Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
¿Neoliberalismo corregido o políticas bipolares?
Leo que el Gobierno vasco va a invertir de nuevo en planes para promocionar el comercio familiar y de cercanía. A primera vista, una medida conveniente, pero intentemos profundizar un poco. Pasear hoy por cualquier ciudad o pueblo es ver cómo día a día las tiendas de siempre, los negocios familiares, los viejos cafés, van cayendo uno a uno y van siendo sustituidos por franquicias internacionales o simplemente, por locales vacíos o en constantes reaperturas abocadas al fracaso. Paseo por Bilbao y observo a tres jóvenes, sentados a pie de calle, comiendo comida-basura en recipientes de plástico, apoyados sobre una mesa improvisada, que es en realidad una caja-mochila de una empresa multinacional de repartos en bicicleta.
Hace unos años no habría imaginado algo así en el siglo XXI, en una ciudad desarrollada y mucho menos en este país, donde hasta la persona más humilde comía en mesa y mantel decentes; alimentos suculentos y calientes en platos de cerámica y con cubiertos metálicos. Es la nueva clase social de quienes, en pleno corazón de la riquísima Europa, tienen un trabajo que no les permite salir de la pobreza. Pero no sólo son ellos: incluso quienes pueden permitirse viajar en avión, se ven forzados en los aeropuertos a consumir comida-basura de marcas internacionales en envases de usar y tirar. La única diferencia es que tienen que pagar el doble o el triple de lo que en esa misma ciudad se paga en negocios locales por productos de mucha mayor calidad y servidos en condiciones dignas. Pero estos últimos son negocios condenados al cierre antes o más tarde. Es sólo la avanzadilla de lo que se nos viene encima.
El gobierno que dice que va a destinar nuestro dinero a promover la recuperación del comercio de cercanía es el mismo que ha abocado al cierre sin remedio a ese mismo comercio, al promover y dar todas las facilidades al establecimiento masivo de las grandes superficies comerciales y las franquicias internacionales, justificándolas, sin el mínimo rubor, en que crean trabajo. ¿Cuanto trabajo digno en pequeños negocios se destruye para crear trabajo-basura de las grandes firmas internacionales? Pasados los tiempos en que ridiculizábamos, con razón, las colas que se solían hacer en los países comunistas, ahora ya no nos molesta hacer colas en franquicias con pocos empleados desbordados, para estirar al máximo los beneficios de muy pocos a costa de los derechos de esos trabajadores y también de los de los usuarios y consumidores de sus servicios, es decir, nosotros mismos.
Paso por delante del que ha sido hasta hace poco uno de los principales cafés históricos de la villa, La Granja. Lo cerraron. Precioso patrimonio material e inmaterial dilapidado. Ha reabierto como un negocio despersonalizado, con una decoración igualmente despersonalizada y con rótulos exclusivamente en inglés. Ha seguido el camino de otro de los cafés centenarios, La Concordia, el que acogía las legendarias tertulias de Unamuno y Prieto, que ya se convirtió hace años en un bingo. El Boulevard ha cerrado también sus puertas. Sólo queda el Iruña. A saber por cuanto tiempo. Pero no pasa nada: el Ayuntamiento que les ha concedido la licencia a los nuevos negocios para destruir un patrimonio centenario no tiene problemas de conciencia. Y si los tiene, siempre se puede habilitar una partida presupuestaria para hacer publicidad a favor del negocio tradicional. La mercadotecnia lo arregla todo. ¿O no?
Pues, no. Hacer políticas públicas a favor de un modelo de desarrollo y del modelo opuesto tiene mucho de patológico. Y es lo que está sucediendo, por mucho que se intente vender como un punto de equilibrio entre tradición y modernidad. Se trata de un falso debate; el debate real está entre un modelo de crecimiento a escala humana y respetuoso con el patrimonio humano y natural y otro de naturaleza irracional y depredadora. No es sensato dedicar la mitad de nuestras energías a apoyar un modelo y la mitad a apoyar el contrario. Porque se trata de una lucha desigual en la que el modelo inhumano y depredador está destruyendo al otro y los poderes públicos están obligados a velar por el interés general y a poner coto a la depredación.
No es razonable que quienes favorecen el enésimo macrocentro comercial de este país, el de Zaldumborda, vayan a hacer luego campañas para aparentar que promocionan los pequeños comercios que éste va a dejar moribundos. Tampoco vale alegar que se trata del último macrocentro. De hecho, a estas alturas, ya practicamente no cabe uno más.
Igual que tampoco es razonable apoyar un modelo de crecimiento de corte neoliberal y pretender que se está luchando contra la pobreza y que el crecimiento de esta es como una especie de fenómeno casual, que no tiene nada que ver con el modelo de acumulación. No se puede apostar a la vez por la concentración de la riqueza y por su reparto. No se puede apostar a la vez por el transporte público y por el privado. No se puede apostar a la vez por un modelo que prioriza la energía procedente de la quema de combustibles fósiles y subvenciona al oligopolio eléctrico y también por un modelo alternativo.
Hay una batalla sin cuartel que día a día va ganando un modelo basado en la irracionalidad, en la desigualdad severa y en la depredación de recursos sociales y ambientales; y quienes envían tropas a luchar en los dos bandos, no están siendo neutrales, porque su neutralidad es tan falsa como la del que asiste con indiferencia de espectador a la disputa entre maltratador y maltratada.
(*) Roberto Uriarte es candidato de la coalición Elkarrekin Podemos por Bizkaia
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