La vida de las mujeres en las cárceles de hombres: “Son infantilizadas y algunas van esposadas hasta al ginecólogo”
El día a día de las mujeres presas en los centros penitenciarios de Zaballa y Martutene en Álava y Gipuzkoa, es distinto al de los hombres. Para ellas, por ser menos, de un total de 1.577 personas en privación de libertad 127 son mujeres, es más complicado crear grupos para desarrollar actividades o talleres, son más sancionadas que los hombres -o eso es lo que dicen sentir- cuando les penalizan por “hablar mal” a alguna funcionaria de la cárcel y, además, son discriminadas cuando, por ejemplo, tienen que ir al ginecólogo. “Las cárceles se hicieron pensadas para hombres y eso supone una discriminación de base para ellas. No solo en lo relativo a la maternidad, sino en su día a día, la forma de tratarlas y cómo las infantilizan”, sostiene la antropóloga e investigadora Carmen Meneses autora de la investigación 'Mujeres en centros de hombres', un estudio realizado en estas dos cárceles vascas y presentado este lunes en el Curso de Verano de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU) 'Humanizar la prisión: esperanza y reto para el modelo penitenciario vasco'.
Para elaborar la investigación, la antropóloga se ha adentrado a los módulos de mujeres y ha desarrollado entrevistas a nueve mujeres privadas de libertad y a 17 profesionales de los centros penitenciarios y profesionales externos. Haciendo un total de 26 entrevistas. Además ha realizado una encuesta a aquellas presas que han aceptado. Como dato, el 40% de esas encuestas se han realizado en euskera.
Entre las principales conclusiones que ha extraído Meneses, está el hecho de que en comparación con centros del resto del Estado, la situación de las mujeres en las cárceles de Zaballa y Martutene en cuanto a instalaciones y trato “es más positiva”. “La situación de los centros penitenciarios mejoró indudablemente tras la transferencia de su gestión del Estado a la Comunidad Autónoma del País Vasco en 2021. Me he encontrado con ventajas por ejemplo en cuanto al sistema sanitario, aunque las propias mujeres no perciben que el acceso a la sanidad dentro de la cárcel sea correcto, no están muy a gusto con la atención médica”, sostiene.
Otro de los beneficios para las presas desde la transferencia es la posibilidad de residir en la unidad maternal de Martutene en el caso de ser madres. Antes de la transferencia, las reclusas que solicitaban convivir con sus hijos -una posibilidad hasta los tres años- debían ser trasladadas a otros centros del Ministerio del Interior. En 2022 se acondicionaron las instalaciones de la cárcel guipuzcoana para que las reclusas tuvieran esta posibilidad sin tener que ser trasladadas.
Algunos trabajadores entrevistados no son conscientes de la necesidad de la perspectiva de género en las cárceles ni la necesidad de una atención especial a las mujeres
En la otra cara de la moneda, una de las cuestiones negativas que más le han llamado la atención de las cárceles vascas a Meneses es el hecho de que las mujeres, al acudir al médico o al ginecólogo, lo hacen en su mayoría esposadas y durante todo el proceso siguen esposadas y con un Policía tras un biombo en la consulta. “Son situaciones discriminatorias y en ocasiones hasta violencia obstétrica. Cuando una mujer visita al ginecólogo y a la hora de realizarle alguna prueba debe limpiarse el líquido que le echan, pero como está esposada, dificulta mucho más una situación que ya de por sí es incómoda. Por no hablar de que un Policía está presente y escuchando toda la conversación. Es algo que nos debería hacer reflexionar porque atenta contra su dignidad, sobre todo, si están embarazadas. Además, es contradictorio, porque si damos por sentado que las mujeres privadas de libertad son menos peligrosas ¿por qué se considera necesario que estén esposadas incluso en el médico?”, se pregunta la investigadora.
En sus entrevistas a expertos y a trabajadores de los centros penitenciarios, cuando abordaba esta cuestión, muchos de ellos confiesan no saber que ocurría. Otros, según recalca, “no eran conscientes de la necesidad de la perspectiva de género en las cárceles ni la necesidad de una atención especial a las mujeres”. “Ellas, además sienten una percepción de discriminación y desigualdad en cuanto al control que tienen dentro de la cárcel en comparación con ellos. Dicen que lo hacen para protegerlas de los propios hombres, pero que ellas no necesitan ser infantilizadas. También aseguran ser sancionadas por cuestiones por las que los hombres no, como cuando hablan mal a una funcionaria de prisión”, explica Meneses.
Es más positivo para ellas enseñarles a convivir con hombres y que sean ellas mismas las que se defiendan en el caso de situaciones peligrosas
Sobre las actividades que realizan unos y otras, la antropóloga destaca que con ellas es más complicado encontrar un grupo dispuesto a realizar alguna actividad o taller debido a que son menos. “Con los hombres en seguida encuentras un grupo dispuesto a hacer cualquier actividad, mientras que para ellas es más complicado crear iniciativas y también que estas duren en el tiempo”, sostiene. Preguntada por si puede favorecer en estos casos la creación de grupos mixtos a la hora de llevar a cabo actividades, Meneses reconoce que sí y que en ocasiones se realiza, pero no lo suficiente. “Sucede un poco como en los colegios en la época de Franco. Se separan a chicos de chicas por protección sobre todo para evitar situaciones de peligro entre ellos o simplemente por miedo a que se embaracen. Es el celo de la institución penitenciaria. Aunque, en mi opinión, es más positivo para ellas enseñarles a convivir con hombres y que sean ellas mismas las que se defiendan en el caso de situaciones peligrosas”, reconoce.
El estudio ha sido entregado al Instituto Vasco de la Mujer (Emakunde) y una vez publicado, la antropóloga se lo mostrará a las mujeres que han participado en su elaboración. “Para mí es importante que las personas que participan en las investigaciones se puedan beneficiar de ellas y no simplemente usarlas. Me interesa que conozcan la investigación y que opinen sobre el resultado”, concluye la antropóloga, que seguirá de cerca la situación de las mujeres en las cárceles vascas y de otros lugares del Estado para nuevas investigaciones.
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