“El accidente de Angrois pudo evitarse de varias maneras”
David Reinero (Nigrán, 1979) es uno de los periodistas gallegos con mayor conocimiento del ámbito de las infraestructuras. En la tarde del 24 de julio de 2013 estuvo al pie de las vías de Angrois, informando en primera persona del accidente del Alvia en Santiago para el diario El País. Casi siete meses después del accidente, continúa siguiendo cada paso de la instrucción judicial sobre el siniestro, del cual, “a la espera de lo que determine el procedimiento penal”, ya es posible extraer ciertas conclusiones. Algunas de ellas, así como una reflexión política y técnica del actual sistema ferroviario gallego son el pilar de Angrois. O AVE en anacos (“Angrois. El AVE en pedazos”), la obra con la que Reinero inaugura la colección Libros de Praza & Meubook, una iniciativa editorial que acercará al público lector una docena de volúmenes anuales de contenido periodístico. En el suceso de Angrois, advierte el autor, nada es “blanco o negro” y los grandes partidos políticos intentan “taparse” entre sí.
El libro empieza en el mes de julio, pero no en el de 2013 sino en el de 2001. ¿Por qué decides hacerlo así?
Porque de aquellos polvos vienen estos lodos. Nunca hubo un proyecto de un AVE gallego definido. El AVE gallego fue una sucesión de pedazos de AVE, de ahí el título del propio libro. Es un AVE construído a pedazos; en 2001 se puso una primera piedra que fue vendida como primera piedra del AVE gallego pero que era la primera piedra de la primera reforma del Eje Atlántico. Con el tiempo, a día de hoy, eso es lo que hoy los políticos siguen llamando AVE gallego.
Un AVE que, íntegramente, nunca va a ser tal...
El Eje Atlántico nunca va a ser AVE aunque, cuando se abrió, la línea Ourense-A Coruña fue presentada como AVE. Pero de Santiago a A Coruña, igual que cuando esté abierta hasta Vigo, no va a ser AVE. Va a ser un tren de muy altas prestaciones que bastante gente considera que llegan para ese recorrido, pero no va a ser AVE.
Muchos políticos se esforzaron en decir que eso ya era el AVE gallego justo hasta el accidente de Angrois. A partir de ahí hubo una salida en tromba para decir “esto no es el AVE gallego ni el AVE español”...
Esa salida en tromba se justifica única y exclusivamente por la imagen internacional del AVE español. El recorrido entre Ourense y Santiago aín no era AVE cuando lo inauguraron, pero lo presentaron así. Y con el accidente se vieron obligados a rectificar lo que habían dicho. No lo que era, porque no era AVE ni nunca lo había sido, lo será en alguno momento. Pero la imagen de que el AVE español había tenido un accidente los obligó a decirlo.
El primero, el presidente de la Xunta. Incluso con más pasión que el Gobierno central, advirtiendo de las malas intenciones de países extranjeros...
Los primeros días el presidente de la Xunta fue más tajante en la defensa del AVE español que el Gobierno central. En parte podría tener una justificación porque en Galicia aún se está construyendo el AVE y es lógico que el presidente diga que aún necesitamos un AVE. Desde esa perspectiva es justificable; desde outra, es una defensa un tanto desproporcionada justo después de un accidente con estas consecuencias.
¿Esa defensa tan cerrada de la infraestructura propició la búsqueda rápida de un culpable, lo que denominas en el libro como “caza del maquinista”?
Era muy fácil para los políticos, para los responsables de Renfe y para los medios de comunicación decir “hay alguien que asume su responsabilidad y ya está”. Lo complejo es conocer la complejidad del sistema ferroviario. Hubo una caza al maquinista, tanto por parte de políticos como de medios de comunicación. No la justifico pero puedo comprenderla en los primeros días, cuando ya no la comprendo es a medida que va saliendo más información sobre la complejidad del sistema ferroviario.
¿Cómo interpretas que las propias autoridades contribuyeran a esa imagen de que el accidente había sido algo tan simple como que una persona se había despistado?
Es bastante difícil de justificar, porque lo que está revelando el caso es que la responsabilidad política es difícil de encontrar. Hay una clara responsabilidad técnica porque, como ya se demostró, el accidente era evitable de varias maneras. ¿Quién puede evitarlo de varias maneras? Determinados cargos intermedios del sistema ferroviario. Como bien dijeron los grandes partidos cuando, entiendo, pretendían taparse entre sí, un ministro no decide qué sistema de seguridad se instala. Pero en el momento en que esos políticos intentan cubrirse los unos a los otros, están asumiendo la responsabilidad de tapar esos ra esponsables del sistema que podrían serlo también de la falta de seguridad.
¿Se encubren, por lo tanto, los dos grandes partidos?
Lo que es seguro es que no tienen ningún interés en averiguar absolutamente todas las circunstancias que rodearon el accidente.
¿Por qué?
Es un miedo, yo creo que infundado, a que haya repercusiones políticas. En una cuestión que yo creo que es más técnica que política.
Una cuestión técnica que tiene mucho que ver con los “pedazos” que titulan el libro. En la construcción, pero también en la cadena de responsabilidades...
Si hay en esto una responsabilidad política es la de no controlar el crecimiento y la deformación del sistema. Los políticos tienen la responsabilidad no de saber de todo, pero sí de interesarse a cada cierto tiempo de cómo va lo que ellos tienen que controlar.
¿Una de las causas del accidente pudo ser el ansia por inaugurar en Galicia algo parecido a un AVE?
Si fuera así, la responsabilidad sería del técnico que firmó la autorización para que un político lo hiciera.
Porque un político no puede tomar esa decisión por sí solo...
Efectivamente. Y si decide que hay que inaugurar un tren en tal fecha, debería haber un técnico que le diga que no, porque ese técnico es funcionario y su puesto no debería peligrar.
El tren se inaugura y más de un año después acontece el accidente. Durante los primeros seis días hubo un sistema que podría evitar el accidente y después, ya no. ¿Por qué crees que el ahora famoso ERTMS se mantuvo desactivado?
Por desidia. Y ante esa posible desidia, que yo entiendo que es de los técnicos, no hay tanta presión de los políticos para controlarla como para inaugurar las nuevas obras.
Sobre esas desidias o carencias de seguridad está investigando un juez que, por lo que concluyes en el libro, no es especialmente cómodo para las autoridades...
No. Hay autoridades que llegan a denominarlo “el juez mediático de Santiago”, desconociendo otros jueces que hay en Santiago y que los gallegos bien conocemos. ¿Incómodo? Probablemente, en parte porque los políticos están sorprendidos. Como ellos mismos se habían autoconvencido de que el único responsable era el maquinista, les cuesta asumir que el sistema ferroviario es más complejo que eso y que el juez está intentando desentrañarlo.
Y el juez, además de investigar, decide cumplir el principio constitucional según el cual las actuaciones judiciales son públicas... Y eso tampoco sienta bien.
La transparencia del juez no ha sentado bien en ninguno de los dos grandes partidos de España. Aunque, por supuesto, los periodistas agradecemos mucho esa transparencia, que lo único que hace es paliar filtraciones interesadas de parte.
Cuentas en el libro que sobre el caso hay aún múltiples incógnitas. Entre ellas, esa activación del “freno del hombre muerto” por dos veces durante el viaje entre Ourense y Santiago.
Hay muchas incógnitas que probablemente no tengan implicaciones penales pero que son fundamentales para evitar que un accidente así se vuelva a producir. ¿Por qué se activó dos veces el freno del hombre muerto que, supuestamente, debería evitar pérdidas de atención del maquinista? Es el mayor misterio para todos los técnicos consultados.
En el libro leemos también una reflexión sobre una de las vertientes más mediáticas del accidente: las víctimas y la actitud del vecindario de Angrois. Tú cuentas que no todo es blanco o negro. Hay heroísmo pero también “miserias”.
En Angrois hubo héroes, pero también se robaron objetos personales de los muertos. A su vez, dentro de esas miserias hubo gente a la que le entregaron cosas de manera errada y las devolvió. No todo es negro o blanco, la humanidad es muy variada.
Esto, por lo tanto, tampoco es tan simple como se nos ha presentado desde las autoridades entre esas apelaciones al “espíritu de Angrois” que se han sucedido en los últimos meses...
De hecho, echo en falta que en el último fin de semana no haya habido ningún acto relacionado con las víctimas...
Es una pieza muy apetitosa...
Por supuesto. Cualquier político quiere fotografiarse con un héroe.
En esos días se traspasaron muchas fronteras y en pocos meses hubo otro suceso en Santiago en el que también se habló de tratamientos informativos excesivos...
Esos mismos medios, por el contrario, llenan páginas y páginas y minutos y minutos con ese otro crimen acontecido en Santiago sobre el cual a veces tampoco hay tantos datos nuevos y relevantes, como es el asesinato de la niña Asunta. Si en el caso de Angrois se habló de un tratamiento excesivo, ese desapareció hace tiempo. Ahora miesmo, se pueden contar con los dedos de una mano los periodistas que están siguiendo la instrucción del caso del accidente de Angrois, con 79 muertos en el sumario. El otro caso sigue siendo una desgracia, hay una chavala de 12 años muerta, pero el número de periodistas que cada día está tras el caso aunque no se incorpore nada nuevo es completamente desproporcionado.
El día del accidente muchos periodistas os convertísteis también en periodistas de sucesos aunque esa no fuera vuestra especialidad. ¿Se puede abordar un accidente como este sin caer en la lágrima fácil y sin ir más allá de contar lo que es necesario?
Es difícil. A mí se me llegó a criticar que pusiera en una información del primer día un entrecomillado de un chico que me dijo “cuando abrí los ojos, estaba rodeado de muertos”. Se me criticó por amarillista, pero fue lo que dijo una de las víctimas. Preferí ponerlo en la boca de una víctima a describir el espectáculo realmente dantesco que estaba presenciando. Me parece una forma más adecuada de hacerlo que arriesgarme a que mi percepción, tal vez sesgada, de lo que estaba viendo pudiera contaminar el relato.