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Evitar el cierre por arriba. Apuntes sobre el cambio de ciclo político en Euskadi
Alcanzamos en estas fechas el ecuador del primer año sin elecciones desde 2014, y por ese motivo es fundamental pararse a pensar. Todas las fuerzas políticas, las nuevas y las tradicionales, estamos asentadas social e institucionalmente en el tablero vasco. Por eso es un buen momento para evaluar qué hemos hecho este tiempo y para vislumbrar por dónde podrían ir las cosas a medio plazo.
Desde 2011 hemos asistido a un importante ciclo de movilizaciones sociales, con altibajos y diferencias entre territorios, pero muy potente en general. A partir de 2014, esta fase fue protagonizada, no en exclusiva pero sí sustancialmente, por las fuerzas políticas que componen Unidos Podemos-En Comú Podem-En Marea a nivel estatal y Elkarrekin Podemos en Euskadi. Llegamos muy lejos en muchos lugares, incluso allá donde los “expertos” dijeron que nunca llegaríamos. Los mismos que vaticinaban que nunca entraríamos en las instituciones vascas porque Euskadi era otra cosa acabaron criticándonos por no haber alcanzado los resultados que preveían sus propias encuestas autonómicas.
Unos meses después, con los presupuestos aprobados y los primeros pasos de la legislatura vasca a nuestras espaldas, parece claro que no estamos en una fase de movimientos rápidos. Estamos en un momento diferente en el que los partidos políticos tradicionales están reaccionando y agrupándose para lo que se viene encima. El ciclo está pasando de un momento de apertura por abajo a otro de cierre desde arriba. En resumen, la alternativa política ha protagonizado una fase con vocación de desafiar la agenda y la hegemonía existentes, pero no ha sido capaz de desbordarlas.
Recordemos que cuando empezó la legislatura en Euskadi no había gobierno en Madrid. El PNV se había desmarcado del PP para afrontar las autonómicas vascas sin peso a sus espaldas. El PSOE estaba más cerca de consumar su abstención histórica en la investidura de Mariano Rajoy. En las elecciones vascas, PNV y PSE perdían el escaño 38 en el último momento, lo cual, pese a no poner en cuestión los cimientos de su coalición, dificultaba de manera notable algunos pasos y abría la legislatura a acuerdos progresistas en algunas materias. No son pocos acontecimientos y no todos han tenido continuidad.
Al comienzo de la legislatura se vio cómo había posibilidad de llegar a acuerdos razonables con otras fuerzas en materias importantes: autogobierno, paz y convivencia, igualdad entre mujeres y hombres, etc. Había mucha distancia en cuestiones sociales y económicas, pero también margen para hacer algunas cosas. Sin embargo, desde que PNV y PP alcanzaron el doble acuerdo presupuestario en Vitoria-Gasteiz y Madrid —con la negociación del cupo de fondo— la actitud del Gobierno Vasco ha cambiado: no abren la mano en temas clave y se imponen mayorías parlamentarias en las que el PP marca la diferencia, cuantitativa y cualitativamente. En materia de RGI, no hay más que ver al PNV defendiendo argumentos del PP que criticaba hace apenas doce meses. PP, PNV y PSE han acabado defendiendo que en Euskadi se vive suficientemente bien con 650, 800 o 900 euros. No hay más que ver al PSE encerrado entre su acuerdo con el PNV, por un lado, y el de PP y PNV, por el otro. Obviamente, al Gobierno Vasco el PP le resulta un socio más cómodo a corto y medio plazo que EH Bildu, por más que no dejen de ofrecerse para todo o casi todo, y por supuesto más cómodo que Elkarrekin Podemos, que es el actor que está poniendo más énfasis en temas sociales, económicos, de igualdad, medioambientales, transparencia, etc.
Por tanto, el escenario político puede considerarse bastante cerrado. Al contrario que Rajoy en Madrid, Urkullu no lidera un gobierno débil. Cuenta con el PP como pestillo si es necesario cerrar la puerta a cualquier cosa que podamos aportar otras fuerzas. No podemos cambiar esto último, pero en clave vasca hay algunas cosas que sí podemos hacer. Lo interesante de la fase política que se está abriendo en Euskadi, y que identificamos como un intento de cierre por arriba, es que no se produce ante una situación de emergencia o desesperación, ni para los de arriba ni para la gente común. Más que una crisis social, por más que no dejemos de pensar en quienes peor lo pasan, lo que el PNV ha hecho es anticiparse a una crisis orgánica o de autoridad para la que, sin duda alguna, hay condiciones materiales en el oasis vasco.
La realidad es que el PNV ha visto el peligro. No por las dos elecciones generales perdidas, sino porque durante algún tiempo sus mensajes y relatos tradicionales parecían no ajustarse a lo que la gente trabajadora de Euskadi, así como la gente mayor, pensionistas, etcétera, veían que estaba pasando tanto con ellas y ellos como con sus nietos. No olvidemos que, por más que el PNV sea el representante histórico de la burguesía vasca, hace mucho que cimentó una fuerte hegemonía cultural que va más allá de las clases sociales tal como se han entendido tradicionalmente. Electoralmente, esto se traduce en que la gente de a pie les vota con naturalidad. Mucha gente mayor, pero también personas jóvenes, gente sin estudios y profesionales liberales. En general, la gente se ha acostumbrado a mirar las cosas con los ojos del PNV, luego no parece muy difícil que el principal beneficiado de dicha estructura hegemónica sea… el PNV.
¿Qué se ha hecho para atajar este problema de autoridad? Cerrar filas con los partidos de siempre, PSE en Vitoria y PP en Madrid, en nombre de la estabilidad y de lo mejor para Euskadi. Ajuria Enea y Moncloa están en la mejor sintonía de los últimos veinte años. En ambos casos, el PNV ha actuado con el único objetivo de afianzarse como fuerza dirigente, no solamente gobernante. Pactando con el PSE no consigue una mayoría parlamentaria suficiente, pero hace imposible una alternativa progresista en todo caso muy complicada por barreras históricas aún imposibles de derribar. El PNV ha hecho todo para evitar que los demás hicieran. Su hacer consiste en no dejar hacer. Con el PP apoyándole en Vitoria consigue sacar adelante casi todo lo que quiera, incluso la ponencia de autogobierno si así lo deseara, pero sobre todo consigue que nadie más pueda coger impulso.
Por eso al PNV se le notaba aliviado en la moción de censura. Por eso decían con una sonrisa que “no hay alternativa”, porque con ello no hacían sino expresar su deseo de que nunca haya alternativa. Lo que ocurre es que como corriente de fondo esto ya ocurre en un Parlamento vasco en el que la izquierda es mayoría. Incapaz de articular una alternativa, pero mayoría.
Esta estrategia de autoconservación ha tenido un precio: aprobarle los presupuestos al PP y garantizarle la legislatura con un pacto encubierto. A cambio, cabalgando a lomos del 90% de la prensa vasca, el PNV puede sacar pecho con el cupo y con sus grandes conquistas, casi todas plurianuales, por cierto, con lo cual ninguna está garantizada. El PP tiene más bazas en este acuerdo que el PNV.
Vienen tiempos difíciles. No es fácil, pero tenemos que seguir impidiendo que el ciclo político se cierre por arriba. Hay que mantener la brecha abierta, aunque no podamos agrandarla ahora mismo. En ese sentido, desde la perspectiva de Elkarrekin Podemos, hay que convertir este escenario más cerrado en una oportunidad para el futuro. Somos el partido de la modernidad ecológica en Euskadi, el partido de la transición energética y del futuro del empleo y la igualdad entre hombres y mujeres. Hacemos una apuesta fuerte por abrir el debate sobre autogobierno a la sociedad civil. No queremos un Estatuto a la medida del PNV, sino un nuevo pacto social, y para eso hacen falta más voces y más participación ciudadana. Vamos a ser la oposición más concienzuda en lo social. Quizá no podamos aprobar cosas que consideramos muy buenas para la ciudadanía vasca, ni siquiera pactándolas, pero seguro que nadie va a poder aprobar reformas a la baja y pretender pasar desapercibido.
El objetivo es que la oportunidad no se cierre por arriba y que en cuanto se reabran las urnas estemos en la mejor posición posible para seguir ensanchando por abajo. Queda mucho tiempo, pero mucho es muy poco en política. Hay que estar preparadas y preparados desde ya.
Nagua Alba es Secretaria General de Podemos Euskadi y diputada de Unidos Podemos
Alcanzamos en estas fechas el ecuador del primer año sin elecciones desde 2014, y por ese motivo es fundamental pararse a pensar. Todas las fuerzas políticas, las nuevas y las tradicionales, estamos asentadas social e institucionalmente en el tablero vasco. Por eso es un buen momento para evaluar qué hemos hecho este tiempo y para vislumbrar por dónde podrían ir las cosas a medio plazo.
Desde 2011 hemos asistido a un importante ciclo de movilizaciones sociales, con altibajos y diferencias entre territorios, pero muy potente en general. A partir de 2014, esta fase fue protagonizada, no en exclusiva pero sí sustancialmente, por las fuerzas políticas que componen Unidos Podemos-En Comú Podem-En Marea a nivel estatal y Elkarrekin Podemos en Euskadi. Llegamos muy lejos en muchos lugares, incluso allá donde los “expertos” dijeron que nunca llegaríamos. Los mismos que vaticinaban que nunca entraríamos en las instituciones vascas porque Euskadi era otra cosa acabaron criticándonos por no haber alcanzado los resultados que preveían sus propias encuestas autonómicas.