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La otra lucha del conductor 'del 47': encontrar a su padre asesinado por el franquismo

Trabajos de exhumación en la mina Terría de Valencia de Alcántara (Cáceres)

Santiago Manchado

Mérida —

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“Mi abuelo no dejó de buscar a su padre”. Lo cuenta Joana Vital, la nieta de Manuel Vital, el conocidísimo conductor de la línea de autobús 47 de Barcelona, cuya batalla por llevar el transporte urbano hasta su barrio en 1978, en Torre Baró, ha sido llevada al cine. Pero esa, la que describe la película de Marcel Barrena, no fue la única lucha que Vital emprendió.

La otra comienza en el otoño de 1936, en plena Guerra Civil, en Valencia de Alcántara (Cáceres). Diego Vital, contable en el ayuntamiento, fue asesinado por las tropas franquistas, como muchas otras personas en el pueblo. Su hijo mayor era Manuel Vital, entonces solo un adolescente, que con 13 años “adquirió una responsabilidad muy grande porque tuvo que capitanear a la familia”, explica su nieta.

“Mi abuelo hablaba de lo sucedido porque para él fue muy importante, le dio mucha fuerza y dignidad para llevar a cabo otras cosas en su vida, como el secuestro del 47”, asegura Joana, que subraya que el “leit motiv, el motorcito” de la vida de su abuelo fue pensar que algún día podría encontrar a su padre.

El cuerpo de Diego Vital fue arrojado a las profundidades de la mina Terría junto a medio centenar de hombres. Pero entonces nadie lo sabía. Las familias de los represaliados, también castigadas, estaban sometidas al silencio y nadie se atrevía a hablar. Solo había rumores, como en tantos otros pueblos de Extremadura, donde se calcula que 13.500 personas sufrieron la represión franquista.

“Un gran mosaico” de huesos

Unos años después, la familia se dispersó por España y en Valencia de Alcántara solo permaneció la madre. Manuel Vital llegó a Barcelona en 1948 arrastrando el pesar de no saber dónde estaba el cuerpo de su padre, y con su reloj, un objeto cargado de simbolismo en la película. Su nieta afirma que en Barcelona formó su propia familia pero “jamás olvidó sus raíces”, por lo que cuando se creó la Asociación de Memoria Histórica de Extremadura “comenzó a aportar dinero”.

Sin embargo, Vital falleció en 2010 y no fue hasta 2017 cuando la Diputación de Cáceres y la Universidad de Extremadura comenzaron los trabajos en la mina Terría, tras superar la negativa inicial de los propietarios de la finca a que entrasen los técnicos. En enero de 2018 se encontraron los cuerpos de medio centenar de hombres a 26 metros de profundidad, cubiertos por diez metros de agua.

Las labores de identificación han costado muchos años, complicadas por el estado de los restos después de tanto tiempo en contacto con el agua. “Formaban un gran mosaico”, que se tuvo que documentar “hueso a hueso”, según el catedrático de la Universidad de Extremadura, Julián Chaves, director del proceso de exhumación.

Una docena de cuerpos, sin identificar

Los resultados se presentaron el pasado viernes, 88 años después de los asesinatos llevados a cabo por el franquismo en Valencia de Alcántara. Entre ellos estaban los restos de Diego Vital, el padre de Manuel Vital, identificado gracias al ADN aportado por otro de sus hijos, que tampoco ha podido conocer una noticia “muy emocionante” para la familia, “pero la vida ha querido que en algún momento se encontraran y ha sido este año: por un lado, la película sobre mi abuelo y, por otro, se ha hecho público el hallazgo de los restos de mi bisabuelo”, dice Joana Vital.

Entre los cuerpos que se han encontrado en la mina también está el de Amado Viera Amores, alcalde republicano de Valencia de Alcántara. Su hija, Conchita Viera, acaba de cumplir 91 años y es todo un símbolo de la memoria histórica en Extremadura. Pero del medio centenar de cadáveres encontrados en Terría, hay 12 que a día de hoy siguen sin nombre ni apellidos.

Para la familia del conductor del autobús 47 se cierra un capítulo de su historia, pero “es muy duro y una pena muy grande que en tu propio país, después de una guerra civil , pase esto. Nos cuesta limpiar la memoria histórica”.

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