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El silencio no es la solución para la memoria
Dice el proverbio que “decir me pesó, callar no”. Por eso escribo este artículo. Para decir que en las celebraciones del Dia Memoria -instaurado durante el Gobierno del Lehendakari Patxi López- han sobrado actos en los que se calla. En los que se abusa del silencio.
Y eso me lleva a concluir que todavía en Euskadi, a unos y a otras, y no sólo a los de siempre, pesa aún mucho decir las cosas claras. Y una memoria decente de la sociedad vasca exige, en mi opinión y con urgencia, palabras para llamar a las cosas por su nombre.
Diré más, para las socialistas, los silencios deben ir acompañados inexcusablemente de palabras. La palabra como instrumento ético de deslegitimación de la violencia. Como incuestionable garantía de no repetición. Para que nadie, nunca más, tenga la tentación de empuñar un arma, como si eso fuera lo más normal del mundo, o cómo si eso fuese una cosa que te empujan a hacer contra tu voluntad
Como ciudadana vasca, cuando escucho a las víctimas, creo que estás han llegado al límite de los silencios, y empiezan los tiempos de exigencia de un camino de palabras. Para reconocer lo qué paso, por qué sucedió y para qué se utilizó esa violencia.
Mientras nuestra sociedad sufría el terror y la violencia, ya tuvimos demasiadas mayorías silenciosas, y demasiadas palabras que contextualizaron, cuando no justificaron, esa violencia.
Es cierto que algo se ha avanzado. De hecho es un trabajo continuado que estamos haciendo las fuerzas políticas, mayoritariamente, dentro y fuera de las instituciones, con respeto, rigor y consideración a las víctimas del terrorismo y la violencia. Pero que, y lo digo con el mayor de los respetos, un respeto que debe acompañar también la sociedad vasca. Porque tiene que hacerse corresponsable también de esa memoria que las victimas legítimamente exigen. Porque es cierto que esa sociedad tardó en acompañarlas, pero también que al final lo hizo con determinación.
Por eso no podemos evidenciar solo silencios. Porque no podemos llegar tarde con las palabras. Porque el silencio no es la solución para la memoria, y para esa convivencia más decente que todos los vascos anhelamos.
El silencio no es la solución, y ni siquiera es una opción. No es porque sea esencialmente malo. Incluso ayuda en los primeros tiempos. Pero llega un momento en que puede asociarse a al miedo, al pudor o a la inconsciente reflexión. Y si algo estamos hartos en este país es de miedo.
Por eso soy partidaria de que se hable, de que se ponga palabras a la autocrítica personal, y colectiva de la sociedad vasca. La de aquella que justificó, comprendió, contextualizó, y en el peor de los casos, jaleó la violencia. Esa responsabilidad es enorme, y debe ser asumida. Pero también a aquella parte que miró para otro lado, actuando como observador condescendiente. Porque tendremos que decir también que estuvo mal callarse, mirar para otro lado, mientras nuestros conciudadanos sufrían la violencia, aunque esa violencia ni se entendiera, ni se apoyara ni se justificara.
Desde el socialismo vasco, somos partidarios de atender a todas las víctimas del terrorismo y la violencia, sin exclusiones ni equiparaciones. A las ya visibles, pero escasamente reconocidas. Esas son, por ejemplo, las víctimas del estremecedor periodo de “años de plomo”, que la Secretaría de Derechos Humanos está trabajando su atención con algunas asociaciones. O aquellas que aún no saben quiénes son los responsables del asesinato de sus familiares.
Pero los socialistas vascos también queremos trabajar por las víctimas aún invisibles, y por tanto, siquiera reconocidas, como son las víctimas de la violencia de persecución: aquellas personas que fueron excluidas de la sociedad vasca; las estigmatizadas y apartadas de la convivencia normalizada de la ciudadanía vasca. Todas esa personas que aún sufren en silencio los traumas, las penas, las depresiones y las pesadillas, de todo aquel horror que aguantaron en soledad y en silencio.
Todo ese trabajo no puede hacerse desde el silencio, hay usar la palabra, la política, la humildad y la autocrítica. Como me dice mi amigo Iosu Elespe, el presente es infinitamente mejor que el pasado. Y el futuro que nos aguarda lo será aún más.
Pero ese presente y ese futruo no puede amortizar el terror y la violencia. Ni puede poner silencio sobre ello. Porque el pasado duele. Y duele porque la conciencia es una compañera de viaje cruel. El pasado debe leerse, y debe expresarse, no con silencios. Con palabras. Muchas palabras
*Rafaela Romero es secretaria de Libertades públicas, Memoria y Convivencia del PSE-EE
Dice el proverbio que “decir me pesó, callar no”. Por eso escribo este artículo. Para decir que en las celebraciones del Dia Memoria -instaurado durante el Gobierno del Lehendakari Patxi López- han sobrado actos en los que se calla. En los que se abusa del silencio.
Y eso me lleva a concluir que todavía en Euskadi, a unos y a otras, y no sólo a los de siempre, pesa aún mucho decir las cosas claras. Y una memoria decente de la sociedad vasca exige, en mi opinión y con urgencia, palabras para llamar a las cosas por su nombre.