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La otra primavera silenciosa
Se cumplen estos días 58 años de la publicación 'Primavera Silenciosa' por parte de la bióloga Rachel Carson, y su obra continúa siendo un hito fundamental en el nacimiento de la conciencia medioambiental y ecologista. Demostró, entre otras cosas, que el uso indiscriminado del DDT y otras pesticidas se acumulaban en los organismos vivos y a través de las cadenas tróficas pasaban desde los vegetales fumigados hasta los organismos situados en la cúspide de la cadena trófica. El título del libro hacía alusión, entre otras cuestiones, a la pérdida de aves por comer insectos contaminados y el silencio que dejaba su ausencia en los campos.
Hace 113 años nacía Rachel Carson en un pequeño pueblo de Pensilvania. Mujer pionera en prácticamente todo lo que acometió, se licenció en Biología, se especializó en ciencias del mar y ocupó un puesto profesional en la Dirección de Pesca y en el Servicio Pesca y Fauna Silvestre de Estados Unidos. Todo ello en un momento en que las mujeres tenían un acceso muy limitado a la vida pública y al trabajo remunerado.
Rachel Carson tuvo desde muy joven una afición enorme por la escritura y pudo combinar sus pasiones, la literatura y el mar, y escribió sus tres primeros libros relacionados con el mar. Sin embargo, su obra más conocida y de mayor influencia no tuvo el mar como tema principal. En 1958, por circunstancias personales, Rachel Carson se traslada a vivir a una zona rural en Maryland y allí comprueba desde su propia experiencia las repercusiones y los impactos que el uso de los pesticidas tiene sobre los territorios, la vida natural y la salud humana.
Durante cuatro años se dedica a investigar meticulosamente. Recopila multitud de datos y casos, entrevista a infinidad de expertos y pide a éstos mismos que revisen su manuscrito. Finalmente, en 1962 se publica 'Primavera Silenciosa'. El libro se dirigía al gran público y denunciaba el uso indiscriminado de DDT y de otros pesticidas sintéticos. Rachel Carson fue una de las primeras voces que alertó sobre la visión cortoplacista de algunos enfoques tecnocientíficos que lanzan a los ecosistemas productos sin considerar las implicaciones a medio y a largo plazo. Las pruebas que ella reunió demostraban que los efectos tóxicos superaban los límites que imaginaba al acometer el estudio, y que el uso masivo de pesticidas ponía en peligro al conjunto de la biosfera y por tanto a la especie humana.
La respuesta de la industria que fabricaba los plaguicidas fue feroz y trató de descalificar a Rachel Carson con todo el repertorio de herramientas descalificatorias. Fue acusada de insensibilidad ante las muertes causadas por la malaria o el hambre, se aludió a su condición de mujer y se amenazó a revistas y periódicos con la retirada de publicidad si se publicaban reseñas o comentarios positivos sobre 'Primavera Silenciosa'. Pero a pesar de su discreción y del cáncer que sufría, Rachel Carson participó con tranquilidad en múltiples debates, careos, comisiones y entrevistas con la contundencia y seguridad que le proporcionaba el minucioso estudio que había realizado.
Desde su publicación hasta nuestros días, su libro ha tenido una extraordinaria repercusión, que en gran parte se debe a la claridad de su escritura. 'Primavera Silenciosa' fue un ejemplo de cómo el rigor científico no tiene por qué ser oscuro.
58 años después de la publicación de 'Primavera Silenciosa', Rachel Carson y su obra continúan siendo un hito fundamental en el nacimiento de la conciencia ecologista. Es prácticamente la primera persona que, con datos empíricos, pone en evidencia, cómo muchos de los elementos que se han venido considerando avances técnicos, a medio plazo pueden ser simplemente destrucción. Carson mostró con claridad el error que supone llamar progreso a aquello que degrada y altera las condiciones básicas que permiten la vida en el planeta.
Décadas después del libro 'Primavera Silenciosa' han venido otras amenazas y crisis, como la de la COVID-19, a la que podíamos denominar 'la otra primavera silenciosa', ya que el estado de alarma y el confinamiento han acallado los ruidos de los humanos y de millones de coches, se han paralizado miles y miles de fábricas, aviones y cruceros se han quedado en tierra, etcétera, aunque en esta ocasión hemos oído mejor el trinar de algunos pájaros y aves en nuestros balcones y ventanas, debido al encierro en nuestras casas.
Por otra parte, la crisis del coronavirus ha puesto de manifiesto el posible impacto más a medio plazo de otra emergencia, la climática, que está cambiando el mundo, así como las deficiencias del sistema en que vivimos.
Ambas crisis comparten unas cuantas analogías. Así, vemos que ninguna de las dos entiende de fronteras, aumentan con el paso del tiempo si no se interviene y pueden llegar a ser letales. Aunque en el caso de la crisis climática, ésta tiene una línea temporal más larga y sus impactos son aún mayores, ya que no sólo afecta a la salud de las personas, sino también a la del planeta Tierra.
Otra cuestión importante a tener en cuenta es que estas crisis globales que tienen consecuencias directas sobre nuestras vidas no se pueden atajar exclusivamente de forma individual, sino que requieren de medidas igualmente globales, gestionadas desde la cooperación internacional y con políticas preventivas.
Frente a la emergencia climática, nuestra seguridad pasa por tener la certeza de que podemos adaptar nuestras formas de vida a sus impactos, que llegan en pérdida de medios de vida; cosechas; desastres mal llamados naturales como inundaciones, sequías, huracanes, lluvias torrenciales; deterioro de la salud, etcétera.
La seguridad humana debe estar garantizada en modelos de progreso y convivencia que respeten los límites planetarios. No hay seguridad posible en un mundo que se siga calentando más allá de 1,5ºC, respecto a los niveles preindustriales.
No parece pues que, en el ámbito global, la crisis climática y la pandemia actual sean tan distintas entre sí. Hay demasiadas similitudes y pocas diferencias. Sin embargo, mientras la respuesta al coronavirus está siendo contundente, con medidas drásticas que afectan a toda la sociedad, la respuesta a la crisis climática, aunque también es urgente, se sigue postergando o condicionando a intereses económicos o políticos cortoplacistas.
Para evitar un cambio climático de graves consecuencias, se necesita actuar con decisión y urgencia, antes de que sea tarde. Las medidas que se necesitan contra el cambio climático no deberían levantarse sobre medidas de contención y defensivas como con el coronavirus, sino sobre medidas de precaución y cambios radicales en el modelo de producción y consumo.
*Julen Rekondo, experto en temas medioambientales, Premio Nacional de Medio Ambiente y Premio Periodismo Ambiental 2019
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