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Los cuatro jinetes.....del 'Apocalipsis' español
La Biblia es un gran proveedor de sorpresas y de similitudes. Es difícil encontrar algún pasaje de nuestras vidas en la Tierra que no encuentre en la Biblia alguna figura similar. Por ejemplo, los cuatro líderes políticos españoles, -Rajoy, Sánchez, Iglesias y Rivera-, bien pueden ser comparados con los cuatro Jinetes del Apocalipsis, aquellos ángeles descritos por San Juan como ministros de la venganza divina, que simbolizan la Victoria, la Guerra, el Juicio y la Muerte. Cada uno de los jinetes monta caballo de diferente color (blanco, rojo, negro o pajizo) y se asiste con arma diferente (arco, espada, balanza y todos esos usos y poderes reunidos en uno sobrenatural). Los cuatro jinetes políticos de la España actual bien pueden ser tachados de “jinetes de la Apocalipsis” pues todos ellos se consideran ministros y portadores de los designios divinos y por tanto también de su venganza.
El Apocalipsis es un buen libro de ciencia ficción. Aun no comprendo cómo no ha sido adaptado al cine mediante personajes dotados de propiedades especiales, como si se tratara de dioses terrenales y omnipotentes. ¿No es precisamente eso lo que han querido mostrar los cuatro líderes políticos españoles durante los debates de investidura? Han subido a la tribuna de oradores bien pertrechados, cada cual embutido en su armadura, alzados sobre caballos vigorosos y armados con instrumentos ágiles y expeditos capaces de vengar cualquier memoria.
El que ha simbolizado la Victoria (Rajoy), lejos de mostrarse magnánimo dado lo pírrico de su victoria, se ha mostrado altanero y soberbio, mostrando ufano el cetro y la corona de una mayoría de escaños tan escueta como escasa. Su caballo blanco ha terminado revolcado en el barro: caballo y caballero han sufrido una derrota más que anunciada, que sólo su soberbia las ocultaba.
Otro de los jinetes, el que ha cabalgado sobre un caballo rojo (Iglesias), ha fracasado tras ser víctima de su propia ambición. Predestinado, como él mismo afirmaba sentirse, para sacar a la gente de su pobreza y sufrimientos, no alcanzó a calcular que a la pobreza se combate con riqueza y al sufrimiento con salud y placidez. Es cierto que ayudó mucho a concienciar a quienes, siendo pobres, eran capaces de sufrir múltiples carencias mientras no les fuera incluso la vida en ello, pero no llegó a convencerles de que fuera capaz de colmarles del bienestar imprescindible, porque muchos de ellos aspiran a la opulencia y otros se conforman con comer las migajas que caen de las mesas de los epulones.
Otro de los jinetes, el que marchaba a lomos de un caballo negro (Rivera), proclamaba que la verdad absoluta no existe, y que las verdades relativas responden siempre a los caprichos de la verdad absoluta, si bien disfrazada con muchas vestimentas diferentes, por eso se ha mostrado partidario de emprender cualquier proyecto por arriesgado que haya podido parecer. Dado que su caballo negro se ha mostrado poco exigente porque había sido adiestrado en al aclimatación a todos los terrenos, climas y aventuras, el jinete Rivera se ha mostrado en todo momento dúctil y maleable, poco exigente, convencido de que lo bueno y lo malo solo son extremos de una misma cuerda a la que todos vivimos asidos. Caballo y jinete han ido y venido por todas las sendas, han deambulado por todos los terrenos, aunque parecieran inhóspitos. El jinete Rivera ha dicho que obraba con “altura de miras”, que es una cualidad, al parecer, que adorna a los inconcretos y acomodaticios que ponen su placer y bienestar por encima del placer y el bienestar de todos.
Y por fin el cuarto jinete, que ha cabalgado sobre un caballo de pelo entremezclado y pajizo, ha sido tachado de destructor de todo, una especie de enviado de la Muerte. A él le han achacado todos los errores y todos los fracasos. De él han dicho que disparó dardos, agitó la espada y falseó el brazo de la balanza para que las transacciones de todo tipo culminaran en resultados desequilibrados. De él, dicen, que se apoderó una intransigencia estéril, que iba voceando que “no” como un poseso, y que cuando alguien le preguntaba qué quería decir con su “no” estentóreo, sólo respondía “no es no”. Y fue la contundencia de su “no es no” lo que marcó un camino indeleble que asustó a los otros tres jinetes y encabritó a los otros caballos inhábilmente guiados.
Esto ha sido lo que ha ocurrido hasta ahora en España en el más inmediato pasado. Desde el 20D del año pasado España es una “apocalipsis”, un enredo enigmático administrado por cuatro “jinetes”, enfrascados cada cual en su historia y leyenda, que no parecen dispuestos a encontrarse en ningún destino común. Caben muchas preguntas. ¿Y si fuera el caso de que los caballos se han conjurado y no obedecen las órdenes de los jinetes por más que se empeñen? ¿Y si fuera que los jinetes no son los idóneos para conducir esos caballos? ¿Y si fuera que los jinetes son torpes y los caballos demasiado tozudos? ¿No habrá que cambiar los caballos y los jinetes y comenzar de nuevo?
La Biblia es un gran proveedor de sorpresas y de similitudes. Es difícil encontrar algún pasaje de nuestras vidas en la Tierra que no encuentre en la Biblia alguna figura similar. Por ejemplo, los cuatro líderes políticos españoles, -Rajoy, Sánchez, Iglesias y Rivera-, bien pueden ser comparados con los cuatro Jinetes del Apocalipsis, aquellos ángeles descritos por San Juan como ministros de la venganza divina, que simbolizan la Victoria, la Guerra, el Juicio y la Muerte. Cada uno de los jinetes monta caballo de diferente color (blanco, rojo, negro o pajizo) y se asiste con arma diferente (arco, espada, balanza y todos esos usos y poderes reunidos en uno sobrenatural). Los cuatro jinetes políticos de la España actual bien pueden ser tachados de “jinetes de la Apocalipsis” pues todos ellos se consideran ministros y portadores de los designios divinos y por tanto también de su venganza.
El Apocalipsis es un buen libro de ciencia ficción. Aun no comprendo cómo no ha sido adaptado al cine mediante personajes dotados de propiedades especiales, como si se tratara de dioses terrenales y omnipotentes. ¿No es precisamente eso lo que han querido mostrar los cuatro líderes políticos españoles durante los debates de investidura? Han subido a la tribuna de oradores bien pertrechados, cada cual embutido en su armadura, alzados sobre caballos vigorosos y armados con instrumentos ágiles y expeditos capaces de vengar cualquier memoria.