Luis Gasca, el estudioso del cómic que impresionó a Umberto Eco y estrenó 'La guerra de las galaxias' en Donostia
“Se fue el papi de los monstruos, de la cultura popular, quien trajo 'La Guerra de las Galaxias' por primera vez...”. El 'papi' de los monstruos, y quien facilitó que el estreno europeo de la saga de George Lucas fuese en Donostia, no era otro que Luis Gasca, el estudioso del cine y del cómic fallecido este martes a los 87 años. Con esas palabras despedía Josemi Beltrán, responsable de la unidad de cine de Donostia Kultura, a quien dirigiera el Zinemaldia, el Festival de Cine de San Sebastián, en 1977 y también entre 1981 y 1983. Encuadrado entre los primeros teóricos del cómic en España, cultivó también una colección propia, alimentada por miles y miles de documentos históricos, que ahora custodia el centro cultural Koldo Mitxelena.
Nacido en Donostia en 1933, se licenció en Derecho por la Universidad de Zaragoza. Sin embargo, fueron los cómics, las historietas y los tebeos los que coparon su imaginación. Escribió compendios desde un punto de vista teórico y colaboró con revistas y editoriales para reeditar en castellano clásicos extranjeros. Historias de la talla de 'Drácula' o 'Príncipe Valiente' fueron a la imprenta gracias a su labor. Si el 'boom' del cómic para adultos estalló en España a caballo entre las décadas de los setenta y los ochenta, Gasca se adelantó, pionero, con publicaciones como la revista 'Zeppelin', que, entre otras cosas, 'nacionalizó' al 'Andy Capp' británico y el 'Mort Cinder' argentino.
“A mí me gustan los desafíos, soy peleón por las causas nobles, por descubrir, investigar, empujar, azuzar a la gente a descubrir algo que no conocen”, confesaba en una entrevista concedida a Radio Euskadi, preguntado por el aterrizaje de las naves de 'La guerra de las galaxias' en Donostia. Su inquietud le trabó amistad con George Lucas, pero también con Alejandro Jodorowsky o Alain Resnais, a quienes le unía la pasión por “una fantasía científica” que recién se había bautizado en aquellos años. La metáfora que ilustra sus años al frente del Festival de Cine de San Sebastián es la de un “corsé continuo” que al principio parecía que le atosigaba pero que después consiguió romper. “En un momento políticamente difícil, en unos años de hierro, me cargué la censura e hice que las películas no tuviesen que verse primero en Madrid y que luego aceptasen si podíamos nosotros, almas cándidas, ver esas películas o no”, explicaba en esa misma conversación en la cadena de la radio pública vasca. Según se cuenta, las cuatro grandes 'bes' —Berlanga, Buñuel, Bertolucci y Bellocchio— pudieron estar en el festival después de sortear esa misma censura a lomos de una mula que pateó el valle del Baztan.
Su pasión por atesorar documentos relacionados con la historia del cómic le brotó desde joven, y es la culpable de que Donostia cuente ahora con una colección que lleva su nombre y que, en palabras de quienes la custodian, “se caracteriza por una búsqueda y clasificación temática que, sin desdeñar los personajes o los autores, tiene un mayor recorrido, más vinculado a la clasificación temática de iconos, signos y símbolos que reflejan lo cotidiano, así como la caracterización de los valores sociales, culturales y políticos que marcan las creaciones culturales, más si cabe en las de gran difusión como puede ser el cine o las tiras cómicas”. Relataba él mismo en una entrevista publicada en 'Gara' en 2011 que desde joven le había desolado que en las bibliotecas —en teoría, sanctasantctórum de la preservación de toda literatura— tan solo hubiera “algunas revistas de cómics encuadernadas y manoseadas, nada más”. “Desde entonces, siempre he pensado en lo efímero del papel —explica en esa misma conversación con 'Gara'—. Era esa obsesión de nuestras madres, a las que todos queremos mucho pero que tanto hemos odiado en algún momento, que cuando llegabas del colegio, de la universidad o de la mili, te encontrabas con que había tirado todo a la papelera, pensando que eran trastos viejos. El papel siempre se tiraba, y me ha parecido una barbaridad, una aberración”. No se describía, aun así, como un “coleccionista compulsivo”, sino que se había fijado como tarea “salvar de la quema” a los personajes que no eran conocidos, que eran, en sus palabras, “polvorientos”.
La labor de Gasca mereció el aplauso y el elogio de figuras de la talla de Umberto Eco. Una de sus obras eruditas, 'Diccionario de onomatopeyas del cómic', manó de unos recortes que tenía abandonados en un cajón y que recuperó a raíz de la limpieza en la que se embarcó para precisamente donar sus fondos a la Koldo Mitxelena. Lo relataba en el 'Abc' Román Gubern, con quien firmó aquella obra: “Evacuando el material, entre estantes y cajones, apareció una caja que ponía 'onomatopeyas'”. De esa casualidad, hecha posible por el afán recopilatorio de Gasca, surgió una obra que Eco elogió con un artículo publicado en la revista italiana 'L'Espresso'. “La belleza de la onomatopeya del cómic reside en que no solo evoca el ruido original con el sonido del término o pseudotérmino lingüístico, sino que representa gráficamente su intensidad”, dijo el filósofo y semiólogo piamontés, inspirado por el trabajo de Gasca.
Asier Mensuro, con quien también colaboró, se embarcó a finales de junio —tan pronto como supo que a Gasca lo aquejaba una enfermedad con pronóstico grave— en la redacción de un 'sentido homenaje' que fue publicado en 'Abc' y al que se adhirieron con su firma un centenar largo de personalidades del mundo de la cultura. “Querido Luis —rezan las palabras de Mensuro—, qué privilegio es siempre escucharte y aprender de ti. Tú eres ya parte de la leyenda del Séptimo y Noveno Arte, esos que tanto reivindicas. Tu figura nunca dejará de crecer. Siempre has tenido talla mítica, pero te emperras en camuflarlo cuanto puedes. Para ti, los 'grandes' son siempre los 'otros' y hablas de ellos con pasión; sin caer en la cuenta de que todos esos 'otros' es a ti al que admiran”.
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