Hoy, en Lestedo, coinciden dos fiestas y, para sus vecinos, la de la democracia no es, ni de lejos, la más importante. Esta localidad del concello de Boqueixón, a poco más de 10 minutos de Santiago, celebra hoy el día grande de su Festa da Filloa. “Cuarenta años y cuarenta y una ediciones, es un poco difícil de explicar”, admite el portavoz de la organización, Xosé Manuel Lobato, inconfundible con su abrigo largo de paño entre el trajín de la primera hora. Una exaltación de este postre que parte “del pueblo”: 250 personas forman parte del operativo. Son prácticamente, uno de cada tres de los 867 vecinos llamados a votar hoy aquí.
Primer efecto de la coincidencia entre las dos fechas: el traslado del colegio electoral. Ya se sabe que quien cede es siempre la parte más débil y hoy, la filloa manda. El local social donde normalmente se instalan las urnas está en pleno corazón de la feria, así que la escuela unitaria, a apenas un centenar de metros, es el destino de los votantes. Irene, la única interventora presente -del PP, ni BNG ni PSOE tienen representación en Boqueixón, donde los populares gobiernan con mayoría absoluta- ayuda a las personas mayores a salvar la empinada rampa de acceso. “Hay que buscar algo más cómodo”, recrimina una señora cuando se dispone a salir, tras depositar su papeleta.
A las 10 y media de la mañana se había superado ya el centenar de votos en la urna. Casi todas, personas mayores que, después, se iban para la fiesta. Algunos, a disfrutar, pero otros -sobre todo, otras- a echar una mano. Poco después, se les vería por el campo de la fiesta con la típica camiseta azul de la organización.
Belén es la presidenta de la mesa. Lleva sólo diez años viviendo en Lestedo y por eso nunca le “tocó” participar en la Festa da Filloa. No oculta un resignado descontento por tener que pasar la jornada a pie de urna. Espera que, al menos, alguien “bondadoso” se acuerde de ellas -las tres integrantes de la mesa son mujeres- y les lleve algún postre para probarlo. Irene, que ayer estuvo trabajando en la fiesta, se ofrece rauda a hacerlo.
La filloa es el postre por excelencia del Entroido gallego, una celebración que ha marcado el desarrollo de la campaña y que alcanza su traca final en este domingo de Piñata. Es una fecha clave en el triángulo ourensano, pero tambien en Lestedo. Aquí, ya han sido los primeros ganadores de estas elecciones: según Lobato, todos los festejos previstos en la comarca se han suspendido o han aplazado sus fechas, una solicitud de las autoridades que se veían desbordadas para atender las fiestas y las elecciones. Sólo una no se ha movido: la de la filloa. Hoy, aquí, se esperan unas 30.000 personas a lo largo de todo el día.
En Lestedo ya son veteranos en coincidencias con las urnas, porque 40 años dan para mucho. Lobato recuerda la del 1 de marzo de 2009 -la primera mayoría absoluta de Núñez Feijóo- y otra anterior “porque me tocó estar en la mesa”, aunque no es capaz de fijar el año. Eso podía haberle pasado este domingo a Bárbara, una de las personas que atiende al público en una de las tres filloeiras. Era la suplente de Belén. Como la titular apareció, ella pudo incorporarse a su puesto, donde sus compañeros habían empezado a trabajar ya a las 7 de la mañana, encendiendo las máquinas dos horas antes de la apertura del colegio electoral.
El entroido en Galicia no puede entenderse sin las filloas, un postre similar a las crepes y con un origen que hunde sus raíces en el Imperio Romano. Cada una de las tres filloeiras es capaz de sacar prácticamente mil en cada hora, en un proceso atendido por seis personas. Aunque se cocinan en todos los puntos de la comunidad, la “sabrosa” receta de Lestedo no tiene fórmula secreta pero sí “un algoritmo: 5-1-5”, según Lobato. “Cinco huevos, un litro de agua y cinco kilos de harina”. Huevos de casa -una de las filloeiras se construyó en un gallinero-, agua “del Pico Sacro”, un monte mítico en el imaginario gallego, y harina “do país”.
Sin embargo, aunque pueda parecer ya mecanizado con el I+D+i de las filloeiras, el secreto ancestral lo guarda un pequeño grupo de mujeres. “El amoado -la mezcla- la hacen dos o tres personas, los demás no tenemos nada que decir ahí”. Una de ellas es Matilde. La encuentro en el local social, en el lugar donde deberían estar las urnas. En un cubo de plástico, combina los tres ingredientes, sin dejar de remover mientras habla. Este año, le toca hacer las filloas para celíacos, una incorporación reciente en una celebración que no quiere dejar fuera a nadie. Aunque lleva amoando desde la primera fiesta, hace cuatro décadas, ella se quita mérito. “Si no lo hace más gente es porque da mucho trabajo”. Y si se le pide el ingrediente secreto, lo tiene claro: “Llevan mucho cariño”.