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Sobre este blog

Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Fortalecer la identidad europea

Marcha a favor de la Unión Europea en Berlín

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Como anuncié en el anterior artículo, el pasado 8 de junio se presentó en Madrid, en la Sala Europa de la Comisión Europea, el informe “Identidad europea en la educación española”, del Instituto de Estudios Educativos y Sindicales de la FECCOO, adscrito a la Fundación 1 de Mayo (1), con notable participación de público y ponentes. Mientras se sucedía el acto, unas palabras del profesor Josep Fontana (2) rondaban el ambiente: “Necesitamos salir de la galería de espejos deformantes en que está atrapada nuestra cultura. Sólo entonces podremos empezar a estudiar las sociedades humanas en ”el gran libro del mundo“ –que en nuestro caso ha de ser ”el gran libro de la vida“- y emprender la tarea de desmontar esa visión lineal del curso de la historia que interpreta mecánicamente cada cambio como una mejora, cada nueva etapa como un progreso”.

La pandemia inacabable, el conflicto bélico en Ucrania o las continuas oleadas de personas migrantes en busca de un futuro distinto son ejemplos recientes de que la ciudadanía europea debe consensuar cada vez más posiciones comunes en búsqueda de soluciones a problemas compartidos. Urge generar identidad europea como solución eficaz ante posturas contradictorias, también en educación. De un lado, la educación en España continúa dando muestras de direcciones confusas, poco definidas, escasamente respetadas. Se suceden leyes educativas sin generar sensación de proyectos duraderos, asentados, más allá de las posiciones políticas dominantes en cada momento. Es necesario establecer un sosiego general que permita a la educación desarrollar el potencial y cumplir el objetivo al que está llamado en cada comunidad. De otro lado, la emergencia climática y los cambios en hábitos, costumbres y conciencia social que se precisan para afrontarla, se han convertido en necesidad formativa urgente. Las nuevas generaciones vuelven su vista a la educación –productora de medidas concretas y conciencia crítica-, en busca de opciones singulares y a las instituciones democráticas, también a las europeas.

Identidad europea y educación española. El informe señalado pretende acercarse a dos variables que no siempre han transcurrido de forma paralela y acompañada. La educación española – a través de las numerosas leyes sucedidas desde la democracia- debería haber dedicado más tiempo, contenido curricular y energía a profundizar en la creación de una identidad europea en su alumnado a lo largo de distintas generaciones. Como veremos, no ha ocurrido así hasta fechas muy recientes y no siempre ha sido culpa única de las autoridades educativas españolas. También a los organismos europeos les atañe parte de esta responsabilidad, como nos recuerda Josep Ramoneda (3): “…A Europa le cuesta tener voz y poder de decisión a pesar de ser una potencia económica. Tiene capacidad de innovación, dispone de softpower para hacerse atractiva, cuenta con dinero y potencia empresarial, pero le falta confianza, unidad de acción, motivación de la ciudadanía y cultura de poder global, para afinar su voz en el mundo. Recuperar la política para salvar la democracia y luchar contra el descrédito.”

Es un objetivo loable asignar a la escuela referencias culturales básicas para construir identidades críticas. De ahí que formar en ciudadanía pase inevitablemente por hacer partícipe al alumnado de procesos de construcción de identidad, también europea, de ofrecer referentes culturales y afectivos que estimulen su aprendizaje. Dos ejemplos, al respecto, los inspiradores europeos Jean Monnet (“… Nuestra unión no es de Estados, sino de personas (…) Lo que proponemos es una educación que forme personas capaces de respetarse en sus diferencias y también de unirse para compartir este espacio compartido y solidario con todas las zonas de la tierra…”) o Edgar Morin (“…El espíritu europeo no está solo en la pluralidad y en el cambio; está en el diálogo de las pluralidades que produce el cambio. No está en la producción de lo nuevo como tal: está en el antagonismo de lo viejo y lo nuevo”) (4).

Debemos seguir fomentando la identidad europea en la educación porque la sociedad española aún sigue viviendo con una cierta distancia del sentir europeo. La última encuesta europea de valores realizada hasta la fecha, que data de 2017, es clarividente al señalar que casi la mitad de los y las encuestadas españolas consideran que el grupo social por el que sienten menos preocupación es el de la ciudadanía europea. Sólo el 37% dice estar preocupado/a mucho o totalmente y casi la mitad (47%) dice que solo “hasta cierto punto” (5). “Esta falta de apego y de solidaridad quizás pueda explicarse a partir de la naturaleza de la configuración de la Europa actual, de marcado carácter institucional y económico y, bastante ajena a la construcción de una identidad común compartida. No se ve, por tanto, a la ciudadanía europea incluida en el ”nosotros“ sino que se percibe igual de lejana que el resto de la humanidad” (pp. 188-9).

El informe presentado pretende revisar lo hecho hasta el momento y lo que se considera necesario hacer para el futuro más inmediato. Así, arranca con una cariñosa y generosa introducción de uno de los grandes conocedores de la realidad cultural mundial, como es Federico Mayor Zaragoza, que nos recuerda que…“La influencia de Europa a escala mundial no puede ser cuantitativa sino cualitativa. Es pues necesaria una ciudadanía europea que actúe de tal modo que se convierta en referente a escala planetaria. Este es el gran desafío”. Y concluye con una frase que es toda una declaración de intenciones, refiriéndose a su deseo para las nuevas generaciones: “Seres educados, seres humanos libres y responsables para un nuevo comienzo, del que Europa debe ser líder preclaro”.

A partir de ahí, el informe propone dos grandes apartados que generan el grueso del contenido. La primera parte, “Lo hecho hasta ahora”, recoge algunas de las cuestiones que han ido configurando elementos de identidad europea dispersos en la educación española. Así, el equipo de docentes del Departamento de Ciencias de la Educación, de la Universidad de Oviedo, miembros del Proyecto Vivir Europa, (Carmen Fernández Rubio, José Ramiro Martís Flórez y Marta García-Sampedro Fernández-Canteli) desgrana en su estudio “Dimensión europea de la educación: la construcción de la identidad y la ciudadanía europea. Análisis de una realidad” conceptos como ciudadanía e identidad. Y lo hacen desde una perspectiva actual que debe incorporar también globalización, interculturalidad y posmodernidad consecuencia de estar en sociedades con identidades cada vez más múltiples y complejas. El siguiente e interesante epígrafe lo dedican a narrar una serie de experiencias educativas de ciudadanía realizadas en España, como Escuelas embajadoras, Proyecto Educarte, Juventus en Acción o Euroescuela, por citar sólo algunos. El estudio concluye con las propuestas para una formación ciudadana en la sociedad actual, de donde se puede entresacar las palabras finales: Defendemos una Educación Cívica, una Educación para los Derechos Humanos, una Educación Intercultural, una Educación para la Paz, una Educación Global, una Educación para la Igualdad, una Educación para la Democracia, una Educación para el Desarrollo Sostenible y todo ello no es posible si en las escuelas no introducimos una educación y formación basada en la dimensión europea de la educación, fomentando el aprendizaje a lo largo de la vida, a través de una enseñanza que garantice a toda la ciudadanía, las capacidades de aprender a ser, aprender a saber, aprender hacer y aprender a convivir”.

Desde la misma Universidad de Oviedo, y en colaboración con la Consejería de Educación del Principado de Asturias, se presenta el trabajo de Ana I. González González, Patricia Herrero de la Escosura y Lucía Gutiérrez García, “Proyecto Vivir Europa”, una acción Jean Monnet para enseñar la UE en la escuela“. El documento glosa los esfuerzos realizados en los últimos años para ir extendiendo por las escuelas españolas la realidad de la UE. El programa, patrocinado desde la cátedra Jean Monnet, se ha mantenido desde 2011 tan solo en las Universidades de Alicante y Oviedo, y es desde esta última desde donde se explica el funcionamiento del mismo: acciones de formación del profesorado, realización de talleres fuera y dentro del aula, confección de unidades didácticas… El documento concluye expresando las debilidades del programa ”Vivir Europa“, con el objetivo de mejorar el conocimiento sobre la Unión Europea y aconsejando su inclusión de una forma decidida en el currículo escolar.

Otro trabajo de este capítulo es el presentado por Edurne Bartolomé Peral (Universidad de Deusto), titulado “Valores europeos y presencia en la sociedad española: ¿Se observan diferencias entre niveles educativos?”. La profesora, desde la óptica de la perspectiva comparada de valores y actitudes políticas, presenta un estudio cuantitativo de los valores europeos en la educación española. Con ese objetivo analiza cómo se han sedimentado en los distintos niveles educativos. Modernización, democracia, confianza en el Parlamento, cercanía a Europa, justicia, solidaridad, diversidad sociocultural, roles de género son algunos de los conceptos analizados desde las ópticas diversas de las etapas educativas, desde la enseñanza obligatoria hasta los estudios de postgrado. A partir del análisis de estos datos, recogidos de la Encuesta Europea de Valores (2017), señala que los valores europeos indicados muestran diferencias evidentes entre niveles educativos, especialmente significativas en el grupo de postgrado, que es el que más sintoniza con los valores europeos de democracia, igualdad de género, inclusión y solidaridad. Y concluye: “Pese a las excepciones y a los obstáculos que han generado las crisis, se puede concluir que el paso por el sistema educativo tiene de forma clara un efecto importante en la adquisición y asentamiento de valores centrales de la identidad europea, que aumenta (mejora) a medida del aumento de formación educativa”.

El capítulo del informe sobre “Lo hecho hasta ahora” se cierra con el trabajo de Miguel Ángel Muñoz Martínez, de la Comunidad de Madrid, quien presenta “El proyecto de construcción europea, la identidad y la educación. La experiencia de Madrid”. El autor justifica la necesidad de construir una identidad común desde la educación que aleje las falsas creencias sobre la escasa influencia que las decisiones comunitarias tienen en la vida ciudadana. Relata, para ello, la experiencia educativa de Madrid que califica como experiencia positiva: diez años organizando concursos escolares, formación para docentes, charlas en centros escolares desde 6º de Enseñanza Primaria en español, inglés y francés o programa de cuentacuentos europeos. Con todo, el elemento más desequilibrante ha sido la implantación de una nueva materia de libre configuración autonómica denominada Unión Europea en la ESO, finalmente diseñada como dos asignaturas independientes, pero complementarias, una para 3º y otra para 4º. Concluye su trabajo enumerando lo que, en su opinión, son las tres claves para el éxito de la asignatura: “(…) primera, una administración europeísta que se compromete con un proyecto tan ambicioso como este, como ha ocurrido en la Comunidad de Madrid; segunda, unos profesores y directores de centro de primer nivel y con vocación europeísta, dispuestos a enfrentarse a las dificultades del día a día de la implantación de la asignatura; y tercero, un trabajo en red que, desde la Dirección general de Cooperación con el Estado y la Unión Europea queremos potenciar y que sin duda, facilita el trabajo a todos y enriquece la experiencia.”

 El último capítulo del informe se acerca a los retos por cumplir para conseguir una identidad europea plenamente incorporada en la educación española. Bajo el epígrafe genérico de “Lo necesario por hacer” se alinean cinco trabajos de índole y visiones diversas, pero coincidentes en el objetivo común: asentar identidad y educación.

El primer epígrafe lo firma el profesor de la UAM, Javier Valle. En “El impacto del Espacio Europeo de Educación 2025 en la educación española: las competencias Clave en la LOMLOE”, recuerda el alto impacto de la política educativa de la UE en las propias políticas nacionales. Además, adelanta la importancia de la puesta en marcha del EEE 2025 como punto culminante de esa política europea junto a las Competencias clave citadas en 2018 que pretenden “(..) armonizar los sistemas escolares de la Unión, como ya se hizo con la Educación Superior mediante el Proceso de Bolonia”. Valle finaliza su artículo asegurando que los cambios que implica el nuevo currículo de la LOMLOE están en mayor o menor medida alineados con las competencias clave explicadas y que conviene dibujar correctamente en nuestro sistema educativo este nuevo marco competencial para que no volvamos a estar ante una oportunidad perdida.

El propio Ministerio de Educación y Formación Profesional, a través de Víctor Bermúdez, aporta su sentir en este Informe. Su artículo dedica las primeras líneas a justificar la necesidad de este documento dada la situación actual (resurgir de fuerzas populistas, xenofobia, nacionalismo divisor, propagación de noticias falsas, desconocimiento de la misma UE…), a la vez que llama la atención sobre el aumento del interés de la juventud europea por la cooperación, la movilidad y la conectividad transfronteriza.  A partir de ahí, repasa los principios y áreas de coincidencia de la nueva ley educativa española con la identidad y cohesión europea: educación cívica, intercultural e inclusiva, equitativa, comprensiva, crítica, global, pero sostenida, plurilingüe, afectiva… Víctor Bermúdez finaliza el artículo demostrando que cualitativa (incremento de la perspectiva competencial) y cuantitativamente (multiplicación de los principios y áreas de actuación) LOMLOE e identidad europea coinciden como nunca antes lo había hecho otra ley educativa española.

También participa en este capítulo la educación asturiana, a través de un artículo firmado por las profesoras del IES Escultor Juan de Villanueva, de Pola de Siero, Mª Belén Noval Vega y Sara Mª Pérez Castaño, en colaboración con Lucía Gutiérrez García, de la Consejería del Principado. El trabajo apuesta por las metodologías activas como base del éxito en el proceso de enseñanza-aprendizaje. Repasan la Educación para la ciudadanía en las etapas educativas de Primaria, Secundaria y Formación Profesional, analizando los pros y contras de su aplicación en varias Comunidades Autónomas. La última reflexión no deja lugar a dudas de la posición del equipo redactor del informe: “Para convencer sobre la ciudadanía europea y el sentido de pertenencia, es necesario estar convencido previamente; de ahí la importancia de la formación inicial y permanente del profesorado de todas las etapas educativas como inductores del cambio en la formación europeísta y el desarrollo de capacidades cívicas de los jóvenes que cursan estas enseñanzas”.

Los profesores Cosme J. Gómez Carrasco (Universidad de Murcia) y Raúl Carstocea (Universidad de Leicester) aportan en su artículo la noticia novedosa de la implicación que la UE está haciendo a la hora de unificar criterios en disciplinas científicas, en este caso con la creación del Observatorio sobre la enseñanza de la Historia en Europa. Tras una primera parte en la que reflexionan sobre los conceptos de Historia e Identidad europea a lo largo de las distintas leyes educativas españolas, se centran en desgranar los objetivos del Consejo de Europa sobre la enseñanza de la historia europea, a través de la creación del citado Observatorio y de su primer informe, que versará sobre el contenido, la metodología y las prácticas de la enseñanza histórica sobre pandemias, desastres naturales a lo largo del proceso histórico. “La enseñanza histórica –concluyen los autores- debe basarse en los valores democráticos de igualdad, diversidad y solidaridad que los europeos hemos aceptado como ”nuestros“. Y esto supone aceptar historias alternativas y superar los relatos nacionales y los mitos fundacionales como ejes vertebradores del relato histórico”.

El informe finaliza con el trabajo de los europarlamentarios españoles Marcos Ros y Domenec Ruiz, que realizan un repaso a los principales hitos normativos que generan identidad común (Erasmus+, proceso de Bolonia, Espacio Europeo de Educación Superior). Así, se decantan por superar los falsos debates sobre si la educación para la ciudadanía debe ser una asignatura independiente o integrada e invitan a eliminar déficits crónicos como el acompañamiento, formación y reconocimiento del profesorado. Finalizan apoyando “(…) la creación de sinergias con programas ya existentes como Erasmus+ o el Programa Escuelas Embajadoras del Parlamento Europeo para comenzar a difundir acciones y concienciar sobre el Espacio Europeo de Educación en los sistemas educativos”.

Hasta aquí la contribución que diversas instituciones (universidades de Oviedo, Deusto, UAM, Murcia y Leicester, Ministerio de Educación y FP, Comunidades Autónomas de Madrid y Asturias) y autoras/es han realizado para que el informe viese la luz. Probablemente otros especialistas hayan quedado sin participación, lo que habría contribuido a mejorarlo. Sea como fuere, el objetivo del informe está cumplido: colaborar en la discusión sobre la necesidad de implementar más y mejor el debate sobre ciudadanía europea. La propuesta sigue abierta.

1.- “La identidad europea en la educación española”.

2.- “Europa ante el espejo”, Crítica, 1994.

3.- “Las instituciones morales europeas”, en “¿Dónde vas, Europa?”. Seguró, Miguel e Innerarity, Daniel (coord.).

4.- Camino Cañón Loyes, en la apertura del seminario, Salamanca, 2002. Citado en el libro “Identidad europea. Individuo, grupo y sociedad”. Gómez-Chacón, Inés. Universidad de Deusto, 2002.

5.- Valores en la era de la incertidumbre: individualismos y solidaridades. 5.ª Encuesta Europea de valores, 2017. Equipo Deusto, 2020.

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