En septiembre de 1972, tres años antes de la muerte del dictador, la industria de Vigo mantuvo durante más de dos semana una huelga general que llegó a sumar más de 15 mil trabajadores. Hubo más de seis mil despidos, que finalmente se quedaron en 400, y el golpe de fuerza de los obreros vigueses llegó a convertirse en una verdadera preocupación para el régimen. La huelga de septiembre, que había sido precedida de otra gran huelga general en marzo en Ferrol y Vigo en protesta por el asesinato en la ciudad departamental de Amador Rey y Daniel Niebla a manos de la policía, supuso además un importante estimulo para el sindicalismo en Galicia y el nacimiento de varias organizaciones y líderes.
Este viernes, a partir de las siete de la tarde en el museo Marco de Vigo, la Unión Comarcal de CCOO organiza un acto por el 40 aniversario de la huelga. En el acto participarán Amelia Pérez, secretaria general de CCOO de Vigo, Waldino Varela, uno de los fundadores de CCOO en Vigo y antiguo dirigente sindical en los astilleros Vulcano, el investigador Ricardo Gurriarán, de la Fundación 10 de Marzo, y el profesor Carlos Barros, de la USC, y que formó parte del comité central del PC.
Las movilizaciones comenzaron con reivindicaciones del personal de Citroën, que enseguida sumaron la solidaridad de todo el movimiento obrero vigués. El 6 de septiembre el comité de empresa de Citroën Hispania reivindicó la jornada de 44 horas en la negociación del convenio colectivo y convocó los primeros paros. Tres días después la empresa comunicó el despido a 5 trabajadores y expedientó a otros cuatro sindicalistas. El lunes 11 a las seis de la mañana los trabajadores se concentraron en la fábrica e iniciaron una marcha hacia Reyman y Barreras para pedir la solidaridad de los trabajadores. Vulcano también se sumó al paro y una gran manifestación recorrió la ciudad. A medida que avanzaba la semana más y más trabajadores se sumaban a la huelga y el jueves se calcula que ya eran más de 16 mil, entre ellos los del transporte público.
También iba llegando más policía a la ciudad y las cargas y detenciones se multiplicaban. Y las empresas comenzaron a enviar millares de cartas de despido. La huelga se desactivó 15 días después de su comienzo, pero también se anularon la mayor parte de los despidos. Hubo una gran represión pero el movimiento obrero y sindical salió reforzado.
Carlos Barros era entonces el responsable del movimiento obrero en el PCG y también se ocupaba de la comunicación y la propaganda. Y en la huelga fue el responsable de la organización ideológica, colaborando con CC.OO. en el desarrollo del paro. Hablamos con él sobre el desarrollo de los hechos y su importancia histórica.
¿Como se inició la huelga?
En marzo hubo en Vigo huelgas solidarias con Amador y Daniel, que habían sido asesinados en Ferrol. En aquel momento para mí estaba claro y así lo escribí en Vigo Obrero, el órgano de expresión de CC.OO. de Vigo, que por la propia dinámica del movimiento obrero en la ciudad estaba pendiente una huelga general en Vigo igual que la de Ferrol. En septiembre hubo una reivindicación laboral en Citröen y mis compañeros me comunicaron que la intención era ir a la huelga. El que pasó fue un movimiento en cadena de despidos y después una huelga de solidaridad que paralizó la industria de la ciudad. Cuando llegaron los despidos masivos los trabajadores adoptaron una táctica de repliegue progresivo hasta que quedó sólo Vulcano en huelga. Y finalmente también ellos volvieron al trabajo con el carnet de identidad en la boca. Pero después se acabó readmitiendo a todo el mundo, por eso creo que fue todo un éxito.
¿Qué importancia histórica tuvo?
La huelga de Vigo fue el más grande éxito histórico -junto con la de Ferrol- de la clase obrera gallega y de los que en aquella época luchábamos por la democracia en Galicia. Y para el movimiento obrero significó la fundación del sindicalismo democrático, aunque ya venía funcionando desde los años sesenta, a partir de las huelgas del 62 en Vigo. En aquel momento estábamos ensayando la huelga general política en la estrategia de derrocar a la dictadura a través de la movilización de masas. Y Galicia estaba en la vanguardia de ese proceso, al menos los trabajadores de Ferrol y Vigo y los estudiantes de Compostela. Y el resto de Galicia, como pasó con buena parte de la población española, veía a mucha distancia esa confrontación de los demócratas que estaban en las fábricas y en las universidades con la dictadura. Una dictadura que en esos momentos mantenía muchas complicidades y mucha colaboración en las clases medias y en la burguesía. Y funcionaba también por el miedo, evidentemente. La represión adquiría un carácter brutal, como pasó al final de la huelga de Vigo.
¿Cuál fue la respuesta de la sociedad viguesa?
Tuvimos una cierta sensación de sorpresa, porque la clase media no se unió en Vigo a los obreros como sí había sucedido en Ferrol. Es cierto que en Ferrol había habido una masacre y eso despertó un sentimiento solidario en toda la ciudad. En Vigo paró toda la industria y también el transporte público, el Vitrasa, pero a pesar de todos nuestros esfuerzos los comerciantes y los sectores tradicionales de la burguesía no se unieron, como sí lo hicieron el 4 de diciembre de 1977. Por eso digo que Galicia les debe mucho a los obreros y estudiantes, porque si hubiera sido por la mayoría de la población gallega no habría habido Transición. Después todo el mundo se adaptó a la democracia, pero incluso hoy en día no se reconoce el papel de los trabajadores industriales y de los estudiantes universitarios.
Pero la Transición llegó...
Ya en ese momento los sectores más inteligentes de la patronal y de la dictadura eran conscientes de que ese sistema político era insostenible. También desde el punto de vista económico, pues era un obstáculo para el desarrollo de Galicia y de España. Incluso así se tardó aún cinco años y bastantes muertos -obreros y estudiantes a mayoría- en llegar a la democracia, que llegó en unas condiciones muy adversas, con una presión muy fuerte del Ejército para que la Transición se realizara de una manera determinada, que fuera favorable para los que mandaban.
¿Como era tu trabajo durante la huelga?
Entonces en Vigo aun había caminos de tierra y podías subir la Gran Vía por caminos paralelos. Tenía todo el día para llegar a los lugares de reunión, que eran en el monte o en espacios deshabitados del extrarradio de Vigo. Los dos elementos que permitieron mantener la huelga tantos días fueron en primer lugar la asamblea obrera de Vigo, donde los lideres sindicales daban las indicaciones para cada jornada. Y en segundo lugar, las octavillas que yo redactaba con la coordinadora de CC.OO. A primera hora tenía una reunión con los lideres sindicales y por la tarde redactaba los textos. Y por la noche Figueroa, un trabajador del puerto que estaba en el aparato de propaganda del partido, se encargaba de hacerlos. Por la mañana toda la ciudad estaba regada de octavillas. Por la noche nos reuniamos el comité local del partido y poníamos en común la información.
¿Tenían una importancia capital las octavillas, verdad?
En el franquismo nos acostumbramos a leer la prensa y a buscar pequeños restos de información que nos podían interesar. Pero todo el sistema de oposición sería inexplicable sin los medios clandestinos de información. ¿Cómo ponías de acuerdo a tanta gente, si las reuniones podían ser de cinco o seis personas como máximo? La importancia que tiene la prensa clandestina y sobre todo la octavilla es enorme. Los movimientos sociales tienen una estructura paralela de información masiva, que supera la tirada de cualquiera medio de comunicación. Te voy a dar datos: el colega Figueroa me contaba hace poco que en el año 72 metió en su casa 300 mil folios DINA4, eso da para hacer 600 mil octavillas para toda Galicia. Eso es un medio de comunicación de masas. En la huelga de septiembre de 1972 cuando madrugaba estaba la octavilla en todas las empresas de Vigo, y todos los barrios populares estaban regados también. Ese es un medios paralelo de información superior a cualquiera medio escrito o radiofónico.