Espacio de reflexión sobre educación y ciencia del grupo ALHE de la UPV/EHU.
Escuela pública: oportunidad y futuro
Vivimos en un mundo que ya nada tiene que ver con el de hace 30 años atrás. Y digo esto sabiendo que hace 60 años pensaban lo mismo sobre lo que pasaba hace 30 años. Las sociedades modernas se caracterizan por la velocidad en la que los cambios se van produciendo. Crecen exponencialmente. Hoy interactuamos a diario con personas de diversas nacionalidades y contextos culturales. Esto no impide que las actitudes xenófobas vayan en aumento. Lo cual debería preocuparnos.
Siento empatía por las personas que sufren el racismo en sus carnes; pero también siento lástima por las personas que —en su ignorancia— sienten odio por cierto grupo de personas sólo por su origen sociocultural o nivel socioeconómico. Esto me lleva reflexionar y a pensar: ¡qué suerte tuve de estudiar en una escuela pública! Sí, mi escuela, el lugar que me enseñó a valorar la riqueza de la diversidad y a comprender el mundo desde múltiples perspectivas. Esa escuela que en muchos casos es estigmatizada como aquella a la que van gitanos, “moros”, africanos o rumanos, fue para mí un regalo. Decía Eduardo Galeano que “lo mejor que el mundo tiene está en los muchos mundos que el mundo contiene” y esa fue mi experiencia en la escuela pública.
Cuando pensamos en nuestra etapa escolar, es importante reflexionar sobre la influencia que tuvo en nosotras. La escuela es mucho más que un espacio donde se adquieren conocimientos académicos; es un entorno donde se aprende a vivir, a convivir y a socializar. Pero ¿cómo se puede aprender a vivir en una sociedad diversa si sólo compartes ese espacio con personas de tu mismo origen socioeconómico y cultural? La respuesta es clara: no es posible.
En España, la educación es obligatoria desde los 6 hasta los 16 años, un período en el que los niños y niñas pasan alrededor de 17.000 horas en la escuela. Sin embargo, esta experiencia educativa se ve limitada por una realidad preocupante: la segregación escolar. Las escuelas están cada vez más divididas en función del nivel socioeconómico y del origen cultural de sus estudiantes, lo que perpetúa las desigualdades sociales.
La pregunta que debemos plantearnos es: ¿cuál es la razón que anima a los gobiernos a continuar financiando escuelas concertadas y privadas que contribuyen a ampliar esta brecha social? La segregación escolar ha sido objeto de numerosos estudios, y los datos son contundentes. Según un informe reciente de Save the Children (2024), España tiene una de las mayores desigualdades entre centros públicos y concertados en términos de composición socioeconómica. De hecho, un 21% de la segregación escolar se debe a esta diferencia, lo cual subraya la gravedad del problema. La realidad en la Comunidad Autónoma Vasca no es mejor.
Algunas causas de la segregación escolar son cuotas y mentalidad, entre otras. Las escuelas concertadas —aunque financiadas con fondos públicos— suelen imponer cuotas y costos adicionales que actúan como barreras de acceso para las familias de bajos ingresos. Esta práctica contribuye a que el alumnado más vulnerable quede excluido de estos centros, lo que limita la diversidad y la equidad. Así, el mito de la “libertad de elección” que se promueve como un derecho se convierte en un mecanismo que refuerza la segregación y la desigualdad social.
La educación pública es la manifestación más genuina del compromiso de una sociedad con la justicia y la equidad. Es un espacio donde convergen niños y niñas de distintas procedencias, donde la diversidad no sólo se acepta, sino que se celebra y se valora como una fortaleza. Hay que reivindicar la diferenciación social versus desigualdad social. La diferenciación social como concepto positivo en el que anida el reconocimiento y conocimiento del diferente desde una actitud igualitaria, el intercambio de realidades subjetivas sociales y culturales para enriquecimiento de todos y todas. La desigualdad social es, en cambio, el desgraciado y amargo azote que proviene del etnocentrismo, de la superioridad que conduce a la segregación y, finalmente, al desprecio del diferente. Y los niños y las niñas no son así, los hacemos así.
La convivencia basada en la justicia y la equidad es esencial para formar ciudadanía empática, consciente y con la capacidad de construir un futuro más justo y solidario. La educación pública prepara al alumnado para vivir en un mundo cambiante y complejo, y lo hace ofreciendo una experiencia que trasciende los libros de texto: aprender a entender, respetar, a compartir y a colaborar.
Aprender a vivir con gente distinta, desarrollar la capacidad de entender otras culturas, entender que vivimos en un mundo nuevo y que tenemos que adaptarnos a él, sin sentir odio por lo que es distinto a mí. La escuela pública puede ser un importante “agente socializador” que garantiza la igualdad de oportunidades y evitar problemas a futuro.
La consolidación de la segregación escolar es una mala estrategia. No sólo en términos de justicia y equidad. También en cuanto a cohesión social, seguridad y bienestar para el conjunto de la sociedad
Por otro lado, la defensa del sistema público no sólo debe ser una preocupación ética por la equidad y la justicia social. También debería de ser un antídoto para futuros problemas de integración y cohesión social. La segregación que se está realizando en la escuela —hoy en día— dará sus frutos en un futuro —no muy lejano— en la que parte de nuestra sociedad puede sentirse “fuera” de la sociedad, con consecuencias que desconocemos. Entonces, nos preguntaremos en qué hemos fallado —como sociedad— y sin duda una de las explicaciones será la segregación escolar.
La consolidación de la segregación escolar es una mala estrategia. No sólo en términos de justicia y equidad. También en cuanto a cohesión social, seguridad y bienestar para el conjunto de la sociedad. Los datos demográficos y las pirámides de población no engañan. La estrategia no puede ser que la educación pública sea la que mayoritariamente asuma la educación de la población inmigrante, siendo la educación pública sólo el 50% del conjunto del sistema educativo.
Ante los nuevos retos es necesario que hagamos de la escuela pública una prioridad y una responsabilidad compartida. Que siga siendo un espacio donde se cultivan las mentes, se forjan los valores y se construyen los sueños del futuro. Porque en la escuela pública reside la esencia de lo que somos como sociedad y la promesa de lo que podemos llegar a ser: una comunidad inclusiva, solidaria y llena de oportunidades para todas las infancias.
Sobre este blog
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