Vacua derecha

La derecha y la derecha extrema, cuando suben a la tribuna del Congreso, se gustan sacando a colación supuestos casos particulares de ciudadanos y ciudadanas españoles y españolas aquejados de dramas que resultan en la mayor parte de los casos poco creíbles, con nombres de pila que parecen inventados para la ocasión, como si fuera fruto de una noche de lectura del Reader's Digest. Nos hablan de Paco, María o José María relacionándolos con localidades como Rota, Calatayud o Segovia en un efervescente ejercicio de forzada espontaneidad que parece ilusoria, fingida e incluso inventada para la oportunidad. Historias en la mayor parte de los casos que parecen apañadas, maleadas, dispersas y poco fluidas, que contienen errores de credibilidad porque muestran inexactitudes y artificio.

Sus historias que intentan coincidir con presuntos paseos de los oradores y oradoras por las calles de la geografía española, por cierto algo que también pretenden que nos creamos, que gastan suela preocupados por las necesidades a pie de acera de los españoles, son de floja imaginación y caduca estrategia política electoralista. Muy manidos, que diría un buen amigo mío riojano. Porque las derechas que sólo hablan de la Constitución cuando les conviene, están doctoradas en la liturgia vacua, en el desparpajo hiperbólico y en el chiste malo y fácil. Llevan toda la legislatura criticando sin argumentos de fondo, fingiendo un trabajo que en la mayor parte de los casos es tan breve como frágil, como dijera el político y filósofo francés Louis de Bonald, “Hay personas que no saben perder el tiempo ellas solas, y son el azote de las gentes ocupadas.”

Un ejemplo de ello son las dos formas de hacer política de vivienda: la de la burbuja inmobiliaria, especulación y venta de vivienda de alquiler social a fondos buitres o la de la promoción, los precios asequibles y la garantía por derecho, como hace este Gobierno. La primera forma parte de las legendarias maneras de las derechas, favoreciendo al conchabar en la cuarta acepción de la RAE. La segunda es la que favorece a quienes más precisan un apoyo, una señal de respeto y cumplimiento constitucional, un derecho y no un privilegio. 

No nos hace falta a quienes apoyamos al Gobierno de Pedro Sánchez, dar nombres de pila, de localidades, de supuestas historias que las políticas de vivienda del PP crearon aunque ellos ahora pretendan vender como malas gestiones de la izquierda. Nosotros y nosotras estamos con los hechos, con las políticas sociales de gestión de la vivienda, con leyes que blinden la justicia social, con la primera ley de vivienda de la Democracia, con un Plan Estatal de alquiler y tope de precio, con el bono de alquiler joven, con un firme compromiso de lograr un 20% de vivienda pública, destinando en 2023 3.500 millones de euros a la partida de vivienda y más de 1.000 millones destinados a rehabilitación.

Juventud y ciudadanos vulnerables en el centro de las políticas de vivienda. Las historias y los nombres de pila de la derecha, relatos trabados y deslabazados, como siempre, no pueden competir con los hechos. Y los hechos demuestran que la gran colección de iniciativas legislativas de este gobierno y su aplicación más allá de la letra y del folio, tienen el peso suficiente para convertir la demagogia exagerada de las derechas en un reflejo de sus lenguas de trapo. Frente al no por inercia, frente al burbujeo irracional, hechos y derechos. Derechos y más derechos. Contradiciendo al matemático helenístico Herón, “Nada está vacío en el universo”, sin duda las derechas españolas representan con lustre y brillo ese vacío.