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¿Cómo sufren las mujeres las consecuencias de la pandemia? Voces del feminismo vasco publican un libro con sus reflexiones

Cadena humana durante el 8M de 2021

Maialen Ferreira

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La violencia contra las mujeres durante la pandemia, la brecha de género y la invisibilidad de los cuidados o la situación de las residencias de mayores en Euskadi son algunas de las cuestiones sobre las que reflexionan 16 mujeres, reconocidas voces del feminismo vasco, en el libro 'Covid19. Reflexiones Feministas sobre la pandemia' editado por el sindicato Steilas.

“Las feministas criticamos esta 'nueva normalidad' por ser semejante a la vieja normalidad patriarcal en su alianza con el capitalismo, en lo referido a la división sexual del trabajo, violencias de género, invisibilización y precarización del trabajo doméstico y del cuidado de las personas en situación de dependencia –menores, mayores...–, escasa presencia de las mujeres en la esfera pública así como discriminación del colectivo LGTBI”, alertan desde Steilas.

Por ello, un grupo de 16 mujeres de distintos ámbitos, entre ellas profesoras de la UPV/EHU y de la Universidad Pública de Navarra, educadoras infantiles, trabajadoras de la limpieza o baserritarras han escrito cada una un capítulo del libro en el que desgranan sus experiencias personales y reflexiones acerca de cómo han vivido -y sufrido- las mujeres la pandemia. 

El 'quédate en casa supuso empeorar sus circunstancias vitales

La profesora del Departamento de Sociología y Trabajo Social de la Universidad Pública de Navarra (UPNA), Patricia Amigot Leache, explica que con la pandemia la brecha de género se ha agrandado y por consecuencia, la violencia contra las mujeres. “Tal como señala la ONU (2020), la brecha de género se agranda; este organismo calcula que 47 millones de mujeres pasarán a situaciones de pobreza, siendo las niñas un colectivo especialmente afectado”. En este sentido, Amigot apunta que los tipos de violencia que sufren las mujeres a raíz de la crisis del coronavirus vienen por “la pérdida de recursos, de los confinamientos y de la convivencia obligada con una menor posibilidad de huida”. 

“En lo que respecta a la violencia directa ejercida contra las mujeres, la situación de pandemia ha aumentado el riesgo y ha complicado e intensificado la violencia que muchas mujeres soportan. El 'quédate en casa' supuso para muchas y sus hijos e hijas, y también especialmente para niñas que estén sufriendo violencia sexual, empeorar sus circunstancias vitales”, denuncia Amigot.

La profesora del Departamento de Psicología Evolutiva y de la Educación de la UPV/EHU, Nahia Idoiaga Mondragon, explica en un estudio realizado durante el confinamiento de marzo y abril en el que preguntaron a 1.000 familias de Euskal Herria cómo habían gestionado el cuidado de los y las hijos/as en esos meses, que el 40,1% de los y las participantes manifestó que solo la madre (o las madres) se ocupaba del cuidado de los y las niños/as de la casa, mientras que solamente un 4,7% respondió que solo el padre (o los padres) se ocupaba.

No creo que haya sido la única que haya participado en reuniones virtuales mientras daba pecho

“¿Cómo compaginar el trabajo, los cuidados y, en muchos casos, el deber de convertirnos en educadores/as de los y las de casa? No creo que haya sido la única que haya participado en reuniones virtuales mientras daba pecho, la única que haya apagado o enfocado la cámara a la cara para dar clase mientras tenía a la criatura en brazos; tampoco creo que haya sido la única que ha tenido a su hija al lado haciendo los deberes, mientras trabajaba virtualmente; ni la única que ha optado por encenderles la tele a los y las niños/as para poder hacer el teletrabajo de marras”, reflexiona Idoiaga. 

En el ámbito económico, Mertxe Larrañaga Sarriegi, profesora del Departamento de Economía Aplicada de la UPV/EHU, concluye que la crisis originada por la pandemia es la segunda gran crisis económica del siglo XXI. Una crisis que recalca la necesidad de colocar la vida en el centro, puesto que “sin vida, no hay crecimiento”. “Esta pandemia ha traído consigo el reconocimiento de muchos planteamientos de la Economía Feminista (EF). Entre las reflexiones teóricas, hace tiempo que se viene subrayando la importancia de desplazar del centro del análisis los mercados y los beneficios, y poner la vida en el centro. Esta pandemia ha dejado en evidencia de forma muy dramática esa necesidad de poner la vida en el centro, puesto que sin vida no hay crecimiento, no hay beneficios, no hay nada. Y ha evidenciado también la fragilidad de la vida, la necesidad de cuidarla y de cambiar las prioridades económicas”, subraya Larrañaga.

Según los datos aportados por Larrañaga, Intermon Oxfam apunta que la COVID-19 ha aumentado en un millón el número de pobres (la pobreza extrema ha pasado del 9,2% al 10,9%, mientras que la pobreza relativa ha subido del 20,7% al 22,9%). A pesar de reconocer que cada vez se tiene más en cuenta el modelo de Economía Feminista, que persigue una sociedad y una economía justas y sostenibles, esta profesora explica que “no es realista” pensar que la crisis provocada por la COVID-19 vaya a romper de raíz con el modelo económico actual. “Es cierto que se han generado expectativas de cambio pero es muy posible que, también esta vez, las expectativas no se cumplan”, apunta.

Otro de los aspectos en los que la pandemia ha trastocado las formas de hacer y ha hecho reflexionar sobre su situación hasta ahora es la situación de las residencias de personas mayores. Según los datos aportados por Arantza Urkaregi Etxepare, quien ha sido profesora agregada en el Departamento de Matemática Aplicada, en la primera ola de coronavirus, hasta junio, fueron 1.042 las muertes registradas en residencias de la tercera edad de Euskadi y Navarra, y 457 en la segunda ola, hasta el 27 de enero.

No es realista pensar que la crisis provocada por la COVID-19 vaya a romper de raíz con el modelo económico actual

Más allá de los fallecimientos por el virus, Urkaregi lamenta los cuidados que se han proporcionado a los pacientes en las residencias. “En esta pandemia hemos visto que las residencias para personas mayores se han convertido en cárceles; sin visitas, sin salidas, en ocasiones sin salir de las habitaciones (...) No se ha tenido en cuenta que las personas mayores son vulnerables; no solo frente al virus, sino también en el ámbito emocional y, por consiguiente, en lo que a la atención emocional se refiere (la cual es imprescindible)”, recalca.

En este sentido Urkaregi aboga por ampliar las plantillas para que el cuidado de los mayores esté en unas mejores condiciones y, sobre todo, evitar las privatizaciones de las mismas haciendo que las instituciones (en el caso de Bizkaia, la Diputación) exijan a las empresas encargadas de la gestión de las residencias la contratación de más personal y módulos más reducidos para una atención integral a los pacientes.

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