“Cuando alguien invoca la patria me echo las manos a la cabeza”
Primero fue 'El refugio de los canallas' (Editorial Alrevés), la nueva novela de Juan Bas (Bilbao, 1959) y después 'Patria', aunque la obra de Fernando Aramburu llegara antes a las manos de los lectores. Ambas hablan de ETA y su “aberrante y despiadada” hoja de servicios de 50 años de terrorismo. El escritor bilbaíno se apunta a llenar con su granito de arena las páginas de un relato que considera esencial en Euskadi: el medio siglo de terror y cómo durante mucho tiempo parte de la sociedad vasca miró para otro lado.
“En realidad, no hay que construir ningún relato, basta con narrar lo que fue y cómo fue: la podredumbre moral de lo que significó ETA y casi lo inverosímil que resulta”, destaca Bas, escritor, guionista, 'bon vivant' y gran conversador, casi a partes iguales.
Este miércoles, su amigo y colega Fernando Marías vuelve a Bilbao para presentar la última obra creativa de Bas. La cita es a las 19:30 en la Biblioteca Bidebarrieta de la capital vizcaína. Y habrá humor, seguro, porque la biografía de este escritor, director también del festival Ja! -que presentará la nueva edición este mismo mes- está encadenada a la risa fácil. “Está en mi carácter y en mi forma de relacionarme con la gente”, admite con un sonrisa pícara.
Me va a perdonar pero le confieso que no he podido leer aún su último libro. Estoy atrapado por el 'procés'. ¿A usted también le pasa?
¿Atrapado por el 'procés'? No, no, afortunadamente, no. Lo observo, como todo el mundo, con sentido del humor, con perplejidad... pero bueno, no hemos venido aquí a hablar de Cataluña, sino de mi novela, 'El refugio de los canallas'.
Como canta el gran Fito, “no siempre lo urgente es lo importante”.
Lo importante es invitar a las personas a leer el libro, y a comprarlo, claro (risas).
Hay una buena invitación ya en la propia portada del libro con esa frase que le ha regalado Fernando Aramburu, el autor del último éxito de ventas en España, 'Patria'.
Sí, le ha gustado la novela y le pedí una frase elogiosa que, por cierto, muy generosamente ha hecho. Pero que no crea la gente que he escrito esta novela después de la publicación de 'Patria'.
Precisamente se lo iba a preguntar: los dos tocan el tema de ETA.
Termine la primera versión antes de que se publicara 'Patria'. Y he estado escribiendo este libro durante casi los dos últimos años. Pero me parece sintomático que dos vascos nacidos el mismo año decidan escribir sobre el mismo tema desde una perspectiva ética contra ETA, aunque sean dos novelas muy diferentes.
Aramburu describe su novela como una “compleja polifonía de víctimas que antes eran verdugos, de verdugos que más tarde serán víctimas o que ya lo son aunque acaso no lo sepan”.
El tema principal quizá sea el tema 'shakesperiano' de unos padres que infundieron odio en unos hijos. La práctica de ese odio llevó a esos hijos a la destrucción propia por la muerte o cárcel de por vida y, claro, de sus propios padres. Era un tema que me parecía muy interesante literariamente. El segundo tema importante de la novela, para lo que necesitaba una perspectiva de años desde la derrota de ETA, desde el final de su actividad terrorista, era contar las cosas de una manera muy neutra, sin apenas adjetivos y corroborar la impresión que yo tenía, y así es: que todo aquello fue aberrante, despiadado, mediocre, incluso estúpido y absolutamente gratuito. No hubo nada positivo, ni un gramo.
¿No hubo ninguna ETA buena? Ya sabe que muchos de los que han militado en esa organización terrorista y luego la han abandonado ponen el inicio del mal cuando ellos se iban bajando de aquella locomotora de terror.
No. Nada. La novela tiene una estructura temporal muy complicada. Discurre entre 1942 y 2015.
Va para adelante, luego para atrás.
Capítulo a capítulo y, efectivamente, va adelante y atrás. Tenía que contarlo así y de una manera poliédrica y con esa estructura para que el lector tuviera la visión de todo. Y, como te decía, además de esos dos temas, el tercero sería el mal. La cloaca que fue el GAL por la razón de Estado. Eso tuvo la misma abyección moral que ETA, con la diferencia de que era terrorismo de Estado y que duró apenas dos años, mientras que ETA duró medio siglo.
Luego retomaremos el terrorismo de Estado, pero lo que veo es que para usted Shakespeare está de moda.
No es que esté de moda, que Shakespeare siempre lo está, sino sus temas como la ambición, etc. El odio infundido a través de los hijos es un tema muy 'shakesperiano', tiene la naturaleza de Shakespeare.
Ha dedicado el libro a “los vascos cuya decencia les hizo superar el miedo...
Y no miraron para el otro lado, ni alimentaron el odio durante los años de plomo [se cita de corrido el autor]. Alguien me ha dicho que he escrito esta novela ahora porque ETA ya no pega tiros. Pues no. Para nada es eso. La he escrito ahora porque necesitaba perspectiva, como te he dicho antes, para rubricar esa absoluta gratuidad de lo que ha sido ETA. Mucho más miedo me daba cuando a comienzos del año 2000 [tras la ruptura de la tregua de Lizarra (1998-99)] escribía artículos de opinión contra ETA y su brazo político.
Y olvidan que ya tocó el tema de ETA en su novela 'Alacranes en su tinta', que es de 2002.
Efectivamente.
Lo que sí parece que tiene usted claro es que mucha gente, de manera indecente y prolongada en el tiempo, miró para otro lado ante lo que hacía ETA.
Sí, durante muchos años, sí. Se llegó a una enfermedad moral y casi mental. Como el caso de aquella concejal socialista a la que le lanzaron cócteles, le ponían dianas. Un día, hubo una reunión de comunidad y el presidente le dijo que por favor cambiara de domicilio porque estaba poniendo en una situación de riesgo a todos los vecinos. O recuerdo también las manifestaciones de Gesto por la Paz, donde la gente pasaba sin mirarnos, casi evitándonos. Lo que años después ha pasado, y así lo cuento en la novela, con las concentraciones de los presos de ETA. La gente pasa igual, no mirando a las personas que están ahí.
La sociedad civil está en la novela, algunas pinceladas, pero me centro más en los etarras y sus familiares y en los personajes políticos con los que están relacionados. Todo eso ejemplifica muy bien la podredumbre moral de lo que significó ETA y casi lo inverosímil que resulta. Me ha quedado una buena novela, que es imperfecta, claro, con muchos errores, pero estoy contento y, con todo, creo que es mi mejor novela. He querido aportar mi visión de la verdad.
Estamos en el momento del relato en el País Vasco.
Claro. En realidad, no hay que construir ningún relato, basta con narrar lo que fue y cómo fue, la podredumbre moral como te decía antes.
Esta semana ha arrancado con la muerte de María Teresa Castells, un símbolo en la lucha contra ETA y el franquismo.
Sí, de la librería 'Lagun'. Tengo 57 años y ETA ha estado presente en mi vida siempre. Ha habido tardes tan dolorosas, recuerdo la que mataron a mi amigo el magistrado José Mari Lidón o cuando asesinaron a Fernando Buesa. Y luego, en el Casco Viejo de Bilbao, he oído tantas aberraciones, tantas barbaridades... (silencio)
Quería volver al tema de Cataluña. Hoy lunes es 11 de septiembre, la Diada, pero también el atentado de las Torres Gemelas, que lo cambió todo en materia de terrorismo, y también el día de la muerte de Salvador Allende tras el golpe de Augusto Pinochet.
Allende, es verdad.
Usted ha vivido en Barcelona un tiempo.
A partir de 1983 y alguno más.
¿Los años golfos, se podría decir?
Unos años muy libres y muy golfos. Era guionista en 'El Víbora'. Muy divertidos. Barcelona siempre ha sido mi segunda ciudad, después de Bilbao, incluso por encima de Madrid.
¿Y cómo ve lo que está pasando allí?
Con bastante perplejidad. Nunca pensé que la cosa iba a ir por una senda tan extrema. Sigo yendo a Barcelona con cierta frecuencia y la ciudad que a mí me gustaba la noto muy cambiada. El peso del nacionalismo es muy grande, y mira que nosotros vivimos en una tierra nacionalista, el nacionalismo tiene aquí la hegemonía, pero incluso aquí lo percibo como menor. Hemos aprendido a llevarlo mejor con los años o todo se ha readecuado mejor. En la Barcelona que yo conozco se ha creado una auténtica fractura social, y eso es muy grave y muy malo.
Hace mención en el libro a si estamos vivos o muertos, si hemos muerto “porque nuestros padres mintieron”, como escribió Rudyard Kipling.
Esa cita me encanta. Sí, mintieron. Es difícil de explicar pero creo que toda la historia de ETA y el apoyo de su brazo político y de parte de la sociedad civil tiene un componente de mentira: todo era una mentira, una mediana mentira, no era de gran calibre, pero una mentira compartida. Pequeño, mediocre, endogámico. Los etarras se han pasado la vida en la cárcel, y muchos ahí siguen muy separados de la sociedad e, incluso, de los suyos, que no saben muy bien ni cómo gestionarlos.
Es la última página del libro del terror y parte de la tragedia.
Es parte de la tragedia también. Independientemente de la culpa, que es importante. En la novela no le doy mucho valor al perdón, ni a su valor exculpatorio porque eso es para los cristianos. El perdón no exime de la culpa, la llevas contigo siempre. Pero al final se han jodido la vida, la de su víctima y la suya. Y aquí me estoy pudriendo en la cárcel.
Tras escribir la última novela 'Pájaros quemados' (2015), dijo que cerraba una etapa.
Cerraba una etapa con el humor.
¿Ya no se ríe Juan Bas?
Sí, claro. Es indisoluble de mí, en mi carácter y en mi forma de relacionarme con la gente. Y sigo utilizando mucho el humor en mis columnas. Volveré a utilizar el humor en narrativa, pero cerré una etapa porque ya estaba escribiendo esta novela. Y tiene muy poco humor, la verdad.
Volviendo a los GAL, recuerdo aquella frase de Felipe González de que el Estado se defiende en los salones y en las cloacas.
Hay un personaje en la novela que le dice al director de Policía, “esto va a ser el mal menor”. Y le contesta que “el mal menor no deja de ser el mal”. Aquello fue lamentable y, como lo de ETA, chapucero, mediocre, pequeño, una tragedia pequeña, aunque sangrienta y terrible.
¿Qué es el patriotismo para usted?
Para Samuel Johnson, el último refugio de los canallas. No quiere decir que todo canalla sea un patriota, sino que cuando a un canalla no le queda más refugio, se refugia en el patriotismo o, a veces, es el primer refugio, como en el caso de Jordi Pujol. Para mi el patriotismo (silencio) es algo que no siento, no creo en las patrias, en las naciones, es ajeno a mi inteligencia y mente. No lo denigro, creo que puede haber gente patriota digna y honesta, pero cuando alguien invoca la patria me echo las manos a la cabeza. No me interesan nada las patrias, las banderas, ni ninguna nación. Me interesa el Estado de derecho, ciudadanos con libertades y justicia social, sea dónde sea y de dónde sea. Las patrias no me interesan nada; ninguna.
Bilbao está de moda también, acaba de venir Paul Auster a presentar su última novela al Azkuna Zentroa. ¿La ha leído?
No, pero la quiero leer. Tiene una escritura endiablada que como escritor me atrae mucho.