Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
Vuelta la burra al trigo
Soy uno de los denunciantes del fraude en las oposiciones de Osakidetza de 2018, celebérrimo palindromista (seré yo si mi soy eres) y anestesista llorón a tiempo completo. Antes de soltar esta (otra) diatriba, me gustaría hacer dos aclaraciones: por supuesto que para todo hay excepciones (Gn 18:26); y por descontado que en las situaciones en las que casi todo el mundo se porta mal suele haber una gran mayoría que se deja arrastrar por la pereza moral.
Dicho esto, vuelvo al grano, como la burra.
No es la primera vez que afirmo que una de las causas del declive de Osakidetza es su modelo de liderazgo y que es necesario cambiar la promoción del arribismo por el reconocimiento del carisma y la vocación de servicio público. Tampoco es la primera vez que escribo que pese a que la autoría material del (presunto) delito de haber amañado OPE durante décadas recae sobre las jefaturas de servicios médicos hospitalarios, no me consta la más mínima reprobación a un solo jefe o jefa.
“Venga ya, cansino, digo yo que se habrán ganado el puesto porque lo merecen, ¿no?”. Pues no. En la mayor parte de los casos, las jefaturas de servicio médico se adjudican mediante pantomimas pseudorreglamentarias en las que se acaba concediendo el puesto a una candidatura preseleccionada. Aun así, de vez en cuando hay riñas banderizas en los hospitales porque dos o más aspirantes a la jefatura pugnan por el mismo asiento y sus privilegios. Estos juegos de tronos suelen saltar a la prensa con grandes golpes de pecho en defensa de la Sanidad pública, pero solo son peleas en las que dos o más patricios de una especialidad (con sus plebes correspondientes) se disputan el mando del castillo.
Estos jefes son reyes de taifas que a veces compiten entre sí por influir a la dirección del hospital, del ente o del Departamento de Salud. En el caso vasco, se suma a todo lo anterior que la atención sanitaria se administra desde organizaciones sanitarias integradas (OSI) que aúnan la primaria y la hospitalaria en un único mando, sito en la mayoría de los casos en el hospital (la pata más corrupta de las dos).
La carencia de especialistas, los valores de las nuevas hornadas de médicos y —en menor medida— la denuncia que se hizo del tocomocho en las oposiciones hacen que este régimen vea su muerte natural cercana, pero sigue vivo y coleando. De hecho, es muy posible que veamos en los próximos meses/años dimisiones o ceses teatrales de jefas y jefes de servicio hospitalarios superados y colapsados porque ya no pueden gobernar usando el castigo y el privilegio como antaño.
¿Por qué se ha permitido que este monstruo campe a sus anchas en los hospitales durante décadas? Muy sencillo: este modelo de jefatura (miedo y prebendas, no derechos) corta de raíz toda conflictividad laboral entre la gerencia y el personal facultativo. Un problema menos.
“¿A qué viene esta filípica ahora, Róber? Suéltame el brazo, que me voy a la playa, pesao”.
Pues resulta, maja, que alguien ha decidido que el nuevo consejero de Salud del Gobierno vasco sea el que hasta ahora era el jefe cuasivitalicio del mayor servicio del hospital más grande de Osakidetza. Ondo pasa uda eta ez ahaztu Palestina!
Sobre este blog
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