Han pasado cuatro años desde que María -nombre ficticio- sobrevivió al maltrato de su exmarido. A pesar del tiempo transcurrido, confiesa que cada vez que una mujer le relata la violencia machista que sufre, y ella le cuenta la suya a modo de apoyo, es consciente de lo que aún le duele y lo que todavía le queda por trabajar. Sin embargo, eso no le impide seguir acogiéndolas para salvar a esas mujeres del mismo modo que otras lo hicieron antes por ella.
María es una de las integrantes de Goizargi Emakumeak, asociación ubicada en Vitoria, que sirve de apoyo y refugio a mujeres que sufren o han sufrido algún tipo de violencia machista. Esta organización surgió después de una clase de defensa personal en la que seis de las participantes se dieron cuenta de la falta de apoyo social e institucional que habían sentido mientras sufrían violencia. En ese momento se dieron cuenta de que cambiar eso estaba en sus manos.
Hoy en día son 75 las mujeres que forman parte de Goizargi y, entre ellas, hay chicas de todas las edades desde los 20 hasta los 75 años. Todas ellas son sobrevivientes -porque han logrado salir de un entorno en el que había violencia-, víctimas -porque aún no han conseguido salir de sus casas o dejar a sus parejas- o mujeres que han sufrido violencia en sus hogares, pero por parte de sus padres o familiares. Estas últimas son un bálsamo para que las víctimas que son madres dejen de sentirse culpables por lo que sus hijos e hijas han vivido en sus hogares y entiendan también la perspectiva y el sufrimiento que han padecido.
“Realizamos acogida y acompañamiento a las víctimas y sobrevivientes de violencia de género para que no se sientan solas en el proceso o en la toma de decisiones. Hay mujeres que acuden a nosotras y aún conviven con sus parejas, otras ya han salido de sus hogares. Nosotras les damos su espacio para que vuelvan a encontrar su lugar después de lo que han vivido. Cuando sales de algo así no sabes muy bien dónde estás o qué debes hacer, por eso vemos qué necesita cada chica. Entre todas nos sujetamos y nos apoyamos”, explica María a este diario.
La denuncia a veces solo va hacia adelante si el golpe es visible, la violencia psicológica o incluso los golpes después de determinado tiempo ya no cuentan
Las mujeres que se ponen en contacto con ellas la mayoría de las veces son derivadas de instituciones como ayuntamientos, diputaciones u otras organizaciones, aunque también es posible contactar con ellas a través de su dirección de correo electrónico goizargiemakumeak@gmail.com. La razón de hacerlo así y de no hacer público el lugar en el que acogen a las víctimas, es por el estigma social que a día de hoy siguen viviendo.
En el caso de María, el estigma es doble puesto que ella es extranjera y teme que le acusen de querer aprovecharse de su nueva pareja si se enterasen de la historia que esconde. “Cuando salimos de la violencia lo hacemos con vergüenza y una carga de culpa. En mi caso, yo soy extranjera, mi pareja en estos momentos es de aquí y mi mayor miedo a día de hoy es que por ser extranjera consideren que me quiero aprovechar. Ese es un estigma que nos colocan en la sociedad. Esa forma de juzgarnos hace que nos callemos más y que a veces no queramos que sepan quienes somos”, detalla.
Entre las mujeres que acuden a Goizargi Emakumeak no existe un perfil concreto. Algunas lo hacen abiertamente, mientras que a otras tan solo las conocen por teléfono porque se trata de personas conocidas y no quieren que salga a la luz su caso. Cuando lo hacen se les brinda la ayuda que ellas soliciten o la que las integrantes de la asociación consideran que requieren, ya sea apoyo psicológico, jurídico o acompañamiento durante el proceso. Aún así, María es clara: no todas son capaces de denunciar la violencia que sufren y no por ello su sufrimiento es menor.
Si me dices una palabra que no es correcta en el momento en el que lo cuento, me pierdes como víctima porque no vuelvo a pedirte ayuda
“La denuncia a veces solo va hacia adelante si el golpe es visible. La violencia psicológica o incluso los golpes después de determinado tiempo ya no cuentan. Tampoco cuentan los golpes que recibas fuera del país, porque aunque tengas testigos muchas veces no te creen. Por eso las mujeres que sufrimos violencia queremos que se nos escuche, no que se nos juzgue. Cada palabra que diga la sociedad, las instituciones o la persona que te recibe cuando logras contarlo es clave para que vuelvas o salgas de esa violencia. Si me dices una palabra en ese momento que no es la correcta, me pierdes como víctima porque no vuelvo a pedirte ayuda. Eso es importante que la sociedad lo comprenda y no lo minimice diciendo que no es para tanto, porque si lo estoy contando es porque sí que es para tanto”, asegura María.
El confinamiento y las fiestas, un peligro extra para las víctimas
El confinamiento por coronavirus ha supuesto para muchas de estas mujeres un sufrimiento añadido de las violencias que ya vivían. En la asociación se dieron cuenta de ello cuando subió en poco tiempo el número de mujeres que acudieron a ellas para pedir ayuda. Ese sufrimiento también lo vivieron o revivieron las integrantes de Goizargi. En el caso de María, cuando no podía salir a la calle sintió el mismo terror que sufrió cuando su expareja la encerraba en casa, por lo que tras años de alta médica tuvo que volver a requerir terapia psicológica. Según esta sobreviviente de la violencia machista, otro de los factores que hacen que sucesos como este se agraven es la llegada de las vacaciones.
“En las fiestas como Navidad, también brotan estos casos porque son momentos en los que ellos pasan más tiempo en casa y tienen menos paciencia. Llegan a ser más agresivos tanto verbal como físicamente porque no tienen un momento en el que salen y se distraen. Pasan más tiempo en casa y eso hace que sean como una olla a presión que en cualquier momento explota”, explica.
Hay mujeres que están alzando su voz y están entendiendo que la vida que están viviendo no es la normal ni la que merecen
En Goizargi no tienen un porcentaje concreto de mujeres que logran salir de los hogares en los que viven violencia, aunque sí que han ayudado a muchas de ellas a conseguirlo. “Es muy difícil tener un porcentaje porque no siempre sale la misma cantidad de chicas cada año. En mi caso yo salí y fui a un piso de acogida, pero ocurre que si no recibes un trato adecuado hay un riesgo de que te quedes un par de días y vuelvas con tu agresor. Es verdad que estamos teniendo suerte y hay mujeres que están alzando su voz y están entendiendo que la vida que están viviendo no es la normal. El problema es cuando consideras que tu vida con violencia es normal, en mi caso cuando acudía a terapia y me preguntaban qué tal estaba, respondía que bien, con discusiones de las normales, pero eso no era normal”, confiesa.
Las integrantes de esta asociación han comprobado que existe un “despertar” entre las mujeres que sufren violencia machista y que, a pesar de que a algunas les cueste asimilarlo y tratar de ponerle un remedio, poco a poco son más las que son conscientes de que ciertas situaciones no son normales. “Hay algunas que todavía no se deciden a dar ese paso, pero sí están empezando a ser conscientes de que nadie merece esa vida. Hay una vida mejor, es difícil salir, pero es importante que sepan que no están solas. Todos debemos tender una mano por ellas”, concluye esta sobreviviente de violencia machista cuya labor se basa en brindar a las demás la ayuda que a ella una vez le salvó la vida.