El Guggenheim ha dado a Bilbao el pasaporte a una selecta liga de las ciudades extraordinarias. Solamente Nueva York y Venecia forman parte también de ese reducido club en el que en algún tiempo estuvieron Las Vegas o Berlín y al que aspira Abu Dabi. Hace ahora 25 años, el 18 de octubre de 1997, quedó inaugurado el museo diseñado por el canadiense Frank Gehry. Más allá de su atractivo cultural como referencia internacional del arte contemporáneo y de su simbolismo arquitectónico, el recinto ha transformado para siempre el urbanismo y la vida social y turística de la ciudad vasca más poblada. Es el 'efecto Guggenheim' que, en cifras, se resume en 25 millones de visitantes -tantos al año como toda la población del área metropolitana de Bilbao- y en que, según manifiesta el alcalde, Juan María Aburto, “ha multiplicado por sesenta, en términos de impacto económico” la muy cuestionada inversión inicial de 23.000 millones de pesetas. Son 132 millones de euros al cambio de entonces pero quizás 240 millones si se aplicara la inflación hasta el presente.
El Guggenheim, recubierto de titanio y que se yergue sobre formas irregulares, ofrece desde el aire la metáfora de una flor abriéndose y, desde el suelo, la firmeza de un buque junto a las aguas. Es una referencia que brilla con la luz del sol, aunque oculta un mecanismo para generar niebla artificial y envolver a los paseantes. Gehry, su autor de 93 años en la actualidad, pareció inspirarse en el Walt Disney Music Hall de Los Ángeles, de factura muy similar y abierto en 1992. Después, erigió una bodega para Marqués de Riscal en la pequeña localidad de Elciego, en la Rioja Alavesa. “Fue un proyecto feliz y nada caro”, le ha dicho a 'El Mundo' sobre Bilbao con motivo de esta efeméride. Añade que se sintió inspirado por Eduardo Chillida y Jorge Oteiza para su empresa. Oteiza, en cambio, vio en un inicio el proyecto como “un auténtico culebrón, algo propio de Disney, antivasco totalmente, y que acarreará gravísimos daños y la paralización de todas las actividades culturales”. Antes del cambio de milenio, por el contrario, el artista ya se había reconciliado con el Guggenheim.
Con el museo como gran icono, Bilbao dejó atrás su imagen gris y contaminada. “Putrefecta”, la describió Blas de Otero. En los meandros de la ría del Nervión-Ibaizabal las industrias pesadas y los astilleros dejaron paso a espacios de paseo, carriles-bici, tranvías, edificios públicos y ahora incluso a un rascacielos, la torre Iberdrola. Antes de 1997, en 1995, Bilbao había estrenado ya el metro, con diseños modernistas de Norman Foster. Semanas antes del museo, se inauguró también el puente Zubizuri de Santiago Calatrava, no sin su correspondiente polémica por tener una superficie resbaladiza. En ese mismo entorno han ido brotando también el palacio de congresos Euskalduna o las torres Isozaki, de diseño japonés. Menos glamuroso es el denominado 'sifón de Deusto', una gigantesca infraestructura hidráulica que ha permitido el saneamiento de la ría. También cumple 25 años. “Hoy en día no hay ninguna zona del estuario con problemas de oxigenación”, recogía 'Deia' de boca de un responsable del Consorcio de Aguas en una reciente visita al lugar. De unas aguas sucias, muertas, “putrefactas”, se ha pasado a tener 60 especies de peces entre Bilbao y el estuario de El Abra, pasado el Puente Colgante. En 2006 se estimó en casi 800 millones el presupuesto del saneamiento de las aguas, cinco veces el Guggenheim. Pero ahora hay barquitos turísticos paseando a los visitantes del museo ría abajo (los Bilboats) y hasta se puede nadar por su cauce.
“Nuestra ciudad tenía ya metro en 1997 y la limpieza de la ría avanzaba a buen ritmo. También existía el Zubizuri. Pero Abandoibarra seguía siendo un inmenso solar de 35 hectáreas de residuos industriales a la espera del 'masterplan' encargado a César Pelli [fallecido en 2019 y diseñador también de la Torre Iberdrola y de su gemela de Sevilla]”, explica Aburto en una tribuna enviada a este periódico y que se puede leer íntegra aquí. Pero no orilla que, en aquella ciudad gris “posindustrial” el paro se desbocó hasta el 27%. Tampoco niega la oposición que suscitó la idea pero estima que aquella fortísima inversión ha sido recuperada con creces. Netflix ha regalado este año a esa nueva Bilbao una postal en forma de serie, 'Intimidad'.
“Si nos ponemos a mirar lo que era la ría desde un punto de vista urbanístico, tenemos un paisaje que comenzaba en Miribilla, donde había minas abandonadas, y seguía por todo el cauce que en su margen izquierda, hasta Barakaldo, estaba llena de ruinas. Eran zonas abandonadas, en desuso, contaminadas y sin apenas actividad industrial. Los dos elementos más impactantes de aquel deterioro económico, industrial y urbanístico fueron el cierre del astillero Euskalduna y el de Altos Hornos de Vizcaya. Yo no entiendo el proyecto Guggenheim sin recordar todo lo que pasó en aquellos años. Fueron años en los que se cerraron muchísimas empresas y en que las instituciones adoptaron medidas muy importantes para recuperar la competitividad del sistema productivo”, diagnóstica en una entrevista a la vuelta de un café Bingen Zupiria, consejero de Cultura y portavoz del Gobierno vasco en la actualidad y responsable de Comunicación del lehendakari José Antonio Ardanza en 1997. Zupiria insiste en la idea de que la intención no era la simple sustitución de la industria por la cultura sino la “diversificación económica” porque, además de viviendas, edificios públicos y monumentos, “fueron los años en los que se sentaron las bases para el inicio de actividades económicas industriales que nunca habían existido en Euskadi”, más limpias y modernas. “Se produjo, por ejemplo, la creación de la empresa Gamesa, que se dedicó aquellos primeros años a la fabricación de componentes aeronáuticos”, señala Zupiria.
En el plano cultural, el Guggenheim es conocido por su gran perro guardián en la entrada, 'Puppy', que precisa de grandes cuidados para su piel formada 38.000 flores, por la araña 'Mamá' en la trasera o por los tulipanes de 'Jeff Koons', ahora trasplantados al interior de la pinacoteca. Richard Serra es uno de los baluartes de la colección permanente, en la que también hay obras de Antoni Tàpies o Andy Warhol. Las exposiciones temporales han traído coches clásicos en los últimos tiempos y motocicletas en los inicios, entre otras muchas. Ahondando en la vinculación del museo de las 33.000 planchas de titanio con el motor, el documental 'Inside Guggenheim' que emite este lunes ETB2 explica las dificultades que tuvieron los operarios para colgar media docena de Chevrolets como parte de una exhibición artística. El Guggenheim ha acogido también todo tipo de fiestas, eventos y celebraciones. Hasta música: las hemerotecas recuerdan el concierto de los Red Hot Chili Peppers californianos en 2006. Aparece en una veintena de películas y series, incluida 'El mañana nunca muere' en la que James Bond (Pierce Brosnan) completa una misión en las calles de la villa.
“Me he acordado de un profesor que tuve en el colegio que siempre nos advertía de que la película no terminaba con el beso de los protagonistas. Con el Guggenheim, pienso un poco lo mismo. A mí particularmente me pareció algo grande para Bilbao y para Euskadi.1997 fue el beso. Luego, el matrimonio no me ha convencido mucho, sinceramente. ¿Ha mejorado la situación de los artistas que trabajan aquí y viven aquí? ¿Ha dado algún resultado? Fuera de lo puramente económico, no ha estado a la altura. No ha motivado a la sociedad vasca. No se ha integrado a la sociedad vasca. Es un ornamento”, reflexiona al otro lado del teléfono el escritor Bernando Atxaga, una de las grandes referencias de la cultura vasca y a quien la Fundación Solomon R. Guggenheim convocó en 1997 para una primera publicación sobre la llegada de la franquicia a Bilbao.
-¿Un ornamento?
-Sí, un ornamento. Un bien económico. Si sólo de economía viviera la sociedad, estaría muy bien. Conozco a bastantes pintores y escultores y andan como exploradores por rastrojo buscando dónde exponer. No les compran cuadros ni las instituciones ni el público en general.
Atxaga se explaya: “Estudié cuál era la población en la Toscana y el Véneto durante el Renacimiento. Hay documentos que hablaban de tres millones de personas. Y había una relación de unos 400 artistas. Estaba Leonardo. Y Miguel Ángel. Me pregunto, dado que en el País Vasco hay también unos tres millones de habitantes y dado que la riqueza es tan grande o aún mayor que en aquella zona, dónde está el Leonardo da Vinci de Amorebieta o el Miguel Ángel de Ibarrangelua”. “Y -solicita añadir- Napoleón se enfadaba si faltaba un botón en la casaca. ¿Qué ha pasado con los botones de la casaca del Guggenheim? ¿Cómo ha tratado el Guggenheim a los empleados?”. Recientemente, las empleadas de la limpieza protagonizaron una huelga de casi 300 días. Y, unos años atrás, la Inspección de Trabajo detectó irregularidades con los becarios.
Preguntado por estas palabras, Zupiria sí que considera que ha impulsado la cultura vasca. “Para empezar, ha supuesto que las instituciones, por el compromiso que adquirieron en la fundación del museo, hayan invertido de forma regular cantidades importantes de dinero. Eso ha permitido la compra de obras de arte moderno y contemporáneo de los principales artistas del mundo. Hoy tenemos, gracias a esta operación, un patrimonio público que es muy importante en términos económicos y en términos artísticos a la vez. Nos ha permitido a los ciudadanos de este país disfrutar de exposiciones y colecciones que de otra manera jamás hubiéramos visto. La colección de obras de Richard Serra que hay en el edificio me parece que es algo casi sin precedentes y sin comparaciones. Destacaría igualmente que las instalaciones del museo han acogido la presencia de 105 artistas vascos en diferentes formatos, en diferentes momentos. Repito: 105 artistas. Y ha permitido que muchos artistas jóvenes vascos se hayan beneficiado de la beca del museo para estar en Nueva York, para conocer un mundo curatorial, expositivo y organizativo que de otra forma no habrían podido conocer. Cuando oigo hablar a creadores que han nacido más o menos a la vez que el museo, veo que han tenido su experiencia de visitar las exposiciones, que en muchos casos se han beneficiado de las becas que ofrece el museo y que, además, han tenido una presencia en las exposiciones del museo en diferentes formatos. Y cuando hablo con quienes dirigen nuestros museos hablan de que hay un contexto vasco del arte que antes del Guggenheim también existía, claro, pero que ha evolucionado con el museo, especialmente en Bilbao”.
En la Bilbao política de 1997 gobernaban en coalición PNV y PP, que pactaron un reparto de áreas en 1995. El alcalde era Josu Ortuondo y un exalcalde, José María Gorordo, se había escindido del PNV y montado un partido propio llamado, como el catalán, ICV. La teniente de alcalde 'popular' era Ascensión Pastor y, dos años antes de la inauguración del museo, prometió en una entrevista con 'El Correo' que, si ganaba, pararía las obras del Guggenheim. Solamente su sobrino, Antonio Basagoiti Pastor, ha obtenido más votos que ella para el PP en unas municipales. Pastor, ya con más de 80 años, ha declinado participar en este reportaje. En Euskadi, gobernaban en coalición PNV y PSE-EE. La consejera de Turismo del lehendakari nacionalista Ardanza era Rosa Díez, recordada por su campaña de promoción 'Ven y cuéntalo' para sortear la imagen que de Euskadi se tenía en el exterior por el terrorismo de ETA y que luego siguió su propio camino en la política con UPyD. Quien presidió la inauguración fue el entonces jefe del Estado, Juan Carlos I, y la crónica de 'El País' recogía que las mujeres invitadas quisieron imitar el estilo de su hija, la infanta Cristina de Borbón. Su boda con el balonmanista vasco Iñaki Urdangarin tuvo lugar solamente dos semanas antes de la apertura del Guggenheim. El cuadro lo completa Esperanza Aguirre, que era la ministra de Cultura.
"¿Dónde está el Leonardo da Vinci de Amorebieta o el Miguel Ángel de Ibarrangelua?"
¿Y cuál fue el papel de ETA? La organización terrorista ya disuelta quiso atentar contra el Guggenheim en la inauguración, con 800 invitados dentro y 10.000 personas en la calle. La exdirigente de la banda Soledad Iparagirre confesó en 2021 en la Audiencia Nacional -lo hizo en euskera- que existía un plan para asesinar al jefe del Estado en la ceremonia de apertura, por lo que aceptó una pena de quince años de prisión. Pero había más. Según describió la Fiscalía en aquel proceso, en septiembre de 1997 los integrantes del comando que iba a actuar acumularon doce granadas del calibre 83 con la suficiente potencia para haber perforado el titanio y haber penetrado en el interior durante el acto. Diez de ellas eran anticarro y las otras dos antipersona. El 13 de octubre, unos días antes de la inauguración, cargaron las armas ocultas en unas jardineras en una furgoneta a la que había colocado placas de matrícula falsas y se acercaron a los aledaños del nuevo recinto. Cuando estaban descargando una de las jardineras, apareció una patrulla de la Ertzaintza. Los terroristas asesinaron a tiros a Txema Agirre, uno de los dos agentes intervinientes, pero se neutralizó el atentado. En el homenaje que se le tributó hace unos días en la propia explanada donde se produjeron los hechos, Julio Rivero, de la asociación 'Mila Esker', solemnizó que el Guggenheim es hoy un icono mundial por el diseño de Gehry y por la actuación de Agirre. “Hoy, gracias a ellos, es posible que esto sea realidad, que sea visitado por miles de ciudadanos y sea el orgullo de todos nosotros, como para nosotros es un orgullo vestir el uniforme con la mismo respeto y orgullo con el que nuestro compañero Txema lo hizo”, manifestó.
“Salvo el sector industrial que exportaba y tenía capacidad de tener presencia en otros mercados, las referencias positivas que tenía Euskadi en el exterior apenas existían. También ésa fue una de las razones por las que las instituciones apostaron por este proyecto. Y hemos visto todo lo que hay de positivo en ese sentido de proyección internacional. Y, sí, ETA se propuso destruir aquello. Y, además, se propuso hacerlo de una manera espectacular. Si aquel intento de atentado hubiera prosperado, la imagen que habríamos trasmitido al mundo sería la de un país completamente inseguro en el que no se salvaba nadie. Es lo mismo que habría sucedido cinco años antes, cuando el Tour de Francia empezó en San Sebastián y hubo un intento de sabotaje justo la víspera. Afortunadamente, en ese caso también, la actuación de la Ertzaintza impidió que aquello fuera a más. Y, hoy, 25 años más tarde, podemos celebrar el aniversario de este museo y el año que viene podremos acoger otra vez el Tour”, relata Zupiria. En los últimos días, el lehendakari, Iñigo Urkullu, ha escrito también sobre la “iniquidad” -'injusticia o gran maldad en el modo de obrar', según la RAE- de ETA. Ese mismo año, en julio, se produjo el secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco.
El 'efecto Guggenheim' es de tal calado que no pocas ciudades han querido imitarlo. Jussi Pajunen, alcalde de Helsinki, tenía predilección por viajar a Bilbao para asesorarse en cómo dinamizar la capital de Finlandia. La Ciudad de las Artes y de las Ciencias de Valencia sigue el espejo bilbaíno al situar como punta de lanza de la renovación de un área degradada un recinto cultural y turístico con gancho arquitectónico. El alcalde de Vigo, Abel Caballero, pretendió hacer del nuevo estadio de fútbol de Balaídos “el Guggenheim del fútbol”. “La cultura impregna la ciudad en todos los ámbitos porque es uno de los elementos clave del futuro de Santander”, pronunció la alcaldesa de la capital de Cantabria, Gemma Igual, en una conferencia que tuvo lugar la pasada semana en Bilbao y en la que participaban también, entre otros, el alcalde Aburto y el director del Guggenheim desde su creación, Juan Ignacio Vidarte.
"Destacaría igualmente que las instalaciones del museo han acogido la presencia de 105 artistas vascos en diferentes formatos, en diferentes momentos"
“El Guggenheim son 25 millones de personas en 25 años. Y 15 millones son extranjeros, casi todos europeos. Esto se ve también en los datos de turismo. Si se compara 1997 y 2022, hay un incremento progresivo de visitantes extranjeros y esto tiene un efecto en la economía, sin duda. Fue como la semilla de algo que luego se ha desarrollado en muchos sitios del mundo y que se ha venido en denominar turismo cultural, que es que las personas nos movemos de un lugar a otro para conocer otros lugares, pero atraídos por un elemento cultural”, apunta Zupiria. Antonio Ligero, bilbaíno, fue el primero en entrar al nuevo museo. Tras una larga espera, pagó por aquel entonces 700 pesetas, 4,2 euros al cambio. Ahora, con motivo del aniversario, los pases son gratuitos.
Ni siquiera Bizkaia se libra de los cantos de sirena de este 'efecto Guggenheim' y ya trabaja en una segunda franquicia de la fundación neoyorquina en Urdaibai. Se trata de un viejo anhelo ya esbozado hace más de una década y que la anterior crisis económico sepultó en el cajón de los proyectos olvidados, además del ‘no’ de los socialistas entonces en Ajuria Enea. Pero apoyada en la supuesta llegada de fondos comunitarios, la poderosa Diputación vizcaína ha lanzado ya formalmente una propuesta de Guggenheim verde con dos sedes, una en los antiguos astilleros Murueta y otra en la vieja fábrica de Cubiertos Dalia de Gernika. Ambos edificios quedarían unidos por vías verdes para imbricar la cultura y el medio ambiente en una zona de especial protección al ser reserva de la biosfera. El alcalde de Gernika, José María Gorroño, se subió al carro entusiasmado y propuso que el plato fuerte fuese nada más y nada menos que el 'Guernica' que pintó Pablo Picasso tras el bombardeo de franquistas, fascistas y nazis en abril de 1937, una obra largamente reclamada por las instituciones vascas pero cuyo traslado afectaría a su delicado estado de conservación. Se da la circunstancia de que el Guggenheim de Bilbao ya se estrenó con esa misma promesa. “El 'Guernica' puede viajar y permanecer en condiciones seguras”, estimaba entonces la Fundación Solomon R. Guggenheim desde Nueva York, la ciudad que precisamente preservó el cuadro durante la dictadura.
Este periódico reveló un informe interno de la Diputación que daba inicio a la tramitación urbanística de ese nuevo proyecto y que dejaba claro que quieren: “Para explicar los fundamentos y motivos de la presente modificación del PTP de la zona de Busturialdea, resulta de obligada referencia aludir a los antecedentes de la transformación urbana de de Bilbao y su entorno, en la que tuvo una importancia fundamental la regeneración de suelos industriales y la implantación de equipamientos de rango supramunicipal, entre los que destaca el museo Guggenheim. De ahí que esta iniciativa se base en la idea de continuar y extender la transformación económica y social iniciada a comienzos del siglo XXI en Bilbao, de acuerdo con un modelo que pretende integrar cultura, turismo, servicios avanzados, inteligencia artificial, digitalización, etc. como motores del futuro de Bizkaia y de una mayor cohesión territorial. Las objeciones iniciales al principio de la construcción del museo Guggenheim en Bilbao se vieron superadas, ya inaugurado en 1997, al convertirse en el emblema de la transformación de su modelo socioeconómico, al pasar de un entorno industrial decadente a una moderna ciudad turística y dinamizar todo este sector en Euskadi con notable impacto económico. Así, en 2019 el museo recibió 1,17 millones de visitantes. Según los datos ofrecidos por el propio museo, la demanda total generada por su actividad aportó al PIB vasco 438,5 millones de euros, lo que supuso unos ingresos adicionales de 67,9 millones de euros para las haciendas públicas de los tres territorios”.
“Supone la liquidación de facto de la Reserva de la Biosfera de Urdaibai como espacio natural protegido”, contrargumenta la asociación vecinal Zain Dezagun Urdaibai, que intuye daños “permanentes” e “irreversibles” si se lleva a cabo la inversión. Pero el proyecto avanza hasta el punto de que ya está listo para ser firmado un acuerdo entre la Diputación y el área de Transportes del Gobierno vasco para garantizar acceso ferroviario al nuevo Guggenheim doble de Urdaibai. “En ningún caso se está planteando la reproducción del modelo Bilbao en este caso”, matiza el consejero Zupiria. Pero añade: “Constato que hay un convencimiento importante tanto por parte del equipo directivo del museo como de la Diputación de Bizkaia para acometer esa ampliación y hacerla. Creo que es también importante recordar que hoy no es un parque natural. No lo es. Es una reserva de la biosfera y las reservas de la biosfera tienen dos objetivos. Uno es salvaguardar la sostenibilidad de un medio natural y la diversidad que existe en él pero otro es el de fomentar actividades económicas sostenibles que favorezcan el desarrollo económico y humano de la comunidad que reside allí. Ahí podría tener sitio una ampliación del museo, como también podría tener sitio el planteamiento que hizo el lehendakari de crear en Gernika un museo de la Memoria que sustituya al Museo de la Paz que hay ahora y para recuperar la memoria histórica de la Guerra Civil, del bombardeo y de los años posteriores de dictadura”
En cuanto a la gestión económica, no es titanio todo lo que reluce. En 1999, el Tribunal Vasco de Cuentas Públicas emitió un informe titulado 'Museo Guggenheim Bilbao: Proceso de construcción y puesta en funcionamiento' y en él se señalaban algunas sombras. Una: “No existe acuerdo alguno adoptado [...] en el que se aprobara el proyecto en su conjunto ni una memoria que cuantifique su importe final”. Dos: “La desviación final del coste total de las inversiones respecto a los importes adjudicados supuso un incremento de 2.567 millones de pesetas (22%)”. Tres: el Ayuntamiento ocupó los terrenos sobre los que se levanta el museo de manera “anticipada”, es decir, de manera ilegal. Cuatro: muchas contrataciones se hicieron de manera directa, sin concurso. Cinco: “en los expedientes de adquisición de obras de arte existen informes sobre los autores y sobre su precio orientativo que se encuentran sin firmar y sin fechar y que se refieren a obras adquiridas por un importe de 1.187 millones de pesetas”. Seis: en cuanto a la selección de personal para el arranque, “la inexistencia de documentación soporte entre la convocatoria y el informe-propuesta de los candidatos elegidos ha impedido comprobar si en este procedimiento se han respetado los principios de igualdad, mérito y capacidad”. Siete: “el capital de las sociedades creadas (Inmobiliaria y Tenedora) es totalmente público, pero la participación de cada una de las Administraciones públicas es minoritaria (ninguna supera el 50% de su capital). Esta circunstancia plantea diversos problemas de control económico-financiero”. Y ocho: “El proyecto básico contemplaba un aparcamiento subterráneo de 6.447 metros cuadrados y la licencia municipal establecía en las condiciones particulares las dimensiones de las parcelas. Sin embargo, en el proyecto de ejecución se eliminó el parking sin que conste acuerdo alguno aprobando esta modificación”. “En el año había dos momentos desagradables: las reuniones en el Guggenheim”, afirma una fuente que conoció aquella época y que pide anonimato.
Además, el director financiero entre 1998 y 2005, Roberto Cearsolo, admitió ante la Justicia que desvió 557.000 euros de las cuentas con técnicas como la falsificación de la firma de su superior, Vidarte, o transferencias a través de Internet, entonces incipientes. Este caso motivó una comisión de investigación en el Parlamento Vasco en la que también se analizó una compra de dólares que generó unas pérdidas millonarias a la institución por la devaluación del mercado de divisas. Aquellos trabajos fueron paralelos a los de las irregularidades en la puesta en marcha del museo dedicado a Balenciaga y a la moda en Getaria, constatadas también en los tribunales.
El reflejo del titanio del Guggenheim, en cambio, brilla con más esplendor que nunca en el aniversario. Este lunes, el museo conmemora el cumpleaños con una cena de gala en la que el lehendakari Urkullu, como presidente del patronato, tendrá una intervención. Acudirán también representantes de las otras franquicias de Guggenheim. “El proyecto Guggenheim nació como un sueño y prendió en tierra fértil”, fueron las palabras que empleó Urkullu en el mismo acto hace cinco años. Desde hace días se suceden también otros actos abiertos al público. “Nada de esto habría sido posible sin el gran salto al futuro que supuso el gigante de titanio de Frank Gehry”, sentencia el alcalde Aburto.
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