Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
La igualdad nos ocupa a todos y todas
La visibilidad es importante, relevante y trascendente. Lo que no se cuenta, no existe. Hace pocos días, en la comisión de Justicia del Congreso de los Diputados durante una comparecencia, la Fiscal General del Estado, Dolores Delgado, la máxima representante del Ministerio Fiscal en España, dio datos reales y empíricos sobre la legión de denuncias a causa de la violencia machista en nuestro país. Una memoria trágica, en concreto treinta y seis mil quinientas once condenas por violencia machista durante el ejercicio 2019, ello aderezado por la siniestra sonrisa negacionista y totalmente absurda de algunos diputados de la derecha extrema ubicados en la sala donde se celebró la comparecencia, alguno de los cuales tuvo la falta de vergüenza de acusarnos en voz alta y baja de criminales y liberticidas.
No es en efecto, y debiera sobrar decirlo, un tema para sonreír. No lo es porque son muchas las mujeres, niñas y niños que sufren las consecuencias físicas, psicológicas y emocionales de esta violencia, que nos ocupa a todos y todas, que deja una estela de dolor, shock postraumáticos y exclusión social, educativa y laboral, que debe ser prioridad a tratar dentro de todas las problemáticas de nuestro Estado Social y Democrático de Derecho. Hay avances, los hay, pero queda trabajo por hacer. Máxime cuando surgen voces que ajenas a la responsabilidad de los cargos públicos que ocupan, niegan, minimizan o ningunean esta violencia machista intentando convertirla en una leyenda urbana, en un concepto diluido o en presuntas aunque falsas pretensiones de situar a los hombres en un espacio de inferioridad respecto a las mujeres, que solo existe en sus malintencionadas, quien sabe si también interesadas mentes hiperbólicas y fingidas.
Nuestro proceso constituyente trazó con claridad el marco del Estado Social y Democrático de Derecho del que gozamos, con cuatro principios básicos y de indudable profundidad, justicia, libertad, igualdad y pluralismo político. Bellos conceptos, que siempre deben presidir la acción social, política y económica y que de algún modo cuando se contemplan sin excepciones, influyen para bien en nuestras vidas y en el bienestar social. La escritora francesa Flora Tristán, cuya actividad se une al movimiento de la Ilustración y cuya principal espada literaria es La Emancipación de la Mujer (1845-1846) dejó para la posteridad esta reflexión: El nivel de civilización al que han llegado diversas sociedades humanas guarda proporción con la independencia que han gozado las mujeres.
Ser igualitariamente libres debe formar parte activa en nuestras conductas, desde luego más orientadas a los hombres, algunos de los cuales ya nos empeñamos a diario no por ser feministas de barra de bar ó de declaración simple de intenciones, sino por demostrar nuestra vinculación a la lucha feminista con hechos. Es importante la colaboración de los hombres en el logro de objetivos, en buscar con ahínco el brillo de ser, realmente, igualitariamente libres. El respeto a la autonomía e independencia de las mujeres se debe ver completado con la igualdad de oportunidades, con pasos adelante para la eliminación de la brecha laboral y salarial, con actitudes inclusivas, con políticas públicas, pero también privadas que aporten y no recorten. Por circunstancias de la vida, cada cual tiene la suya con notas positivas y frentes negativos, algunos y algunas llegamos a conocer en nuestras propias carnes que, tal y como afirmó Cicerón, la adversidad es difícilmente soportable, salvo que tengas un amigo o amiga, que sufra por ti más que tú mismo. Complejo vaso comunicador, no siempre viable. Por eso, junto a la empatía y el afecto es imprescindible ser capaz de dar visibilidad, de comprender, de mirar a los ojos de las víctimas y supervivientes para escucharles, para darles apoyo y adquirir conductas reparadoras.
Por eso, el 8 de marzo no es un día caprichoso, surgido al albur de casualidades, causalidades o simples celofanes con vocación estética. Por ello el 8 de marzo debe ser un día de reconocimiento, de reparación, de compromiso con las mujeres, sus hijas e hijos, con la justicia, la libertad y la igualdad. Ser igualitariamente libres, trazando modelos educativos de prevención en clave pedagógica, dibujando políticas que aíslen a quienes pretenden negar la evidencia, uniendo fuerzas frente al negacionismo, estableciendo objetivos cuya defensa mediante un trabajo constante y mantenido en el tiempo logre cristalizar en logros. Logros que a todos y todas nos harán, sin duda, más igualitariamente libres.
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