En la procesión de la Cofradía del Hospital de la Misericordia de Olivenza (Badajoz), que data de 1501, los lienzos sustituyen a las tallas escultóricas y las hopas negras a las túnicas, unas peculiaridades que tiene su origen en la convivencia de la cultura española y lusitana.
De las cinco cofradías oliventinas, dos tienen origen lusitano, lo que refleja la historia de una ciudad que en 1801, y a raíz del Tratado de Badajoz, fue anexionada a España.
Una de ellas es la Santa Casa de Misericordia, cuyo paso por las calles es conocida como la “Procesión de los Cuadros”. Los cofrades, ataviados con la tradicional hopa negra portuguesa, portan cuadros representativos de la Pasión de Cristo.
La segunda es la Real Archicofradía de Nuestro Señor Jesús de los Pasos, conocida antiguamente como la Cofradía de las Chagas y que se remonta al siglo XVI.
Entre sus elementos más característicos está la figura de la “panderinha”, que representa a la Verónica, y el “arruchao”, un ropaje portado por un cofrade que simboliza las vestiduras desgarradas de Jesucristo.
A lo largo de su recorrida, la procesión detienen sus pasos ante pequeños altares ubicados en varias calles de la ciudad, algunos de ellos con paneles de azulejo historiado, muy vinculados a la artesanía portuguesa.
La Misericordia
La Cofradía del Hospital y Santa Casa de Misericordia tiene su origen en 1498 cuando la reina portuguesa funda la primera casa de esta Hermandad, dedicada a obra de misericordia, en Lisboa.
Posteriormente, extiende instituciones en Oporto, Evora, Coimbra y Olivenza, según recogen los catedráticos María Teresa Terrón y Francisco Javier Pizarro en su estudio “Los lienzos procesionales de la Cofradía del Hospital de la Misericordia de Olivenza”.
Entre las prerrogativas administrativas concedidas por los monarcas portuguesas figura que dicha hermandad, “siempre que saliera en corporación”, debería estar precedida “de una bandera o estandarte con atributos o símbolos de religión y caridad”, refleja el estudio.
Estos privilegios, se añade, fueron confirmados al pasar Olivenza a la corona española en 1803.
La procesión se compone de diez estandartes, con un lienzo en cada cara, “que sirven de relato escenificado que recorre las calles para mover a la piedad”.
En opinión de Terrón y Pizarro, “artista y estilísticamente, los cuadros son de factura mediocre, salidos de talleres que no destacan precisamente por su ejecutoria”.
Estas peculiaridades son el eje que sostiene la petición del Ayuntamiento de Badajoz para que la Semana Santa oliventina sea declarada de Interés Turístico Regional.