El 21 de octubre de 2012 había pasado un año y un día desde que ETA anunciara el final de sus acciones terroristas para siempre y Euskadi celebraba elecciones autonómicas. El socialista Patxi López, crítico con las políticas de recortes de Mariano Rajoy, perdió el apoyo del PP en el Parlamento Vasco y adelantó los comicios previstos para 2013. López se dejó nueve escaños y quedó tercero. El PNV, después de la travesía en el desierto de la oposición, recuperaba Ajuria Enea con su presidente, Iñigo Urkullu, que cedió el control del partido a Andoni Ortuzar. Se iniciaba hace diez años una era con un lehendakari al que se define como trabajador, serio, cercano en el trato pero también algo alambicado en los discursos -particularmente cuando se sale del guion escrito- y políticamente muy diferente del estilo del anterior líder nacionalista, Juan José Ibarretxe. Urkullu ha forjado su estilo pero es incapaz de ofrecer certidumbre acerca de si repetirá en 2024 como candidato a un cuarto mandato que le convertiría en el lehendakari más longevo de los cinco, todos varones, que han recibido la 'makila' desde la aprobación del Estatuto de Gernika, del que también ahora se cumple el aniversario, en este caso el cuadragésimo tercero.
Urkullu arrancó en minoría y casi se ve forzado a tirar la toalla cuando fue incapaz de aprobar sus primeros presupuestos, que preveían 1.300 millones de recortes en el gasto. Sin embargo, unos meses después logró que López regresara a Lehendakaritza y que firmara un primer acuerdo de estabilidad con el partido que tanto le había atacado en la anterior legislatura. Era el deshielo y el principio del regreso a los acuerdos entre nacionalistas y socialistas de las décadas de 1980 y 1990. En 2016, tras las segundas elecciones, PNV y PSE-EE dieron un paso más y firmaron un primer Ejecutivo de coalición, aunque los socialistas tenían entonces tres áreas menores y gestionaban apenas el 4% del presupuesto. El gabinete estaba en minoría en el Parlamento y tuvo que pactar los presupuestos de los dos primeros años con el PP de Alfonso Alonso, lo que incluyó la reforma fiscal que sigue vigente. La moción de censura a Mariano Rajoy, decantada por el PNV, impidió mantener esa alianza y se exploró un primer acuerdo con EH Bildu que saltó por los aires. Ello obligó a mirar para el año final a Podemos y Equo. En 2020, con unas elecciones pospuestas a julio por el confinamiento, entre olas de la pandemia y con una abstención de casi el 50%, el Ejecutivo avanzó hasta la mayoría absoluta y, paradójicamente, entonces sí fue posible el entendimiento con EH Bildu. Salvo con Vox, Urkullu tiene en su haber acuerdos con PSE-EE, PP, Podemos y EH Bildu.
El lehendakari se presentó en 2012 con la promesa de un “nuevo estatus” para Euskadi. Ello incluía una consulta en 2015. Cuando accedió a Ajuria Enea, aquel intento de revisitar el 'plan Ibarretxe' se fue diluyendo. En 2013, desde Nueva York, Urkullu dijo que el derecho a decidir se habría ejercido para 2020. Al calor del referéndum de Escocia, el lehendakari acuñó el “diálogo, negociación, acuerdo y ratificación” para defender un nuevo encaje en España. Defendió el modelo quebequés de “claridad” mucho antes que Pere Aragonès. Y al calor del referéndum en Catalunya, Urkullu se erigió en mediador entre Mariano Rajoy y Carles Puigdemont para evitar la declaración unilateral de independencia y la pérdida de la autonomía catalana con el 155. El PNV ha perdido ya a su partido hermano en Catalunya. Urkullu acabó como testigo en el juicio del 'procés' en el Tribunal Supremo y ha entregado a diversas instituciones sus memorias de aquella época, que se pueden consultar en este especial. Su partido, en cambio, cerró en aquellos años un pacto con bases soberanistas para superar el actual Estatuto con EH Bildu.
De entonces son una de sus reflexiones de mayor calado político: “Pero partamos del acuerdo entre vascos… Diré como lehendakari nacionalista que un proyecto votado sólo por la ciudadanía nacionalista significaría para muchos de nosotros un fracaso estrepitoso. Nuestra sociedad es plural y diversa como cualquier otra sociedad abierta. El pueblo vasco que ha llegado hasta hoy es así… Nuestro desafío, especialmente de los nacionalistas, a quienes se les presupone un compromiso añadido con su patria, es defender el pluralismo y no soportarlo como una patología a eliminar en un proceso de homogeneización. El acuerdo debe ser necesariamente plural y que reúna a diferentes”. Se intentó otro texto estatutario con PSE-EE y Elkarrekin Podemos pero quedó en el cajón. Ahora, el lehendakari se siente más cómodo criticando al Gobierno de España por no transferir las materias pendientes de 1979, si bien en los últimos años se ha cedido Prisiones o el IMV. En breve llegará la gestión de Cercanías y parece más lejano el traspaso de la gestión del régimen económico de la Seguridad Social, aunque Urkullu recientemente votó 'no' en el Parlamento a una propuesta de PP+Cs sobre la materia.
En el gabinete, Josu Erkoreka, portavoz ocho años y ahora vicelehendakari, y Arantxa Tapia, siempre al frente de Desarrollo Económico, son los únicos consejeros que se mantienen con él desde 2012. Eso sí, en segunda línea hay numerosos cargos que continúan. Cristina Uriarte, exconsejera de Educación, sigue como asesora, Jonan Fernández es su colaborador para todo, Txus Peña, Manu Castilla, Luis Petrikorena e Iñaki Bernardo son los 'hombres del presidente' en Lehendakaritza o Marian Elorza en su responsable de política exterior también desde el principio. El primer consejero en salir fue Juan María Aburto para ser alcalde de Bilbao. Le relevó Ángel Toña, independiente. En la segunda legislatura tuvo que dimitir Jon Darpón por las denuncias de filtraciones en las oposiciones médicas de Osakidetza en 2018. Es la única salida de este tipo en este decenio. Su sustituta fue Nekane Murga, que lidió con la primera parte de la pandemia, y luego llegó a Salud Gotzone Sagardui. El nuevo portavoz es Bingen Zupiria y el hombre de los números Pedro Azpiazu. En la parte socialista los nombres los da el propio PSE-EE. El más veterano es Iñaki Arriola y a la vez el que más expuesto quedó tras la caída del vertedero de Zaldibar en 2020 cuando era titular de Medio Ambiente.
El PNV resume este período con tres lemas que ha ido utilizando Urkullu en este tiempo: “Auzolana”, “Pertsona helburu” y “Basque Country”. “Auzolana” es “trabajo colaborativo que se plasma en una escucha activa y en una suma de fuerzas”. El Gobierno ha exhibido “capacidad de alcanzar acuerdos con todas las formaciones políticas, excepto Vox”, indican desde el partido 'jeltzale'. Y añaden: “[Es] Un Gobierno que ha ido superando las adversidades con mano tendida, diálogo y concertación. Empezamos 2012 con 27 parlamentarios. En la actual legislatura sumamos 31 y disponemos de mayoría absoluta junto con el PSE-EE. La voluntad de acuerdo ha propiciado que más de las mitad de los acuerdos parlamentarios hayan contado con el respaldo de algún partido de la oposición”. Sobre el “compromiso con las personas” inciden en el PNV en que “el gasto social ha ido creciendo” en que “tres de cada cuatro euros se destinan a Salud, Educación y Protección Social”. “Se ha forjado un potente escudo social que ha logrado colocar a Euskadi entre los seis países europeos con menor desigualdad”, recalcan. Y “Basque Country” es hacer país. “La proyección exterior, las exportaciones y las personas que nos visitan están en máximos”, señalan.
¿Ha habido malos momentos? “Al lehendakari le ha tocado gestionar una década convulsa marcada por la crisis financiera de 2008, la crisis sanitaria de la COVID-19 y las consecuencias de la invasión rusa en Ucrania. [Son] Unos acontecimientos globales y extraordinarios que han revalorizado la fortaleza institucional de un Gobierno centrado en la gestión y capaz de superar las adversidades”, indican en el PNV. Sobre las oposiciones de Osakidetza y la dimisión de Darpón, sostienen que “la Justicia no le investiga ni imputa por las supuestas filtraciones de exámenes” como adelantó este periódico. Y, sobre Zaldibar, momento en el que fue criticado que Urkullu no acudiera al lugar de los hechos, apuntan a que “dos Informes de la Comisión Europea avalan la gestión y los controles previos”.
“Efectivamente, en estos diez años han pasado muchas cosas. Cuando gana Urkullu las elecciones y forma Gobierno, hay que recordar que era una situación completamente a la deriva. Pero [con los acuerdos posteriores] demostramos generosidad, la que ellos no tuvieron con Patxi López, y pusimos por delante el país”, indica sobre el arranque de la era Urkullu Ekain Rico, parlamentario socialista y negociador principal del pacto con el PNV en vigor. En 2016 esos acuerdos se convirtieron en Gobierno de coalición y en 2020 se reeditó el pacto. ¿Está opacado el PSE-EE por el PNV? “El PSE-EE no solamente no está plegado al PNV sino que, si se analiza el programa de Gobierno y la actuación, más bien la reflexión es la contraria. El programa de Gobierno es el programa del PSE-EE al 90%. Le reto a cualquiera a que me lo rebata”, enfatizo Rico. En comparación con la coalición en España o la de Catalunya, la de Euskadi ha sido desde 2016 casi una balsa de aceite, aunque con Eneko Andueza el frente de los socialistas vascos se han hecho patentes algunas divisiones. “A veces hacen cosas que no tocan”, se limita a señalar Rico.
El segundo en las elecciones de 2012 por detrás de Urkullu no fue López. Fue Laura Mintegi al frente de la recién creada EH Bildu, que en 2011 había nacido como Bildu y luego se presentó como Amaiur a las elecciones generales. “Las elecciones municipales y forales fueron muy sorpresivas y los resultados excelentes. Un año después esa euforia persistía. Teníamos idea de que se podían ganar. El resultado fue de 27 a 21, pero hubo algún momento en la noche en que la diferencia era menor, de 3 ó 4 escaños”, afirma la cabeza de una coalición conformada por un Sortu recién legalizado, EA, Aralar y la escisión de IU Alternatiba.
“He tenido con Urkullu una relación excelente de respeto mutuo. Había cierta sintonía personal. Le respeto mucho y él me respetó también. Es una persona austera, trabajadora y seria, pero no me parece ningún halago el que se diga que después de diez años sigue y todos los demás hemos caído”, señala sobre los candidatos de entonces. López es ahora portavoz del PSOE en el Congreso, el 'popular' Antonio Basagoiti hace tiempo que partió ya a México, UPyD desapareció, IU se tuvo que refundar y Mintegi, escritora y profesora, salió por la puerta de atrás dos años después a pesar del éxito en las urnas. “Si una persona está diez o más años en un partido cuando sabemos que los aparatos son inmisericordes... Mantenerse muchos años en política te enfrenta directamente con la coherencia personal”, señala. Preguntada por la hegemonía que ha ido logrando el PNV en estos años, Mintegi entiende que este partido “es una maquinaria” o incluso “es más que un partido, es una religión o una fe”. “Tienen muy engrasada la maquinaria y el electorado fidelísimo”, señala. Pero entiende que es algo que se circunscribe “sobre todo a Bizkaia, donde tendrán que pasar muchos años para que haya una alternativa” ya que “en Álava, en Gipuzkoa o en Navarra” hay otros escenarios.
Preguntada por los pactos a varias bandas de Urkullu, Mintegi responde que “el PNV tiene una manera muy curiosa de pactar”. “Un miembro del PNV me lo explicó muy bien la primera semana que yo llegué al Parlamento. 'Te damos un plato precocinado'. Lentejas, o las comes o las dejas. El PNV no negocia, impone. Lo ha hecho siempre, y lo sigue haciendo. Quizás la única excepción es la Ley de Educación, en la que sí he visto que se ha interactuado. Y el PSE-EE es, como dirían en Italia, un 'sciocco utile'. Es antinatura, ¿no? Uno es nacionalista de derechas y otro españolista de izquierdas”, sentencia Mintegi.
Borja Sémper también dejó la política después de ser el portavoz parlamentario del PP en Euskadi. Atiende el teléfono desde Madrid. “No puedo ocultar que tengo aprecio personal por Iñigo Urkullu. Su estilo de liderazgo no es el mío. Incluso estamos lejos en el estilo de lo que representaría lo más eficaz para Euskadi. Pero tengo que reconocer que quizás su personalidad y forma de ser es lo que más se acerca a lo que demanda la sociedad vasca. Es muy agradable, muy educado y muy cercano. En la distancia corta te gana. No puedo decir nada malo de él. Lo peor que puede decir de él es que él es nacionalista y yo no lo soy”, afirma de entrada.
El exdirigente del PP entiende que el éxito del PNV es proyectar imagen de moderación. “El PNV ha tomado nota de dos fenómenos. Uno, lo que sucedió con Ibarretxe, y dos, Catalunya. El PNV ha tomado muy buena nota. No hay ningún dirigente del PNV, y me atrevería decir que ni en el Alderdi Eguna, que hable de independencia. Es un partido más transversal más cercano al PRI por su capacidad de copar instituciones y ámbitos socioeconómicos. Pero el PNV y el propio Urkullu tienen también ángulos de debilidad política. La falta de ambición puede provocar que Euskadi se vaya desinflando. La mayor ventaja del PNV es tener a un PSE-EE anulado dentro del Gobierno. Y luego [EH] Bildu es incapaz de dar con la tecla después del terrorismo y el PP que no termina de articular un discurso para Euskadi, que compita con el PNV. No le resto méritos al PNV, pero todos los demás no están acertando”, diagnostica.
Preguntado más en detalle sobre cómo ve a su antiguo partido, Sémper entiende que “al PP le falta articular un discurso para la Euskadi de hoy y de mañana”. “El electorado del PP no se fue a Ciudadanos, ni a Vox. Se ha ido al PNV. Un PNV radicalizado es malo para Euskadi y bueno para el PP. Y al revés. Y esto obliga al PP a lo que hicimos en la última etapa de Alfonso Alonso, que es buscar un discurso nuevo para una Euskadi diferente”, apunta. Para Sémper, el PNV es “el partido más conservador que hay en Euskadi y en el conjunto de España” pero le aplaude “por su capacidad de adaptación y cintura, cosa que está al alcance de muy pocos”. Además, “es un partido que nunca proyecta una disensión interna”. “Y tiene un factor de ventaja: sin terrorismo se ha podido instalar bien y tejer redes de contactos y de intereses. Es una maquinara muy difícil de batir”, describe Sémper. Avisa, eso sí, de que la alta abstención común a los últimos procesos electorales en España y en Europa es un factor que es preciso abordar también más allá de que la Euskadi de Urkullu proyecte imagen de “estabilidad” frente a la “convulsa política nacional”.
Se incorpora al trío de analistas Lander Martínez, portavoz del primer equipo de Podemos que llegó al Parlamento Vasco en 2016 y ahora uno de los colaboradores más estrechos de Yolanda Díaz en Sumar tras un tiempo alejado de los focos. Esta formación había ganado dos elecciones generales en Euskadi y compareció con Pili Zabala, hermana de una de las víctimas del GAL, como alternativa a Urkullu y en coalición con IU y Equo. Fue una irrupción fuerte (once escaños) pero muy lejos de las expectativas. Al término de esa primera legislatura se produjo el pacto presupuestario con PNV y PSE-EE, todo un giro político.
“Fue el recorrido natural de la labor parlamentaria. Entendíamos que venía un momento económico y energético complicado y que había herramientas de protección social y lucha contra el cambio climático que había que desplegar. No tenían mayoría absoluta y el Gobierno apreciaba mucho pactar con nosotros en ese momento porque las relaciones con EH Bildu se habían enfriado. Podíamos aportar ideas que ellos no tenían, como en feminismo o transición ecológica”, explica Martínez. Sin embargo, internamente tanto Martínez como su equipo fueron fulminados por el sector que criticaba aquel acercamiento. Sin embargo, ahora también Podemos pacta con naturalidad con el Ejecutivo, como ha ocurrido con la reciente reforma de la RGI o con las leyes de Educación o contra la pandemia.
¿Y qué opinan los líderes políticos actuales? “Urkullu ha estado parte de esos diez años gestionando tiempos de estabilidad y ha hecho suya esa marca de liderazgo tranquilo. Pero cuando han venido curvas, ese liderazgo no es tal. Ha tenido serias dificultades para tomar decisiones. Es muy autocomplaciente. En Euskadi se está viviendo de rentas de tiempos anteriores. Tenemos retos mayúsculos, factores de vulnerabilidad importantes”, sostiene Nerea Kortajarena, 'número dos' de EH Bildu en la Cámara. Y añade: “No sé si hay lehendakari para rato, pero creo que el proyecto está agotado. Una cosa es el trato afable -es un hombre muy educado, como creo que también los demás lo somos- pero no hay una interlocución fluida con él. No la hay. Las rondas de partidos ahí quedaron. Ha conseguido pactar con diferentes formaciones sobre los temas que a él le han interesado. ¿Y las cosas que los grupos hemos puesto encima de la mesa?”. EH Bildu, además, se pregunta “qué legado dejará Urkullu” porque se presentó “prometiendo una consulta” y ahora “se conforma” con completar el Estatuto de 1979.
Elkarrekin Podemos-IU opina que la etapa de Urkullu se caracteriza, “en el aspecto social, por acompañar la ola neoliberal imperante en Europa en lo que tiene de debilitamiento del poder político y de la intervención pública, el aumento de la desigualdad y desesperanza de un mundo más próspero y justo”. La coalición sostiene que hay un “debilitamiento del Estado de bienestar y los servicios públicos, renuncia a la redistribución de la riqueza en aras de atraer a grandes grupos inversores, desregulación económica, privatizaciones, ...”. “Parece que hayan olvidado la parte ”social“ de sus orígenes cristianos y depositen ahora su fe en la mano invisible”, apostillan. La coalición, asimismo, entiende que ha habido un “enfriamiento del soberanismo”. “Se renuncia al cambio de estatus y a la reforma estatutaria y se limita a pedir las transferencias pendientes”, señalan.
Desde la bancada de PP+Cs, Carmelo Barrio -que conoció a Urkullu cuando llegó al Parlamento en 1994- define este período como “diez años de acaparamiento nacionalista en Euskadi, de hegemonía nacionalista”. “Se instaló en el Gobierno en minoría pero enseguida el PSE-EE le fue a salvar. El PNV y Urkullu han sabido domesticar al PSE-EE, está bien claro”, argumenta Barrio. Esta colación entiende que el lehendakari “ha sido pragmático” tras ver las consecuencias de “la radicalidad de Ibarretxe y del proceso catalán” pero que dispone de una mayoría “política” configurada 'de facto' con EH Bildu para avanzar en materias nacionalistas. Preguntado por los pactos del PP entre 2016 y 2018 con el Ejecutivo, Barrio es contundente: “Nos engañaron. Los pactos no se cumplieron. Y luego nos traicionaron en Madrid. No nos arrepentimos porque nosotros íbamos de buena fe, pero fuimos traicionados y son lecciones que se aprenden”. Vox, finalmente, ve esta década como “diez años de sirimiri nacionalista, de imposición ideológica y lingüística”. La ultraderecha entiende que el PNV “aprovecha al máximo los recursos de una nación a la que repudia” mientras gestiona la CAV como si fuera un país ajeno a España“.
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