¡Prepárese, señora! ¡Avisado queda, caballero! Por si usted aún no se ha enterado, los medios de comunicación ya se encargan de repetírselo: si finalmente los de Podemos, que ahora andan a la gresca, llegaran algún día a participar en el gobierno de la nación, instaurarían el canibalismo infantil como primera medida para acabar con la pobreza: ¡por fin podremos comernos a esos molestos niños que no paran de fastidiarnos la hora de la siesta!, como sugiriera el inventor de utopías gulliverianas Jonathan Swift en su Modesta proposición de 1729.
Sepa usted que -siempre según el discurso de tales medios y de sus padrinos o ahijados, a cuya cabeza destacan los del grupo de la conocida como Caverna mediática-, España se sumirá en el caos, por culpa de las hordas leninistas-marxistas: las libertades acabarán degenerando en libertinaje, se perderá la unidad de la patria, dividida a partir de entonces en sóviets, y todo el territorio se convertirá en un tremendo gulag, donde cada pueblo será un campo de concentración y cada hogar una casa de latrocinio y perdición, burdeles donde nuestras hijas habrán de ser prostituidas y nuestros hijos amariconados. ¡España se echará a perder y los españoles vagaremos por ahí, al perdute!
Percátese, además, de que los culpables de tan funesto vaticinio no sólo llevan rastas y (algunos) anillos en la nariz o las cejas. ¡Lo peor de todo es que incluso leen libros, ¡libros!, y no precisamente los de Ken Follet, Julia Navarro o Sánchez Adalid!
Goce usted de esta segura convicción gracias a la conocida como Fórmula Mohawk Valley, una fórmula utilizada en política y propaganda para instilar el miedo en la población cuando a los de arriba las cosas no les salen tal y como esperaban.
No crea usted que esas horas que pasa frente al televisor, en encefalograma plano, atiborrando sus neuronas de grasas y adiposidades, son fortuitas. Contribuyen a que usted no sea capaz, en ciertas ocasiones, de relacionar causa con consecuencia. ¡Sea usted perseverante! ¡Alimente su idiotez con proteínas marca Pequeño Nicolás o Belén Esteban! ¡Mire hacia otro lado cuando le hablen de la corrupción que caracteriza a las élites (y no tan élites) políticas y de otra calaña! Sepa que forma usted parte de aquel rebaño desconcertado del que Walter Lippmann, decano de los periodistas norteamericanos, nos habló y que Noam Chomsky nos recordó en El control de los medios de comunicación. Ése es el rebaño al que, cuando brama y pisotea, teme la clase privilegiada de unos pocos ciudadanos que ejercen algún tipo de poder y de control, tales como grandes empresarios, políticos de primera fila o timoneles de los medios de prensa y propaganda. Al estrépito del bramido y de la estampida es cuando todos ellos, acojonados, se ponen de acuerdo con un único fin: crear consenso en torno a la factoría de un enemigo común que, dicen ellos, viene a romper la paz social. Lo hizo Hitler con los judíos, Stalin con los trotskistas y el PSOE en 1987 con el Cojo Manteca. Ahora lo hace el PP, aplaudido por otros de la misma cuerda, con Podemos.
Siga usted así, sentado frente a Gran Hermano o cuadrándose cuando le hablan de la patria quienes la venden a trocitos en los paraísos fiscales o en sobres de 500 euros, y yo le prometo, como ya hiciera el poeta Ángel González en su Discurso a los jóvenes, paz y patria feliz, orden, silencio.