse en pigmento, llegó a su época negra, triste y melancólica, con figuras desgarradas y ausentes. Tristes como la vida triste, un realismo anticipado que después se convertiría en espléndido y lleno de luminosidad.

Para dar aquella etapa por terminada quemó parte de su obra como Méliès deshizo la suya. El fuego destructor dio paso a una creatividad sin límite en la que el afloró el cubismo y el camino entre los abstracto y lo figurativo. Los murales de la Cofradía de Pescadores Santa Clara, de Ondárroa, son buena prueba de una exquisitez supina. Verlos es tocar el cielo de los pescadores y las rederas.

Después vino el postcubismo, a base de planos, y de ahí al realismo mágico que impregna la obra de Beristain hasta nuestros días, en los que sigue trabajando como si no existiera ninguna otra cosa. Porque su vida es pincel y paleta, sentido y sensibilidad.

Si hablamos de temas, Beristain es mucho más que un pintor de temática vasca. Sus escenas marineras son icónicas. Pero también ha sabido dar forma al mundo, plasmando composiciones medidas y profundas de Castilla, Galicia, Esauira, Venecia, Portugal, la Cordillera Andina, Rumanía, Malí, Burkina Faso y tantos lugares como ha sido capaz de visitar.

Un cuadro de Beristain tiene las pinceladas que un pintor avezado puede dar en cuatro meses. Concienzudo, minucioso, genio y figura. Montador de escenas que ni el propio Lubitsch conseguiría en un plató. Beristain es a la composición lo que Dalí es al suerrealismo, la forma. Y no nos quedamos largos.

El documental 'El último costumbrista vasco, Azken Euskal Kostunbrista'

La vida y obra de Félix Beristain Amallobieta ha sido recogida en un documental que se estrena hoy martes, 8 de octubre, en el Aula Fundación Vital (Dendaraba) a las 19.00. Dirigido por el prolífico director alavés, de origen zamorano, Eloy González Gavilán, el documento pretende acercar la figura del pintor al gran público desde un punto de vista realista, tal y como es su pintura.

Partiendo del aquí y el ahora, el relato, sostenido por la voz tersa de Gonzalo Otero, sumerge a quien lo ve en momentos claves de una historia de vida larga y vivida, pasando por las etapas claves del artista y otorgando un protagonismo especial a los espacios, como son el estudio del pintor, Ondárroa y Gorbeialdea. El documento audiovisual cuenta con una presencia muy importante de la música, destacando las pinceladas de los compositores Zuriñe F. Gerenabarrena y Alfredo José Espinal Lakunza, todo ello aderezado por la voz rasgada de otro gran maestro de la música euskaldun, el gran Benito Lertxundi.

La narración, en castellano, está salpicada de testimonios en castellano y euskera, todos ellos traducidos por el traductor Pello Ramírez Martínez de Osaba. El documental, que ha necesitado dos años para su elaboración, ha sido posible gracias al trabajo colaborativo y la generosidad, además de las personas mencionadas, de Teo Altieri Herraiz, Alfonso Rivera Santamaría, Manu Bendala, Andoni y Uxer Beristain Sáenz, Leo Hernández y Ana Cascajares.

La entrada es libre hasta completar el aforo. Habrá, asimismo, una proyección en el Bizan de Zaramanga el jueves, 10 de octubre, a las 18.00.

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