“La preeminencia de las lógicas neoliberales exige que cualquier intervención urbana sea productiva económicamente, erigiéndose los sectores empresarial y financiero cómo auténticos protagonistas en la ordenación y gestión del territorio y, en ocasiones, también del orden político y normativo”. El libro colectivo Cartografía de la Ciudad Capitalista (Grupo de Estudios Antropológicos La Corrala), publicado hace unos meses tras una exitosa campaña de crowdfunding, analiza los procesos de transformación urbana recientes de nueve ciudades del Estado español: Barcelona, Tarragona, Mallorca, Valencia, Murcia, Madrid, Sevilla, Cádiz y Granada (en próximas ediciones se baraja la incorporación de análisis sobre urbes gallegas). Procesos todos en los que “la ciudad deja de planificarse como espacio para habitar y se orienta más a la conformación de un producto, a la creación de un objeto de consumo no productivo a través del desarrollo y la renovación urbana”, leemos. La ciudad como elemento de mercantilización y también como espacio de una lucha de clases.
Constituye el cuarto libro monográfico publicado por La Corrala sobre esta temática, tras Aprendiendo a decir No. Conflictos y resistencias en torno la la actual forma de concebir y proyectar la ciudad de Granada, Transformación urbana y conflictividad social. La construcción de la marca Granada 2013-2015 y ¿Por qué no nos dejan hacer en la calle? Prácticas de control social y privatización de los espacios en la ciudad capitalista. El vigués Juan Rodríguez Medela, afincado en Granada desde hace doce años, es uno de los coordinadores de la obra, que esta semana presentó en Vigo y A Coruña con gran éxito de público, confirmando la importancia central y creciente que los conflictos urbanísticos, la lucha por el espacio público o las reflexiones sobre las políticas de vivienda, movilidad o comercio tienen para los movimientos sociales.
“Importancia creciente para la política de los movimientos y para la política, en general”, destaca. “El centro neurálgico del capitalismo ya no es el estado-nación, es la ciudad, y su forma de transformarse es absorber los procesos de acumulación de riqueza que allí ocurren. La ciudad ya no es un medio de producción, sino un producto en sí misma”, dice. “Todos los procesos que conforman el capitalismo se concentran allí, y por eso mismo también es un elemento central para los movimientos sociales: la ciudad no es el urbanismo, sino que es ese marco en el que se concentran todas las luchas, no sólo por los recursos, sino también por la capacidad de decidir lo que ocurre en nuestros barrios”, añade.
La ciudad se ha ordenado siempre, desde las primeras planificaciones urbanas, de acuerdo a los intereses del poder económico y político. En ese sentido, Lefebvre concebía el urbanismo como una ideología al servicio del poder y una herramienta de control de la población. Pero, a la vez, la ciudad es el escenario primordial de lucha política y de generación de modelos alternativos. El libro hace un llamamiento a “identificar las posibles alianzas de fuerzas que pueden formarse en el seno de los movimientos sociales urbanos o entre los movimientos populares más en general y que podrían sentar una base para avanzar sutilmente en un proceso de planificación que pudiera facilitar el desarrollo de las fuerzas favorables al cambio”.
Una idea que reitera Juan Rodríguez: “La experiencia reciente muestra que los movimientos se vienen concentrando en responder a esos procesos agresivos de transformación urbana, en resistir. Pero ahora se necesita ir más allá, proyectar esas luchas, no sólo resistir, sino también crear alternativas. Estamos en ese proceso de transición, y pienso que una buena parte de los movimientos sociales y colectivos se han dado cuenta de la necesidad de construir esa alternativa. Confluir, vertebrar, converger..., son conceptos que vienen sonando desde incluso antes del 15M, aunque el 15M le ha dado una mayor apertura y amplitud a este discurso. Y ahí están ahora todas las experiencias municipalistas, que fueron y son una apuesta electoral, pero también una apuesta de organización social”.
En estos procesos juega un papel fundamental la participación. “Pero una participación real” -concreta Juan Rodríguez- “Hasta ahora lo que mucha gente ha experimentado con respeto a la participación es que a ti la institución te pregunta tu opinión y después la institución hace lo que le da la gana. Hay que transformar eso, hay que dar oportunidades reales, llenar de sentido esa participación, crear corresponsabilidad y permitirle a la gente que, informada, pueda decidir”.
Los procesos de transformación urbana, hoy
“Según el principio general del crecimiento del sistema capitalista en virtud del cual este 'es un sistema que no puede existir sin crecer', la ciudad capitalista necesita continuar creciendo y renovándose”, se dice en la introducción de la obra. ¿En qué fase estamos, en un contexto post-crisis en el que aún están presentes los efectos de la explosión de la burbuja inmobiliaria? Juan Rodríguez alerta de que los grandes sectores económicos en ningún momento han dejado de moverse y de tomar posiciones, “actuando en relación con el suelo como se actúa con un mercado de futuro”, se dijo en la presentación coruñesa.
“Hay sectores a los que la crisis no les ha afectado y que por lo tanto nunca han dejado de tener una gran disponibilidad económica. Es ingenuo pensar que la crisis económica frenó la especulación urbanística o que en este momento no se producen movimientos estratégicos”, dice. “O recalificaciones del suelo, pues esto no se trata sólo de un tema empresarial, sino que afecta también a todos los niveles de la administración”, añade. “Eso sigue ocurriendo y es peligroso, porque mucha gente puede estar desprevenida y puede pensar que en un tiempo así ese tipo de acciones son menores. Cuando el mercado está estancado se llevan a cabo todos los procedimientos necesarios: la compra de terrenos y las modificaciones normativas. Y cuando vuelva la bonanza, lo único que hay que hacer es construir y vender”, advierte.
La batalla entre lo público y lo privado
El libro analiza una dinámica, que se reproduce en todos los lugares, de avance de lo privado frente a lo público: “podemos observar un proceso de privatización, tanto de edificios públicos reconvertidos en hoteles como de plazas (...) así como de servicios de transporte, de recogida de basuras o de abastecimiento de aguas, por poner algunos ejemplos. En la ciudad capitalista todo espacio es objeto de ser rentabilizado”. “El predominio de la función de consumo sobre la de espacio de socialización hace que las calles y plazas dejen progresivamente de ser entendidas como espacios fundamentales para el desarrollo de la comunidad y se vean únicamente como objeto de explotación económica”, se añade.
“Lo público se deslegitima, se presenta cómo algo no rentable, y bajo esa lógica se promueve que empresas privadas vayan asumiendo más y más funciones y servicios. Y eso afecta también al espacio público, comenzado por la ocupación que llevan a cabo las terrazas de los bares y restaurantes”, explica Juan Rodríguez. “A eso tenemos que sumar las nuevas leyes de regulación del espacio público y las ordenanzas cívicas sobre convivencia ciudadana, precedidas por la conocida como ley antibotellón, que también contribuyen a delimitar quién puede ocupar el espacio público y de qué forma”, añade. “La Ley Mordaza es un paso más en ese sentido. Ahora la gente ya no tiene miedo a que llegue la policía y le dé palos, sino que tiene miedo a que la grabe en vídeo y le llegue una multa. Esto lo que hace es que la próxima vez esa persona opte por no manifestarse o por acomodar su comportamiento al establecido por la norma. En el fondo estas regulaciones lo que hacen es intentar generar un perfil de ciudadano muy concreto, que se autocensura. El mayor peligro es ese: naturalizar esos límites y esos comportamientos”, concluye.
La ciudad de los megacentros comerciales
Otro de los aspectos en los que profundizan algunos capítulos del libro es en el efecto de la proliferación de un nuevo modelo basado en la instalación de megacentros comerciales en las afueras de las ciudades. Efectos que no sólo alcanzan al tejido comercial de los barrios, sino también a los hábitos de movilidad e incluso a la construcción de nuevas infraestructuras de conexión. Se pasa “de concentrar en los barrios todo el comercio y servicios necesarios para hacer habitable un determinado territorio (ciudad compacta), a una ciudad en la que casi para cualquier cosa que queramos hacer tenemos que desplazarnos, generalmente en vehículo a motor, principalmente privado (ciudad dispersa)”. “La ciudad de los centros comerciales presenta un modelo urbano regido por el dominio del capital, donde se exacerban las tendencias globales hacia la formación de un precariado urbano, la desregulación, la oligarquización de los usos del espacio y el tiempo y la privatización de la vida”, se subraya.
Gentrificación no es un nombre de señora
Finalmente, en el libro se detallan varios procesos de gentrificación que tuvieron lugar o están teniendo lugar en ciudades españolas, con ciclos de transformación urbana -sobre todo en los cascos históricos- en los que sus habitantes previos son progresivamente desplazados por la llegada de nuevos pobladores, de un nivel adquisitivo elevado, en un proceso en el que se van encareciendo las propiedades y sustituyendo el tejido comercial previo. Estas situaciones, además, parten de un abandono y deterioro previo que lleva a que los vecinos y vecinas sufran condiciones habitacionales deficientes. En este sentido, la obra denuncia que “el urbanismo postmoderno, más preocupado por la rehabilitación y por los pequeños proyectos, desplaza la población de los cascos urbanos, desencadenando procesos de gentrificación y de museización. La mercantilización de la propia esencia de la ciudad, que implica el recurso del turismo, se extiende y en muchos casos se convierte en el único sentido de la urbanización”.
El libro se completa con una serie de contenidos que se pueden consultar en una web creada específicamente, en la que se ofrecen vídeos con intervenciones realizadas por el colectivo Left Hand Rotation para denunciar procesos de gentrificación en Bilbao, Gijón, São Paulo, Valencia y Rotterdam.
En la obra se señala a este respeto que la gentrificación afecta “a la memoria colectiva barrial, imposibilitando la reconstrucción del pasado y provocando la pérdida de la identidad local. ”¿Qué es lo que le da sentido y valor a una ciudad? Las diferentes formas de vivir que en ella existen, la población que allí vive, la que conserva la memoria del barrio“, destaca Juan Rodríguez, que añade que ”las ciudades no sólo son edificios, no sólo son decorados, las ciudades las crean sus gentes y las formas de relacionarse entre ellas. Eso es lo que crea esa singularidad“. ”Con otro tipo de estrategias para crear singularidad al final acaban pareciéndose todos los lugares. Porque estas estrategias pasan por tener un puente de Calatrava, tener un Guggenheim o un MACBA o cualquier elemento que hoy está de moda pero que a lo mejor mañana ya no lo estará. Y la originalidad de cada ciudad se habrá perdido“, concluye.