La vida de Nazima Nezrabi, la jueza que encarcelaba a talibanes en Afganistán, un año después de tener que huir de su país
Desde que era pequeña, Nazima Nezrabi sabía que quería convertirse en jueza para luchar contra las injusticias de las que era testigo en su país, Afganistán. Por eso, aunque era consciente de que las probabilidades de convertirse en jueza siendo mujer eran muy pocas, estudió la carrera de Ciencias Políticas y Derecho y realizó un máster con el que continuar su carreara judicial hasta lograr su sueño. No perdió de vista su objetivo, y cuando le dieron la oportunidad de elegir un juzgado en el que ejercer, optó por trabajar en el de Bagram, especializado en la lucha contra el terrorismo y el régimen talibán. Fue la primera mujer en trabajar como jueza en ese juzgado, en el que ocupaba un puesto en la Corte Penal para la Seguridad Interior y Exterior. “Durante los seis años que estuve ahí trabajé en más de 250 casos de atentados terroristas, la mayoría realizados por talibanes. El primer año me di cuenta de que los talibanes tenían miedo de ese juzgado y por eso lo atacaban constantemente con bombas. Perdimos a muchos compañeros a lo largo de los últimos años”, detalla Nezrabi, que formaba parte de un equipo compuesto por otras cinco juezas, que siguiendo su ejemplo fueron accediendo a los empleos, y 18 jueces.
“Al ver el peligro que corríamos por nuestro trabajo, muchas de las juezas decidían dejarlo. Mi familia me pedía una y otra vez que me fuera a un juzgado de familia o a otro más seguro, pero yo no podía hacer eso. Me tenía que quedar ahí para luchar porque, a pesar de que cada vez que explotaba una bomba contra algún compañero mi familia me presionara para que lo dejase, yo fui la primera mujer en entrar a ese juzgado y tenía que ser la última”, reconoce.
Nezrabi viajaba de camino al trabajo cuando recibió la noticia de que los talibanes habían tomado Kabul. “Me llamaron por teléfono y me dijeron que no fuera al juzgado, que ya no podríamos trabajar. Todos los prisioneros se habían escapado. En ese momento regresé a casa, encendí la televisión y supe que lo que estaba ocurriendo no era nada bueno, pero no era consciente de lo que venía”, recuerda, un año después.
No quería que me llevaran los talibanes, sabía muy bien qué hacían a sus detenidos. Antes de que me llevaran con ellos, prefería morir en mi casa
La joven, que por aquel entonces era madre de un niño de dos años y estaba embarazada de una niña, llamó a su marido y a su hermano, con los que convivía en Kabul, para que regresaran a casa y decidieran todos juntos qué hacer. Ella, al ser jueza y trabajar para el Gobierno, además de por ser mujer, corría especial peligro. “En nuestra ciudad, a diferencia de otras provincias, los ciudadanos no opusieron resistencia. Nadie luchó porque no se atrevían ni a salir de casa para comprar comida. Nosotros tampoco. Yo lo único que pensaba y le decía a mi marido era que no quería que me llevaran los talibanes, sabía muy bien qué hacían a sus detenidos. Antes de que me llevaran con ellos, prefería morir en mi casa”, confiesa.
Cuando los talibanes llegaron a su edificio y preguntaron por quién vivía ahí, el representante del edificio se enfrentó a ellos, no les dejó entrar y les pidió que volvieran más tarde. “Eso nos salvó la vida. Fui corriendo hacia mi marido y le dije que ya habían llegado y que se habían ido, pero que volverían. Cogimos todos los documentos de valor que teníamos y les echamos ácido para destruirlos y, vestida con un burka para que no me reconocieran, salí con mi marido y mi hijo por la puerta de atrás de nuestra casa”. Allí empezó la odisea que Nezrabi y su familia tuvieron que vivir para salvar sus vidas. Fueron andando hasta casa de su suegra, pero al ser un destino al que solían ir en muchas ocasiones con el coche que el Gobierno les facilitaba, sabían que no podían estar mucho tiempo allí por lo que decidieron viajar con un coche prestado hasta la casa de una tía a la que no frecuentaban mucho. Allí estuvieron hasta que Nezrabi recibió la invitación del Gobierno de España para poder abandonar el país en régimen de refugiada.
“El día 25 de agosto llegué a Madrid, dejando toda mi vida en Afganistán. La mía es una historia amarga que no voy a olvidar”, sostiene la joven, que pudo viajar con su marido y su hijo, pero tuvo que dejar atrás a su hermano y al resto de su familia. En la capital de España estuvieron cinco días, hasta que fueron trasladados a Bilbao, donde residen desde hace un año. “Mi hija, que ya tiene un añito, nació en Bilbao y mi hijo, de tres, ya sabe más euskera que yo”, bromea algo más tranquila. “Quiero agradecer a todos los Gobiernos y a las asociaciones que han hecho que hoy estemos aquí, gracias a ellos nunca me he sentido sola a pesar de estar en un país extranjero”, confiesa.
El mundo no puede ni debe olvidarse de Afganistán y de lo que allí sigue ocurriendo
A pesar de estar a salvo y comenzando una nueva vida junto a su marido y sus dos hijos, Nezrabi no olvida su país ni al resto de su familia, con la que sigue en contacto cada día para estar informados de su situación. Así supieron que al poco rato de huir de su casa, los talibanes regresaron y detuvieron a su hermano. “Le torturaron y pegaron para que yo volviera. Al final se tuvo que marchar a otra casa y, para que le dejaran tranquilo, los vecinos convencieron a los talibanes de que yo estaba enferma y había viajado a tratarme a un hospital de Pakistán, pero que después volvería a mi país”, cuenta la joven.
Su petición un año después de aquella tragedia es que Afganistán no deje de estar en el foco mediático internacional. “El mundo no puede ni debe olvidarse de Afganistán y de lo que allí sigue ocurriendo. La prensa de allí se encuentra bajo el control de los talibanes y no pueden publicar las cosas que ocurren. Muy pocas personas se atreven a denunciar las torturas y los atentados contra los derechos humanos que viven día a día, por eso es importante que la prensa internacional se haga eco de ello”, concluye, con el objetivo de que sus palabras lleguen a su país, al que espera volver lo antes posible.
La jueza Nazima Nezrabi, la jugadora de baloncesto Nilofar Bayat y la médico cirujana Hasina Ersad, tres de las refugiadas afganas residentes en España, han participado este viernes en una conferencia organizada por Amnistía Internacional y la ONG 14Lawyers en la que han narrado cómo consiguieron escapar de los talibanes y salvar su vida con el fin de mostrar a la sociedad las situaciones que vivieron para que la comunidad internacional sea consciente de que el peligro para la ciudadanía de Afganistán no ha acabado.
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